Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la Hermandad del Silencio, estuvo los pasados viernes y sábado expuesto en lo que la propia corporación ha llamado devota y solemne veneración, culto sustitutivo del tradicional besapié. Hay que recordar que hace dos años ésta fue la primera hermandad en acatar las entonces recomendaciones de impedir el beso directo de los devotos a las imágenes.
En el presbiterio alto de la Iglesia de San Antonio Abad fue situado el Nazareno, sobre una peana de madera dorada colocada a su vez sobre otra morada con la cruz de Jerusalén, emblema de la hermandad. Entre ambas peanas, y en varias jarras colocadas en distintos puntos del altar, había lirios morados. El Nazareno del Silencio estaba vestido con la túnica de terciopelo burdeos bordada en oro y contaba con unas potencias doradas. Por supuesto, no faltaba la cruz de salida sobre su hombro derecho.
En la parte delantera del montaje había cuatro altos blandones dorados con cirios morados y dos de los faroles de las esquinas del paso del Nazareno. Los otros dos estaban algo más atrás de la imagen, que además estaba flanqueada por los dos ángeles mancebos que le acompañan en su paso cada Madrugá.
Detrás, ante el cortinaje de terciopelo rojo que ocultaba el retablo mayor, estaban el sagrario y una pequeña imagen de la Inmaculada Concepción sobre él con pequeñas jarras a su lado con claveles blancos. Asimismo, veíamos diez candeleros con cera morada, cuatro jarras del paso de palio con lirios morados, cuatro candeleros dorados y otras dos jarras, éstas de plata, con las mismas flores subidas sobre columnas de madera dorada de fuste salomónico.
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