lunes, 14 de septiembre de 2009

EL PUENTE DE MOCCIA


El culpable de lo que puede verse en estas fotos es Federico Moccia. Para quien no conozca a este escritor, es el autor de varias novelas románticas como "Perdona si te llamo amor", "A tres metros sobre el cielo" y "Tengo ganas de ti". No he leído ninguna de ellas, por lo que lo único que puedo decir es que son libros con unas portadas muy coloridas, casi estridentes. Y hasta aquí mi crítica literaria de hoy.
La razón por la que os hablo de Moccia y lo relaciono con estas imágenes del Puente de Triana está en esa cantidad de candados que hace meses empezaron a "adornar" la barandilla, una interesante muestra de la típica rejería sevillana. Y todo porque al millonario escritor italiano le dio por inventar la estupidez del "candado del amor", que aparece en "Tengo ganas de ti" como prueba del amor eterno que sitúa en el Puente Milvio de Roma (el pobre sí que tiene un aspecto lamentable).
Y como la idiocia del ser humano es más fuerte que el respeto por el arte, la cultura y el patrimonio (y la buena literatura...), en países de todo el mundo ha calado el absurdo "candado del amor". España, por supuesto, también se ha apuntado a la historia, como anima el propio Moccia a través de su web (federicomoccia.es), en la que aparece incluso un conteo de candados colocados en todas las ciudades. Hoy afirma que en Sevilla hay 157, pero ya os digo yo que son muchos más.
Así las cosas, la imagen que ofrece el maravilloso Puente de Triana es realmente descorazonadora. Incluso hay guiris que se paran con sus cámaras para captar, no tanto el paisaje que se vislumbra desde allí (Giralda, Torre del Oro, Maestranza, la Magdalena, las torres de la Plaza de España, Santa Ana...) como los cientos de candados que, de orilla a orilla, casi recuerdan al legendario puente de barcas que los musulmanes instalaron en el siglo XII para comunicar Sevilla y Triana, y que no era sino una fila inestable de barquitas con una pasarela encima que permaneció sobre el Guadalquivir hasta 1852.
Sí, amigos, ahora va la parte divulgativa que con tanta atención sé que devoráis en este blog. El Puente de Isabel II, que es como se llama realmente, se construyó entre los años 1845 y 1852 para sustituir al puente de barcas, que ya no cumplía con las necesidades de transporte de la época. Los arquitectos Steinacher y Bernadet fueron los encargados de elaborar el diseño, basado en el hoy desaparecido Puente de Carrousel que se levantó sobre el Sena en París unos años antes (en Estrasburgo puede verse un pequeño puente con un diseño muy similar). Salvo los soportes de piedra que se hunden bajo el agua, el material predominante es el hierro, utilizado con la habitual profusión del siglo XIX en esta obra de ingeniería de la que son especialmente reconocibles los numerosos aros de diferentes tamaños que adornan las arcadas del puente.
Sin embargo, toda esa estructura (pilares y aros) no cumple actualmente la función para la que fue creada, que era la de sujetar la pasarela. En los años 70, el creciente tráfico de autobuses y camiones empezó a dejar notar su nocivo efecto sobre un puente que no estaba preparado para ello. La primera solución que se le ocurrió a los gobernantes de entonces fue derribar el puente y construir uno nuevo más firme y capaz de aguantar un mayor peso. Curiosamente, la población sevillana se rebeló contra esa idea inicial de deshacerse de una construcción tan carismática para la ciudad (¡Qué pena que no se haya hecho lo mismo con otras cuestiones patrimoniales como las "setas" de la Encarnación, la remodelación del Palacio de San Telmo, la reforma de la Plaza Nueva o el abandono de la iglesia de Santa Catalina...).
Las protestas sirvieron para algo y se planteó una solución a medio camino entre la construcción de un nuevo puente y la conservación del antiguo. Se instaló una enorme pasarela que apenas roza la estructura original, sino que se apoya exclusivamente en cada una de las dos orillas. Así, los pilares y aros son hoy tan sólo un elemento decorativo.
Éste es el secreto del Puente de Isabel II o de Triana. Dos posibles denominaciones a las que espero que no se una en el futuro la de Puente de Moccia, algo que no me extrañaría nada, dado el interés con que cientos de tontainas han decidido sumarse a la historia del candado. Sólo espero que las parejas que se sienten representadas con esos candados los retiren cuando la relación termine y, si no es mucho pedir, no los arrojen al río... Aunque seguramente las llaves de todos ellos estén ahora mismo bajo las aguas.





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