Está más que comprobado que a las hermandades en general no les gusta solucionar nada que tenga que ver con horarios, itinerarios y órdenes de paso. Hay jornadas, como la Madrugá, donde es más que evidente qué habría que hacer para arreglarlo todo... y no hay manera.
Teniendo esto presente, a nadie puede sorprenderle que las hermandades del Jueves Santo hayan acordado volver en 2024 a su orden de paso tradicional en carrera oficial, el que fue modificado este año dentro de la iniciativa de reorganización parcial de la Semana Santa puesta en marcha por el Consejo.
Y, casualidades de la vida, el único día en el que el Consejo diseñó un orden que cumplía con todos los requisitos de reordenación autoimpuestos no se repetirá el año que viene. El Jueves Santo de 2023 fue un día cómodo para todo el mundo: para las cofradías y para los cofrades que las buscaban por las calles.
Era todo tan perfecto (insisto, el único día en que la reorganización elegida fue al cien por cien acertada), que aquí llegan las hermandades del día para cargárselo. Nada nuevo. Lo de siempre. Así las cosas, después de un fantástico Jueves Santo de 2023 en que el orden fue Negritos, Cigarreras, Exaltación, Valle, Monte-Sión, Quinta Angustia y Pasión, en 2024 volveremos al clásico y rancio orden tradicional: Negritos, Exaltación, Cigarreras, Monte-Sión, Quinta Angustia, Valle y Pasión.
¿Por qué? Pues porque la mayoría de las hermandades de la jornada, que no todas, así lo han decidido. ¿Para qué repetir lo que ha funcionado? Es más fácil volver a dejarlo todo como estaba y así poder seguir quejándonos de lo mal que está todo.
Y digo yo: si el Consejo determinó que el orden de 2023 era el mejor, el más seguro, el más cómodo... ¿por qué ahora permite que las hermandades desanden el camino andado y avanzado? En este caso, ¿para qué está el Consejo?
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