martes, 18 de mayo de 2021

¿Y SI LA SEVILLA COFRADIERA ES VÍCTIMA DE SU PROPIO ÉXITO?


La foto que acompaña este artículo fue tomada en Jerez el pasado 18 de octubre, cuando tuvo lugar un rosario de la aurora con la Virgen de la Candelaria en los Jardines de la Atalaya, con traslados públicos de ida y vuelta por las calles de la feligresía de Santa Ana (ver). Pocos apostaban por esta celebración cuando la hermandad jerezana pidió permiso al Ayuntamiento, que ya había denegado peticiones similares antes. Pero la Candelaria obtuvo el permiso. Y una semana más tarde la Virgen del Rosario de Capataces y Costaleros era trasladada públicamente desde la Iglesia de la Victoria hasta la Parroquia de Santiago, su nueva sede. 
Posteriormente, Jerez ha vivido más traslados de imágenes por diversos motivos. Algunos sin publicidad; otros con ella. Los últimos, los de las imágenes de la Hermandad de la Clemencia en plena Semana Santa. Y ahora la Sacramental de Santiago anuncia para el domingo 30 de mayo, Domingo de Trinidad, procesión eucarística con la Virgen de la Paz y el Santísimo Sacramento saliendo a la calle por un breve itinerario que consistirá en rodear en templo parroquial. Aprobado por las autoridades, anunciado por la hermandad y a una hora, tras la función de las diez de la mañana, perfectamente asequible para todo el que quiera asistir. Además, un día antes se celebrará en Arcos de la Frontera, perteneciente a la misma diócesis, un rosario de la aurora con la Virgen de la Soledad por las calles.
Jerez está sin obispo, con la sede vacante, desde el mismo mes de octubre, cuando el hasta entonces obispo de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, tomaba posesión como nuevo obispo de Canarias. Pero, ¿qué ocurre en Huelva, donde su nuevo obispo es nada menos que el ex obispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez Sierra? Pues no sólo es que días atrás se diera a conocer un decreto permitiendo el culto público (siempre con el permiso de las autoridades sanitarias, claro está), sino que en Cuaresma su vía crucis de las cofradías se celebró en la calle. Sí, en la calle. Mientras, en Sevilla dicen que el Cristo de la Corona presidió su vía crucis, lo que es mucho decir, dado que la pobre imagen no se movió del altar del Jubileo y el formato del rezo distó mucho del acostumbrado.
Pero, ¿qué ocurre en Córdoba? Pues que su obispo, Demetrio Fernández, se preguntaba estos días por qué no va a poder haber procesiones, si hay celebración de los famosos Patios cordobeses, atracciones de feria, corridas de toros... Y añadía, defendiendo la vuelta del culto público externo, siempre cumpliendo las normas que haya que cumplir, que los cofrades tienen derecho a proclamar su fe por las calles.
Y entonces, ¿qué ocurre en Sevilla? Pues que el arzobispo Asenjo prácticamente se despide de la Archidiócesis con un decreto en el que mantiene la prohibición de que las cofradías realicen cualquier tipo de salida procesional, traslado público, rosario de la aurora, vía crucis... y sólo permitiría, estudiando cada caso concreto, celebraciones religiosas al aire libre con traslado privado de las imágenes que las pudieran presidir. Dicho de otro modo: más límites incluso de los que se puso a la misa presidida por el Gran Poder el 1 de octubre en la plaza de San Lorenzo, donde sí que hubo traslado público; aunque, eso sí, con calles cortadas y aforo controlado al máximo de forma que sólo los elegidos pudieran asistir.
Y además, el Arzobispado anuncia que por segundo año nos quedamos sin procesión alguna del Corpus Christi. Ya sabíamos que la procesión habitual era imposible. Nadie en su sano juicio podría esperarla. Pero, ¿un año después está la cosa aún tan mal como para no pensar siquiera en una alternativa al tristísimo Corpus 2020?
Ante todas estas limitaciones en Sevilla y la clara apertura de mano en diócesis cercanas, todos los cofrades llegamos prácticamente a la misma conclusión: a Asenjo (y a unos cuantos de los que tiene alrededor) no le gustan las cofradías. Pero, ¿y si resulta que no se trata de eso? O mejor dicho: ¿y si no es sólo eso? Y matizo con ese SÓLO porque, sin ir más lejos, las normas de la pasada Cuaresma instando a las hermandades a desmontar pasos, altares y demás enseres en las parroquias antes del Jueves Santo parece dejar bien a las claras que en ocasiones las cofradías son vistas por la autoridad eclesiástica como una especie de estorbo, como ya comenté en su momento (ver).
La Candelaria en Jerez es una hermandad de barrio. Imaginemos que en Sevilla sale una dolorosa titular de una cofradía de barrio (o de centro, da igual) a las calles en un rosario de la aurora con traslado anterior y posterior al rezo por calles sin ningún tipo de control de aforo y confiando simplemente en la buena voluntad y en la prudencia de los asistentes (hermanos, devotos, medios, fotógrafos aficionados...). Parece complicado, ¿no? Y quien dice rosario de la aurora dice procesión, dice traslado, dice... 
Es evidente que el Arzobispado de Sevilla no quiere permitir nada que pueda dar lugar a imágenes poco respetuosas con la situación sanitaria que vivimos y que hemos visto en alguna que otra manifestación, celebración electoral, botellón, asalto de inmigrantes en la frontera... Se diría que el Arzobispado le tiene pánico a que se le pueda achacar que haya promovido actos generadores de multitudes. ¿Puede en Sevilla (al menos en la capital, pero el Arzobispado no puede hacer distinciones entre municipios) celebrarse un culto público con imágenes en la calle sin atraer a una gran cantidad de cofrades, devotos, aficionados y hasta, por qué no decirlo, curiosos?
Muchas voces critican a quienes se lamentan de la gran masificación que se da, por ejemplo, en Semana Santa en Sevilla; esas grandes bullas que algunos han elevado a la categoría de maravillosa seña de identidad, causa de nuestra alegría (si se me permite expresarlo así) para los cofrades orgullosos de que la religiosidad popular mueva a tanta gente. Casi hay que bendecir cada empujón, cada pisotón, cada atasco en una esquina, cada sillita de los chinos, cada caradura que se te pone delante al llegar el último después de estar tú esperando hora y media la salida de una cofradía.
Pero, ¿y si esa masificación que algunos bendicen y de la que presumen es precisamente lo que nos está dejando todavía sin posibilidad de cultos externos? ¿Y si a la hora de decidir si permitir o no el culto público el arzobispo de Sevilla está teniendo en cuenta el desbordado éxito de público (si también se me permite expresarlo así) del movimiento cofradiero de la ciudad. Porque, no nos engañemos: pensemos en la cofradía de gloria que atrae cada año a menos gente (cada uno que nombre a la que quiera). ¿Acaso si saliera mañana mismo no arrastraría a muchísimas más personas de lo normal para verla, como aquel Domingo de Resurrección de 2011 en que, tras una Semana Santa extremadamente lluviosa, la salida de la Resurrección y su madrugador recorrido de entonces conoció la mayor bulla de su historia?
¿Está siendo la Sevilla cofradiera, en estos tiempos de pandemia y de ver la luz al final del túnel, víctima de su propio éxito frente al más moderado seguimiento que provoca la vida cofradiera en las diócesis de nuestro entorno? Es mucho más fácil pensar que al arzobispo Asenjo no le gustan las cofradías, cosa que desde luego no descarto. Pero, pensemos también en esta otra opción. Pensemos.

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