Como en años anteriores, a través de diferentes cortinajes de color rojo se delimitó ese espacio, a lo largo del cual se distribuyeron jarras, blandones, columnas, candeleros, candelabros, manifestadores y relicarios alrededor de los titulares de la hermandad franciscana del Miércoles Santo.
Al fondo del montaje, ante el dosel de cultos, se ubicó el Cristo del Buen Fin, entre dos columnas doradas de base cuadrada con jarras del paso de palio que tenían flores de tonalidades moradas. Además, a ambos lados del crucificado llamó la atención la presencia de San Juan Evangelista y de una de las Marías que formaron parte antiguamente del paso de misterio de la hermandad, colocados ante sencillos doseles y sobre altares improvisados conformados por los respiraderos del paso de la Divina Pastora de San Antonio.
Por su parte, la Virgen de la Palma se situó delante, ataviada con su manto de salida y toca de sobremanto, la corona también de salida, una rosa de pasión en la mano izquierda, la réplica de la Medalla de la Ciudad, otro con su advocación, una palma y una cruz pectoral, entre otras preseas. La flanqueaban jarras de su paso y candeleros con cera blanca.
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