El Cristo de las Penas se encontraba para este culto a los pies de la Virgen de la Estrella, sobre dos peanas diferentes, la del paso de palio debajo y otra más fina arriba. Detrás, la dolorosa estaba elevada sobre una estructura que se asemejaba a la delantera de su paso, con los respiraderos y faldones frontales, y entre dos altos candelabros plateados con cera blanca.
Flanqueaban al Señor los cuatro ángeles mancebos de Pedro Roldán que en su día formaron parte del desaparecido paso del Cristo de la Púrpura, de la Hermandad de las Cigarreras. Dos de ellos, los más cercanos al Cristo de las Penas, estaban situados a una altura más elevada que los otros dos, colocados en los extremos.
Completaban el montaje cuatro grandes blandones dorados con cera de color morado pertenecientes a la Hermandad del Carmen del Santo Ángel y el exorno floral, a base de lirios morados y rosas malvas con los pétalos exteriores abiertos manualmente, además de los claveles y otras flores blancas que había junto a la dolorosa.
Por otro lado, hay que señalar que el Señor lucía sus potencias de salida, mientras que la Virgen de la Estrella llevaba la saya roja y el manto azul, ambos bordados en oro por Fernández y Enríquez.
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