La Hermandad de la Piedad de Jerez celebró el pasado domingo el acto de solemne veneración a su dolorosa titular, que recibió a los devotos en el presbiterio alto de la Real Capilla del Calvario, sobre una pequeña peana plateada y entre seis blandones dorados con cera blanca y dos jarras de su paso de palio con calas, claveles, margaritas y lilium, todo ello de color blanco.
Nuestra Señora de la Piedad estaba vestida con una antigua saya granate y con su manto de salida, obra de terciopelo negro bordado en oro por las Hermanas Antúnez en 1891. Además, tenía un fajín rojo con cuatro entorchados y borlones dorados, en cuyo nudo llevaba prendido un gran broche.
La dolorosa que este año, cuatro décadas después, volverá a salir a las calles en la jornada del Sábado Santo sujetaba un pañuelo blanco con la mano derecha y dos rosarios con la izquierda.
Detrás, en su camarín estaba la cruz de guía de la hermandad con un sudario colgando de sus brazos y dos de los faroles del paso del Cristo Yacente, imagen que veíamos más abajo sin su urna de plata de Juan Laureano de Pina, aunque sí con los ángeles que la sostienen. Y ante el Señor, dos pequeños faroles y siete guardabrisas con codales de color negro.
El montaje de este acto de veneración se completaba con la presencia de cuatro jarras más del palio, dos con las mismas flores blancas ya descritas y las otras dos, más cerca del retablo, con claveles de tonalidad púrpura como los que había a los pies de la cruz de guía, cuyos faroles de acompañamiento estaban en los laterales. Finalmente, en el lado derecho se situó el estandarte corporativo, mientras que en el izquierdo había una cruz alzada con manguilla entre ciriales.
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