miércoles, 18 de abril de 2012

MADRUGÁ 2012: DE LA INCERTIDUMBRE AL MILAGRO

Nadie apostaba por una Madrugá como la que vivimos. Con un Jueves Santo sin una sola cofradía en la calle todo parecía apuntar a una reedición de la noche en blanco de 2011; o por lo menos a la ausencia de las primeras hermandades. Pero el milagro se produjo. Habría sido demasiado dos años seguidos sin esperanza y sin el gran poder de las imágenes por las calles. Se hizo esperar la primera, la Macarena, que si habitualmente abre las puertas de la Basílica minutos antes de la hora oficial, este año lo hizo algunos minutos después. Ahora bien, cuando esto ocurrió y la Centuria Juvenil empezó a redoblar, la alegría se extendió como la pólvora por la calle Resolana y la Feria, donde mucha gente estaba ya esperando a la cofradía.


Sí se notó algo menos de público que otros años. Quizá las escasas probabilidades de vivir una Madrugá como Dios manda hizo que mucha gente de fuera no se desplazara hasta Sevilla y a otros les echaría para atrás el intenso frío que hizo durante toda la noche y al amanecer.
El caso es que cuando salió el misterio del Señor de la Sentencia y atravesó el arco, pudo ser seguido con cierta comodidad a lo largo de Resolana. Fue el momento de comprobar el resultado de los nuevos andares del paso tras hacerse cargo del mismo Antonio Santiago, una vez retirado Miguel Loreto. Como se preveía, el tradicional movimiento fue moderado, con menos costero y más andar de frente, como se caracterizan en general todos los pasos llevados por este capataz. Precisamente por ello, muchos achacan a Santiago no adaptarse a las características propias de cada hermandad y llevar todos los pasos igual. Es cuestión de opiniones, aunque es innegable que hubo una mayor sobriedad que otros años en la forma de andar del paso de la Sentencia.











A eso de las dos de la madrugada salía la Virgen de la Esperanza. Al igual que en su última estación de penitencia, la de 2010, la Macarena llevaba el manto camaronero, el que tiene ya 112 años de antigüedad. Para el año que viene estará ya restaurado el de tisú. También se pudo acompañar el paso de palio por Resolana, entre la algarabía propia de esta salida y continuos gritos de “¡Macareeeeeeeena (cuantas más ‘es’ más capacidad pulmonar tiene el que grita), guapa!” que tanto horrorizan a muchos y que, de hecho, han pasado ya de ser una expresión de devoción popular para ser más una forma de dar el cante, y nunca mejor dicho, de graciosos con afán de protagonismo.










La contraposición la encontramos en el Silencio, que asomaba con celeridad desde Francos hasta Villegas camino ya de su templo. Todo es un monumento en esta hermandad; un monumento medido e inmutable que va admirando y acallando a la gente desde la cruz de guía.


En seguida, la intensa nube de incienso y los ciriales anuncian la llegada de Nuestro Padre Jesús Nazareno, precedido por esas saetillas que de tanto en tanto suenan casi como pequeñas oraciones casuales que van surgiendo a su encuentro. Sin concesiones, el paso que debió generar una intensa contestación en su estreno, allá por los inicios del siglo XX, debido a las líneas ondulantes y esas esquinas sin tallar tan características, fue alejándose hacia el Salvador.





Una de las insignias más destacadas en una hermandad concepcionista como ésta es el Simpecado, reproducción que hace algunos años se hizo de la pieza original de Hijo de Olmo (1920). Tras él, el cuerpo de nazarenos del paso de palio, al que más que a ningún otro le pega esa calificación de monumento; no en vano, sus bambalinas se inspiraron en la fachada de la Catedral de San Marcos, de Venecia. La Hermandad del Silencio tiene, pese a su denominación popular, unos sonidos tremendamente característicos, como son los del llamador y las levantás de este palio. En la esquina de Francos y Villegas tuvo lugar el relevo de costaleros. Nada que ver con lo que ocurre en otras cofradías. En ésta, los hombres salieron del paso y se retiraron discretamente casi sin hacer el menor ruido.







Al Gran Poder hay que buscarlo en el inmenso rodeo que se ve obligado a realizar para regresar a San Lorenzo esquivando al resto de hermandades de la jornada. Otro sonido reconocible es el golpe de los palermos de los nazarenos que se sitúan detrás de cada insignia sobre los adoquines. Caminan con una cierta rapidez los muchísimos hermanos que acompañan a las imágenes de la cofradía. De esta forma, antes de lo esperado aparece en la calle Castelar el Señor de Sevilla sobre su restaurado retablo móvil, que en la Madrugá se hace prácticamente invisible al dirigirse todas las miradas a la talla con la que Juan de Mesa alcanzó la gloria como imaginero.










Y también anda deprisa, con un característico bamboleo de sus rectas caídas, el paso de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso. Merece la pena detenerse en la contemplación de la dolorosa y el discípulo amado que se cobijan bajo este palio y en los bordados de Rodríguez Ojeda de todo el conjunto. El cierre del largo cortejo, como no puede ser de otra forma, lo componen cuatro nazarenos con sus sonoros palermos tras los penitentes. Un cierre humilde para una cofradía que saca a las calles el Gran Poder de Dios.








Ver amanecer junto al Calvario es una buena opción después de una noche de emociones y continuos paseos por la ciudad. El día comenzaba completamente despejado, imagen que contrastaba con las predicciones de lluvia que tan nerviosas iba a poner a las cofradías de capa. Con calma, pero sin detenerse más de lo necesario, como habitualmente camina la cofradía, el Cristo del Calvario recorrió la calle Zaragoza para salir a la Puerta de Triana, donde el crucificado queda perfectamente enmarcado por las cuatro palmeras que simbolizan el vano de la muralla que se situaba justo ahí. El paso del crucificado de Ocampo, la mesa de billar, como burlonamente fue calificado en su estreno en 1909, llevaba el exorno floral de siempre: lirios morados en el monte (el único monte que mantiene la apariencia rocosa que se empezó a perder hace décadas) y claveles rojos en las jarras.











Detrás, la Virgen de la Presentación, que caminaba más deprisa, quizá por el ligero retraso que llevaba la cofradía. La escasa luz que recibe la Hermandad del Calvario se la lleva este palio de cajón que ofrece una imagen muy diferente a la del inicio de la noche. En muy pocas chicotás alcanzó la dolorosa de Astorga la parte más ancha de la calle San Pablo, donde reviró para entrar en la Parroquia de la Magdalena, que silenciosamente cerró sus puertas con el palio situado frente a frente al misterio de la Quinta Angustia, que no pudo salir la tarde anterior.









Con el amanecer llegaron las prisas para las tres hermandades que quedaban en la calle, hasta el punto de modificar todas el itinerario de vuelta. Así, la Macarena recorrió al completo la calle Feria para salir directamente a Resolana. En el caso de la Esperanza de Triana, la primera demostración de las prisas que había por esquivar una lluvia que no llegaba se vio en la calle Adriano. El misterio de las Tres Caídas llegó a volverse frente a la puerta del Baratillo, pero rápidamente Paco Ceballos mandó “derecha 'alante', izquierda atrás” para continuar hacia Pastor y Landero. Después, una vez cruzado el puente, buscó directamente la calle Pureza. El Señor vestía la túnica bordada en la que Francisco Javier Sánchez de los Reyes reprodujo un diseño de Rodríguez Ojeda de 1898, y que se estrenó en 2008.













La Virgen de la Esperanza parecía llevar algo más de prisa. Tardó poco en llegar a la calle Adriano, a pesar del largo cortejo de nazarenos de la cofradía. En este caso, el saludo a la Hermandad del Baratillo consistió únicamente en una breve parada ante la Capilla, sin volver el paso. El manto que llevaba era el de los dragones, bordado por Elena Caro en 1947. Como curiosidad, hay que señalar que el tocado escogido fue el conocido como “refregao”, que es el que llevaba hace justo cincuenta años, cuando volvió a la Capilla de los Marineros tras abandonar San Jacinto.









Las prisas por volver a casa se notaron sobre todo en la Hermandad de los Gitanos, cuyo cambio de itinerario recordó otros tiempos, al tomar por el Salvador, Cuna, Laraña, Encarnación e Imagen. Hasta que no estuvo cerca de la calle Verónica, sin que prácticamente en ningún momento se escondiera el sol, no ralentizó el ritmo de paso de forma considerable. El gran estreno de la cofradía fue el que se frustró en 2011, como era la recuperación de la agrupación musical propia detrás del Señor de la Salud, vestido este año con túnica de terciopelo azul. No lo hizo mal la nueva/antigua formación. ¿Mejor que Virgen de los Reyes? ¿Peor? Como fan incondicional de la agrupación que dirige Juan Ramírez Téllez no puedo ser objetivo. La música fue tema electoral en la hermandad y el resultado es el que hemos podido ver y escuchar por las calles este año.










No seré objetivo tampoco al decir que la Virgen de las Angustias iba hermosísima, tanto por el tocado como por el manto azul pavo, al que la luz del mediodía otorga aún mayor belleza, y el fajín morado. Sí, también he de reconocer que prefiero el manto azul que el de la duquesa.














Al igual que ocurre el Miércoles Santo con Rafael Díaz Palacios en el Baratillo, tampoco Alberto Gallardo puede alejarse mucho del llamador de su Virgen de las Angustias, la que huele a canela y clavo, pese a estar ya retirado.





La velocidad en el regreso a sus templos de las Esperanzas y los Gitanos dejaron a los cofrades con ganas de más. Pero al menos este año hubo Madrugá y las seis hermandades pudieron realizar sus estaciones de penitencia. Habría sido demasiado dos años seguidos de noche en blanco.

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