sábado, 30 de abril de 2011

VIERNES SANTO 2011: SOBRÓ LA CIENCIA

Después de varios días hablando de porcentajes y probabilidades, tuvo que venir el arzobispo, Juan José Asenjo, para subrayar lo obvio con total rotundidad: cuando está lloviendo no se puede salir. Lo hizo en El Cachorro durante una mañana de Viernes Santo en la que para ver a la Macarena, a la Esperanza de Triana o a Los Gitanos había que ir a buscarlos a sus templos.


La cara de circunstancias del hermano mayor del Cachorro, José María Ruiz, lo decía todo. Poco antes de las doce y media de la mañana, más de tres horas antes de la salida de la hermandad, monseñor Asenjo ya estaba invitando a ganar en oración y reflexión lo que se iba a perder en lucimiento externo. El Cristo de la Expiración y la Virgen del Patrocinio se iban a quedar en casa; y eso lo sabía el arzobispo sin necesidad de consultar partes meteorológicos ni preguntar a ningún físico casi ascendido a los altares durante esta última Cuaresma (aunque luego demostrara el de Indiana que se equivoca tanto como cualquier otro).
Casi lo mismo diría después en San Buenaventura, donde un leve arqueamiento de ceja de José Félix Romero mostró su contrariedad ante el rotundo dictamen del arzobispo: la Soledad tampoco saldría. En cualquier caso, antes de marcharse del templo se dirigió directamente al hermano mayor: “Paciencia y resignación”.
Pero vamos por orden. Efectivamente, la Hermandad del Cachorro fue la primera en rendirse a la evidencia. Ya es mala suerte la de José María Ruiz. En sus ocho años como hermano mayor sólo ha podido realizar con normalidad (sin quedarse en casa y sin tener que buscar refugio por el camino) tres estaciones de penitencia. Podríamos decir que, en su relación con la lluvia, el Viernes Santo es la antítesis del Miércoles.


No tardó en llegar la segunda negativa. La Carretería se quedaba en la antigua calle Varflora, sin poder salir de una capilla que este año cumple dos siglos y medio desde que el gremio de toneleros se la regalara a la corporación. Dentro se quedaron, por tanto, los dos estrenos del año, que no eran sino la finalización de los de 2010: la restauración de los respiraderos del misterio, completando así la del canasto el año pasado, y los nuevos sobrefaldones laterales, en la misma línea de los delanteros que ya se pudieron ver en la calle el anterior Viernes Santo.



A esa hora no todo estaba perdido en Triana. El Cachorro ya no saldría, pero aún quedaba saber qué haría La O. De momento, pidió media hora de margen; aunque lo cierto es que le sobró la mitad del tiempo. Tampoco salió una hermandad que tenía muchos motivos para ponerse en la calle. El principal era, sin duda, homenajear al desaparecido capataz Rafael Ariza, cuyos descendientes iban a pasear al Nazareno de la calle Castilla y a la Virgen de la O por primera vez sin la compañía de toda una leyenda en la hermandad al frente de sus pasos. Las nubes, quizá, no quisieron dejar de llorar su ausencia. Pero, además, 30 cirios de la candelería del palio tenían escritos los nombres de otros tantos niños nacidos al amparo de la Fundación Virgen de la O, que ofrece apoyo a mujeres embarazadas que se encuentran en situaciones difíciles.


Por otro lado, el paso del Nazareno presentaba la canastilla recién dorada tras su restauración. ¡Qué acertados estuvieron los hermanos de La O cuando votaron en contra de sustituir este paso! Menos mal que ellos pusieron la cordura frente al loco que propuso desecharlo.


En San Buenaventura se empeñaban en luchar contra los elementos. Mucho tiempo esperó la hermandad para decidirse. Quizá no se resignaban, como recomendó el arzobispo, a la idea de quedarse sin salir poco más de un mes después de que también la lluvia les robara la ilusión de ver al Cristo de la Salvación recorrer las calles sobre un paso como conmemoración del 75 aniversario de la talla de la imagen.
Puede que, para paliar la pena del Hijo, dispuesto en su lugar habitual de culto, la Madre decidiera quedarse también sin salir este año. Y eso que el hermano mayor de la cofradía lo intentó todo; incluso se le pudo ver en la azotea del convento mirando al cielo, tratando de calcular de dónde venían las nubes, a dónde iban, si traían más agua… Sobraban los partes, sobraba la ciencia. Pero el método tradicional, el que se usaba cuando no había radares ni páginas web de información meteorológica más o menos fiable, tampoco permitió otra cosa que no fuera suspender la salida. Y a esa pena, doble pena después de lo del Cristo, se sumó el tener que desmontar el paso deprisa y corriendo, siguiendo las directrices de los franciscanos. “Paciencia y resignación”, recomendó el arzobispo. “Y tanto”, responderían los hermanos de la Soledad…



Ya sólo quedaba el triángulo final del día. La de San Isidoro, la verdad, ya se daba por perdida desde primera hora de la tarde, por no decir de la mañana. Sin sorpresas: San Isidoro no sale. Lástima. Era la segunda y muy probablemente última ocasión de ver a la Virgen de Loreto con el manto de la Virgen de la Salud.
Con muy poco tiempo de diferencia, desde el antiguo Convento de la Paz llegó la penúltima decepción: La Mortaja tampoco sale, dejando para 2012 el muy acertado itinerario que había decidido la nueva junta de gobierno, por San Juan de la Palma, Feria, San Martín, San Andrés…
Y todo se jugaba a una sola carta. ¿Intentaría Montserrat repetir el éxito de 2004, cuando, tras el aguacero que soportaron La Carretería y El Cachorro, fue la única hermandad en poder realizar su estación de penitencia? Ya veníamos todos escarmentados de lo del Martes, cuando soñábamos con que La Bofetá emulara hazañas anteriores que no se pudieron reeditar. Y lo que Montserrat reeditó fue lo que unas cuantas horas antes habían hecho sus vecinas de la Quinta Angustia y El Calvario: quedarse en casa, único lugar donde pudo lucirse el paño de la Verónica, pintado este año por Fernando Fernández Goncer.





Suma y sigue: cuarta jornada de la Semana Santa sin cofradías en la calle. Ya parecía que había pasado un siglo desde que vimos a la Virgen de Regla regresando por Orfila…

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