lunes, 11 de abril de 2016

MADRUGÁ 2016: NOCHE Y MAÑANA DE COFRADÍAS, Y SÓLO DE COFRADÍAS

El Jueves Santo dio paso a una Madrugá que, pese a las malas experiencias de años anteriores, fue una jornada estrictamente cofradiera. Una noche y una mañana en las que las únicas protagonistas fueron las seis hermandades que realizaron sus estaciones de penitencia con total normalidad, sin que ningún otro hecho externo alterara la jornada.
Hay que tener en cuenta que veníamos de una Madrugá de 2015 donde hubo una vez más botellones, carreritas y hasta un escape de gas. Pero eso quedó en el recuerdo. La de 2016 ha sido una Madrugá tranquila y ajustada al guión previsto. En este sentido, hay que subrayar el cumplimiento, salvo excepciones puntuales, de los horarios por parte de las cofradías, que evitó los clásicos problemas y tapones en los cruces que todos sabemos.
Eso no quiere decir que el acuerdo in extremis de las seis cofradías para este año, que supuso dejarlo todo prácticamente como estaba salvo algunos detalles, no fuera, que lo fue, un parche. Un parche que evitó un plan del Consejo que a pocas gustaba. Nada como pretender imponer un plan a las hermandades para que se esfuercen en llegar a un acuerdo entre todas ellas que tan difícil parecía. Un acuerdo, sí; pero un parche. La Madrugá sigue dependiendo de endebles hilos que este año, porque así se ha querido, han resultado.
Una de esas ligeras modificaciones de esta Madrugá, y quizá la más llamativa, era el rodeo de la Hermandad del Silencio, como el Buen Fin el Miércoles Santo, por Daoiz, García Tassara y San Miguel, para salir a Jesús del Gran Poder. Esto dio un pequeño margen a la Macarena para terminar de pasar por Trajano en dirección a la Plaza del Duque.
De esta forma, el Silencio estrenaba en la recta final de su estación de penitencia el mencionado rodeo, saliendo de San Miguel y alcanzando una Plaza del Duque en la que se notó una reducción de público con respecto a otros años, que ha sido la tónica general de esta Madrugá, en contraste con el aumento registrado en otras jornadas.
El paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con sus clásicos lirios morados, regresaba a San Antonio Abad con calma, sin correr demasiado. Vestía el Nazareno la túnica morada bordada en oro en el taller de Hijos del Miguel del Olmo, según diseño de Herminia Álvarez Udell (1919).












La entrada de la cofradía este año estaba prevista para una media hora más tarde que en años anteriores debido al cambio del itinerario de regreso, por lo que con algo de retraso sobre lo acostumbrado, llegaba a la zona del Duque el paso de palio de la Virgen de la Concepción.
El año pasado, durante la celebración del cuarto centenario del voto de sangre en defensa de la Inmaculada Concepción, los diferentes elementos del paso de palio fueron los enseres centrales de la interesante exposición celebrada en el Hospital de la Caridad. Sin embargo, es en la calle y, en este caso, con toda la candelería encendida, donde un paso de palio, y más uno tan particular como éste, alcanza toda su dimensión y belleza.
La Virgen de la Concepción y San Juan Evangelista, entre su invariable exorno floral de azahar, caminaban con tranquilidad en el regreso a su templo, acercándose al final de una brillante estación de penitencia.













La Hermandad del Gran Poder no ha modificado su itinerario, aunque sí su hora de entrada, que se ha adelantado en quince minutos, gracias al compromiso de la Esperanza de Triana en dejar libre a tiempo el cruce entre Zaragoza y Gravina con San Pablo.
Pero lo fundamental no estaba en el reloj ni en el laberíntico diseño de itinerarios, sino en la positiva contemplación del Señor del Gran Poder sobre su paso con túnica bordada. Ocho años después de la última ocasión en que el Señor dejó en las vitrinas la túnica lisa (aquel año llevó la conocida como túnica de los Cardos), esta Madrugá ha salido con la más antigua de las túnicas que conserva, la de la corona de espinas, bordada por Teresa del Castillo, según diseño de su marido, Antonio del Canto.
La última vez que pudo verse en la calle a Nuestro Padre Jesús del Gran Poder con esta túnica fue en 1948. Esperemos que no haga falta que pasen otras siete décadas prácticamente para que se repita.
Eran cerca de las siete de la mañana cuando el Señor, pisando un monte de claveles rojos, pasaba por la Plaza de la Gavidia buscando la calle Cardenal Spínola en dirección a la Plaza de San Lorenzo.















Con su característico paso largo y la amplia mecida de su palio, llegaba por Virgen de los Buenos Libros el paso de palio de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, junto a San Juan Evangelista.
Amanecía ya, debido a que aún no se había producido el cambio de hora, cuando el palio se alejaba de la Parroquia de San Vicente y seguía los pasos del Señor del Gran Poder por San Juan de Ávila hacia la Gavidia.
Después de llevar el año pasado el manto del taller de Fernández y Enríquez, en esta ocasión llevaba el de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, a juego con el palio, bordado también en oro sobre terciopelo rojo. Claveles blancos, una vez más, compusieron el exorno floral.
















Era completamente de día cuando por la calle Zaragoza buscaba la Parroquia de la Magdalena la Hermandad del Calvario. En completo silencio, el crucificado de Francisco de Ocampo regresaba a su templo entre dos jarras con claveles rojos, mientras que llevaba lirios morados en el friso y sobre los respiraderos.
Con los hachones ya muy gastados, el Santísimo Cristo del Calvario avanzaba con rapidez realizando breves paradas en las que el llamador sonaba con fuerza sobre la madera de un paso que, en el momento de su estreno hace más de un siglo, fue calificado, no sin guasa, como la mesa de billar al revés. No estaban los cofrades de entonces preparados para un tipo de paso que después iba a ser imitado hasta la saciedad incluso fuera de Sevilla y Andalucía.
















Y detrás, cerrando el cortejo más corto de las hermandades de la Madrugá, venía el paso de palio de la Virgen de la Presentación, que el año que viene estrenará unos faldones bordados por parte de Adoración Velasco, siguiendo el diseño del palio y del manto, que como los de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, son obra de Rodríguez Ojeda.
Merece mucho la pena este conjunto que cobija a la dolorosa tallada por Juan de Astorga, que siempre cuenta con claveles blancos como exorno floral, del que llama la atención la presencia de cuatro o cinco claveles muy sueltos en las jarritas delanteras.
Sin prisa, pero sin pausa, el paso de palio de la Virgen de la Presentación siguió su camino hacia la Magdalena dejándonos la contemplación de su maravilloso manto azul con un tupido bordado lleno de detalles.





















Las hermandades de negro de la Madrugá estaban ya dentro de sus templos o regresando a ellos, con lo que sólo quedaban las tres cofradías de capa. Por Arfe y Adriano discurría la Hermandad de la Esperanza de Triana sobre las ocho de la mañana.
Tras un largo cortejo de nazarenos de túnica y antifaz morados con capa blanca, este año con un tramo más, caminaba con su habitual mecida el paso de misterio del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, vestido este año con la túnica que reprodujo en 2008 el diseño de una anterior de Rodríguez Ojeda, a través del trabajo de recuperación de Francisco Javier Sánchez de los Reyes.
En cuanto al exorno floral del monte del paso, estaba compuesto por una variedad de lirios y jacintos morados, con rosas y claveles rojos, entre otras especies. Detrás, la Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas, con su habitual colección de seguidores.
Ante la Capilla del Baratillo se dieron cita multitud de cofrades que no quisieron perderse el clásico recital de marchas y movimientos del paso de misterio; y entre ellos, una nazarena del cortejo de la Esperanza, que aprovechó para, lejos de su lugar en la fila, grabar con su móvil la escena.
















Más tarde, hacía su aparición el paso de palio de Nuestra Señora de la Esperanza, que atravesó el Arco del Postigo a los sones de la marcha “Virgen de la Paz” por parte de la Banda de Música Santa Ana de Dos Hermanas.
Vestía este año la Esperanza de Triana el manto conocido como el de los dragones, de Sobrinos de Caro, junto a la saya de tisú de las hermanas Martín Cruz. En cuanto al exorno floral, tenía una bella composición de diferentes especies de tonos rosas, con la exuberancia habitual en las esquinas. Una exuberancia presente también en las velas rizadas, que en la parte superior de la candelería dificultaban en exceso poder contemplar el rostro de la Virgen.
Tras el Postigo, por donde el palio discurrió con los faldones levantados para que entrase más aire para los costaleros, la Esperanza de Triana continuó por Arfe, donde sonó “Aniversario en Pureza”, seguida posteriormente por “Azul y plata” en la Puerta del Arenal, camino del Baratillo, donde iba a encontrarse con la Virgen de la Caridad, ataviada en este 2016 con el otro manto de salida de la Esperanza, el de Borrero.
























La calle Feria estaba llena de gente ansiosa por contemplar al Señor de la Sentencia y a la Virgen de la Esperanza en el regreso a casa de la Hermandad de la Macarena. Los nazarenos caminaban muy pegados y amontonados antes del paso de misterio, que ha vuelto este año al clasicismo de los claveles rojos, después de los de color malva que llevó en 2015, coincidiendo con el estreno de una túnica de terciopelo del mismo color bordada en plata. En esta ocasión, la túnica que ha lucido ha sido la bordada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda en oro sobre terciopelo morado en 1910.
Al igual que el año pasado, uno de los sanedritas del paso llevaba el frigio, un tipo de gorro que tanto llamó entonces la atención. A esto se han unidos otras curiosidades en la vestimenta de las figuras segundarias del paso de misterio, como el kipá que tenía el encargado de leer la sentencia o el velo, con apariencia de mantilla de color azul, que lucía Claudia Prócula.
La Banda de la Centuria redoblaba con fuerza en este retorno a la Basílica e interpretó la marcha “Cristo del Amor” en el giro de Feria a Relator, provocando en su parte final el clásico pasito atrás tan característico del misterio de la Sentencia, llenándose a continuación esta calle de plumas blancas detrás de las que van en el propio paso.


























Muchos, muchísimos nazarenos detrás que andaban tan despacio que en muchas ocasiones pasaban varios minutos sin avanzar, hizo su brillante aparición el paso de palio de la Esperanza Macarena, que llevaba el manto de tisú bordado por Rodríguez Ojeda en 1930, además de la saya de los volantes de Victoria Caro.
De la parte más estrecha de Feria salió a los sones de la marcha “La Macarena”, de Paco Lola. Posteriormente, fue girando ante la Capilla del Rosario, de la Hermandad de Monte-Sión, para situarse cara a cara con la dolorosa del Jueves Santo y con la representación de la hermandad con estandarte y varas.
Una vez detenida ante la capilla, la levantá que ordenó el capataz, Antonio Santiago, fue a pulso, tras la que comenzó la interpretación de la marcha “Rosario de Monte-Sión”, a cargo de la Banda de Música del Carmen de Salteras.
A continuación, la Esperanza, entre sus habituales claveles blancos, siguió adelante por la calle Feria con “Coronación de la Macarena”, rodeada de devotos y cofrades que trataban de seguir sus pasos, pese a la enorme dificultad dada la gran cantidad de personas que pretendían lo mismo. Con la plenísima luz de la mañana del Viernes Santo se puso fin a la sensación de reducción de público que se había dado durante la noche.

































Y cerrando la Madrugá, la Hermandad de los Gitanos, que también ha modificado ligeramente su itinerario por Amor de Dios y San Miguel para salir a Trajano dejando antes libre la calle Laraña para la Macarena.
Por el sector Ponce de León-Cristo de Burgos, completamente lleno de gente, volvía a casa la cofradía, con el paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud adornado íntegramente con rosas rojas, sobre las que se veían numerosos claveles y pétalos lanzados por los devotos desde los balcones a lo largo del itinerario. Había, además, varios pétalos rojos enredados en la corona de espinas y en una de las potencias.
El Señor, por su parte, vestía su túnica lisa de terciopelo morado, que se movía al compás de las marchas que iba tocando la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Salud, de la propia hermandad. Para el próximo año está previsto el estreno de una túnica bordada, aunque no se sabe si la llevará sobre su paso en la estación de penitencia. Por Ponce de León, por donde el Señor avanzaba con lentitud, sonó todo un clásico: “Alma de Dios”.



























Por último, a los sones de “Salve, Madre de la Salud” por parte de la Banda de las Nieves de Olivares, discurría por la Plaza del Cristo de Burgos el paso de palio de la Virgen de las Angustias, ataviada con el manto azul, sobre el que lució una mantilla blanca que hacía varios años que no sacaba, aunque sí se pudo ver así a la dolorosa en el besamanos extraordinario celebrado en noviembre de 2013 como culminación de los actos del XXV aniversario de la Coronación Canónica (ver).
La Virgen de las Angustias, con un exorno floral formado por una variedad de especies de tonos blancos, rosas y azules, recibió el cante de una saeta ante San Pedro antes de continuar hacia Almirante Apodaca, donde coincidieron viendo a la Hermandad de los Gitanos los hermanos mayores de la Hiniesta, la Exaltación y el Gran Poder. De San Pedro se marchó la dolorosa de los Gitanos a los sones de “Virgen de los Estudiantes”.
























El regreso a sus templos de las cofradías de capa cerraba una Madrugá magnífica en todos los aspectos, aunque, eso sí, pendiente de una remodelación que sigue siendo necesaria para evitar volver año tras año sobre el mismo tema.

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