martes, 8 de marzo de 2022

"QUE A LOS UCRANIANOS NO LES FALTE NUESTRA AYUDA DE NUEVOS CIRINEOS"


Tras el paréntesis del año pasado, cuando un estático Cristo de la Corona presidió el Vía Crucis de las Cofradías en la Catedral, ayer Sevilla se reencontró con el formato tradicional de uno de los cultos más esperados de cada Cuaresma, en esta ocasión presidido por Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder en su Prendimiento, de la Hermandad de los Panaderos. 
Son unas cuantas las imágenes de Cristo salidas de la gubia de Antonio Castillo Lastrucci que tienen como titulares las hermandades sevillanas. Y, sin embargo, ha sido en 2022 la primera vez que una de ellas ha sido protagonista de este culto conjunto de las cofradías surgido en el lejano 1976.
Y mucha gente lo acompañó en su camino de ida, en el interior de la Catedral y quizá algo menos en el camino de vuelta. Siempre habrá quien diga que no hubo gente suficiente e insista en cambiar el día de celebración de este vía crucis porque un lunes puede haber mucha bulla, pero ellos lo que quieren es masa de fin de semana. Pero lo cierto es que el Soberano Poder estuvo muy bien arropado por los cofrades durante la tarde-noche de ayer. Si hubo más o menos y si algo en ello ha tenido que ver estos dos años de pandemia... es difícil de decir. En la asistencia mayor o menor al Vía Crucis de las Cofradías influye mucho la imagen elegida; si genera más devoción o menos; si la hermandad es más grande o más pequeña...
Lo importante, en cualquier caso, es que ayer fue primer lunes de Cuaresma y eso en Sevilla ha vuelto a significar que una imagen se traslade a la Catedral para un rezo colectivo en el que además se estrenó el arzobispo José Ángel Saiz Meneses, que durante su intervención final y en pocas palabras dijo mucho, como luego veremos.
La hora de salida de la hermandad rumbo a la Catedral estaba fijada a las cinco y media de la tarde, pero unos diez minutos antes la cruz de guía empezó a abrirse paso por la calle Orfila. La cofradía parecía inquieta por no llegar tarde a su cita; sobre todo los hermanos encargados de despejar la parte delantera de las andas para que el Señor pudiera avanzar.
Cirios morados portaban los hermanos en el cortejo, que contó, además de con la cruz de guía, con el guión de la juventud y con el estandarte corporativo. La Escolanía Salesiana María Auxiliadora se encargó del acompañamiento musical tanto a la ida como a la vuelta y durante el propio rezo del vía crucis.




Un gran acierto de la Hermandad de los Panaderos fue el modo en que se presentó en la calle el Señor del Soberano Poder; tanto la forma en que estaba vestida la imagen como en el exorno de las andas. Así, lucía la túnica morada bordada en oro de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, recientemente restaurada por José Antonio Grande de León, y tenía las potencias de salida.
En cuanto a las andas, estaban iluminadas por los candelabros de guardabrisas del paso de misterio del Prendimiento y adornadas con un magnífico monte de flores moradas en distintas tonalidades, así como algunas rojas semiocultas entre las primeras. Y a los pies del Señor estaba el relicario estrenado hace ahora diez años que contiene una piedra del Huerto de los Olivos.
El capataz Juan Manuel Martín, que recién iniciada la Cuaresma lleva ya varios vías crucis en los últimos días, fue el responsable de guiar a los cofrades que iban a turnarse llevando al Señor sobre sus hombros. Los de las distintas hermandades del Miércoles Santo fueron los encargados de hacerlo en las primeras calles del itinerario, en el que la cofradía dio un rodeo al tomar la calle Laraña tras salir de Orfila, en lugar de seguir por el camino más corto que hubiera sido la calle Cuna. Ello hizo que, al pasar por la Iglesia de la Anunciación, la Hermandad del Valle saliera con su estandarte corporativo a recibir al Señor del Soberano Poder.

























Tras dejar atrás Laraña, el Señor rodeó la plaza de la Encarnación por la parte de la fuente, discurriendo junto al retablo cerámico del Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes y buscando la calle Puente y Pellón, desde la que salió luego a la plaza del Pan y posteriormente a la calle Villegas. Y todo ello, hay que decirlo, andando a bastante buen ritmo, con pocas paradas y con ágiles relevos por parte de los cofrades que se iban sucediendo bajo las andas. El llamador, por cierto, era el del propio paso del Prendimiento.

























Desde la plaza del Salvador, a la que de noche volvería camino de su capilla, el Señor del Soberano Poder tomó Álvarez Quintero y Entrecárceles, para alcanzar la plaza de San Francisco. Aquí, al contrario de lo que han hecho otras hermandades en traslados similares, no fue por el centro de la plaza, sino por el tramo de calzada por el que pasan los coches, junto al edificio de la antigua Audiencia.
Iba poco a poco anocheciendo mientras el cortejo avanzaba por Hernando Colón y llegaba a Alemanes, donde cargaron con las andas agentes de la Policía Local junto al delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, al que se uniría poco después el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, ya entre Cardenal Carlos Amigo y la plaza Virgen de los Reyes. Seguidamente, el Señor de los Panaderos entró en la Catedral, lo que no ocurría desde el Miércoles Santo de 2018.
























El arzobispo Saiz Meneses, acompañado del arzobispo emérito y antecesor suyo, Juan José Asenjo, recibieron al Señor junto a la Puerta de los Palos e inmediatamente ocuparon su lugar tras las andas. La escolanía, por su parte, fue hasta el coro para desde allí interpretar distintas composiciones entre las estaciones.
Catorce cruces de guía (o mejor trece más una cruz de penitente) marcaron el lugar donde el Señor del Soberano Poder se detendría para cada estación del vía crucis. Eran las de la Misión, la Estrella, el Amor, San Gonzalo, las Aguas, los Javieres, la Sed, San Bernardo, la Exaltación, Monte-Sión, el Silencio, el Cachorro, Montserrat y el Sol. Precisamente esta última fue la que participó con una cruz de penitente.
Sobre la marcha hubo que modificar parcialmente el sinuoso recorrido que iba a seguir el Soberano Poder, dado que la cruz de guía de San Bernardo fue cambiada de sitio siguiendo las instrucciones de uno de los miembros del Cabildo de la Catedral.
Finalizado el rezo de las catorce estaciones, el Señor fue llevado hasta el altar mayor, ante cuya reja se habían trasladado también las catorce cruces de guía. A continuación, frente a la imagen, tomó la palabra el arzobispo, que acababa de vivir su primer Vía Crucis de las Cofradías. Mirando al Señor, alabó la belleza de las imágenes como instrumento que acrecienta nuestra fe. "Arte y fe se armonizan", dijo.
A lo largo de su intervención, monseñor Saiz Meneses invitó a todos los cofrades a reflexionar sobre "qué hemos hecho por Cristo y qué haremos". Según explicó, la Pasión de Cristo que se recuerda cada vez que rezamos el vía crucis "nos impulsa a cargar con el sufrimiento del mundo". "Su sufrimiento no es algo ajeno a nosotros, ya que se hizo uno de nosotros por amor", afirmó el arzobispo, quien añadió que ese "consuelo del amor participado de Dios" nos acerca a "la luz de la esperanza".
A continuación, insistió en que la Pasión debería servir para alentar nuestra alegría y para estar cerca de nuestros hermanos que sufren. "No pasemos de largo por el sufrimiento; seguir las huellas de Cristo es sufrir con el otro; así nos convertiremos en personas que realmente aman y siguen a Jesús; acojamos estas lecciones y llevémoslas a la práctica". Para Saiz Meneses, la sabiduría de la cruz nos enseña que la Pasión "no fue el desenlace de un fracaso, sino la entrega, el amor del Padre en el abrazo de la cruz".
Asimismo, pidió mirar también el papel de la Virgen entregada como madre, a la que le pidió "que nos sostenga en el vía crucis de la vida y nos mantenga firmes al pies de la cruz, como ella". Seguidamente, nos invitó a pensar en cuál habría sido nuestro papel si hubiéramos estado presentes en los instantes de la Pasión de Cristo: "Quizá hubiéramos huido como los apóstoles, quizá le hubiéramos defendido o quizá le hubiéramos ayudado, como Simón el Cirineo". En este sentido, pidió a todos los presentes que sigamos ayudando a Jesús siendo sus cirineos en el momento presente.
"Le preguntaremos al Señor cuándo te dimos de comer y de beber, cuándo te vestimos, cuándo fuimos a verte; y él nos dirá que cada vez que lo hicimos con uno de nuestros hermanos más pequeños lo hicimos con él", dijo el arzobispo, que concluyó diciendo: "Ahora todo eso está presente especialmente en nuestros hermanos de Ucrania, que están sufriendo. Que no les falte nuestra ayuda de nuevos cirineos".















Con la bendición final, a través de una oración especialmente dirigida al Señor del Soberano Poder, finalizó el acto del Vía Crucis de las Cofradías. Minutos después, las andas comenzaron de nuevo a moverse por las naves de la Catedral, dirigiéndose en primer lugar hacia la Capilla Real, donde se giraron para que el Señor mirase a la Virgen de los Reyes. Miembros de su asociación de fieles ofrendaron un ramo de claveles rojos.
Más tarde, el Señor de los Panaderos se encaminó a la Puerta de los Palos y salió por ella para emprender su camino de regreso a la calle Orfila por las calles Cardenal Carlos Amigo y Alemanes.













El recorrido de vuelta fue más directo que el de ida, ya que desde Alemanes el cortejo fue hacia la Cuesta del Bacalao y Placentines, y recorrió completa la calle Francos hasta bajar otra vez Villegas hacia la plaza del Salvador. Desde ahí, sólo quedaba la línea recta que conforman las calles Cuna y Orfila.























A la salida de la Catedral un hombre le cantó una saeta al Señor del Soberano Poder. En la calle Orfila, a pocos metros de la Capilla de San Andrés, se le cantó otra desde un balcón. Después, las andas, que fueron llevadas por los miembros de la junta de gobierno de la hermandad en el momento de la entrada, alcanzaron la puerta y el Señor entró mirando hacia la Virgen de Regla, que presidía en solitario el altar. Sólo cuando estuvo dentro, las andas se volvieron para mirar hacia la calle.









Eran las once y media de la noche, apenas un cuarto de hora más tarde de lo inicialmente previsto, cuando los cofrades de los Panaderos cerraban con el rezo del Padre Nuestro en el interior de la capilla una jornada que quedará grabada en la historia de la corporación. Sevilla acababa de reencontrarse con el Vía Crucis de las Cofradías en las manos abiertas del Señor del Soberano Poder.

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