viernes, 13 de abril de 2018

VIERNES SANTO 2018 JEREZ: PRECIPITADO FINAL A UNA JORNADA COMPLETA

El Viernes Santo llevaba con la espada de Damocles meteorológica encima desde varios días antes. Muchos lo daban por perdido y la decepción de la Noche de Jesús, con cuatro ausencias y sólo la Hermandad del Nazareno en las calles, hacía presagiar que la jornada que cierra la Semana Santa jerezana iba a estropearse, o directamente se quedaría en blanco.
Pero el cielo abrió y, aunque alguna nube se paseaba por el paisaje de vez en cuando y había un viento algo molesto en ocasiones, la cosa parecía arreglarse y las cinco cofradías acabaron saliendo a las calles para realizar sus estaciones de penitencia.
Temprano tenía fijada su salida la primera, la Hermandad de las Viñas, nombre popular que parece ir cayendo en desuso por parte de muchos cofrades que se refieren a ella como la Exaltación. Para quien esto escribe, el niño que apuraba las horas de la Semana Santa del reencuentro, siempre será las Viñas, nombre de la advocación mariana titular de la parroquia en la que tiene su sede.
Para dejar claro que la cosa iba en serio y que el Viernes Santo parecía arreglarse, las puertas de la parroquia se abrieron a las 15,37 de la tarde, aunque la hora oficial de salida es las cuatro menos cuarto. Había ganas de cofradía y la cruz de guía reformada hace algunos años dio paso a los nazarenos de llamativas túnicas blancas con capirote y capa de raso celeste, a juego con el cielo que en ese momento decoraba la ciudad.


Los dos pasos de la cofradía se encontraban en el presbiterio de la parroquia. Cuando el cortejo del misterio estaba ya casi al completo en la calle, el capataz, Manuel Jesús Tristán, lo hizo levantar para poco a poco ir acercándolo a la puerta buscando la calle. La Agrupación Musical de la Sentencia, que completaba con las Viñas sus acompañamientos en la Semana Santa jerezana, comenzó entonces a interpretar la marcha "Concepción" al ser éste el momento en que el Cristo de la Exaltación se despide de la Virgen de la Concepción hasta la recogida.
La marcha concluyó y el paso se detuvo bajo el dintel antes de afrontar la salida a la Plaza de María Santísima de la Concepción Coronada, nombre que recibe el espacio abierto frente a la puerta principal del templo. A continuación, el misterio se levantó y salió con el Himno de España, que se encadenó con las primeras marchas que sonaron detrás a cargo de la agrupación, que salió también desde dentro del templo.
El paso, ya completo en labores de talla y dorado, estrenaba cuatro imágenes para las capillas de los respiraderos, realizadas por Fernando Aguado y que representan a San Francisco, Santa Elena, Moisés y San Heraclio. Es el tercer paso que quien esto escribe le ha conocido a esta hermandad, realizado entre Francisco Pineda y su discípulo Alexis Sánchez. El paso anterior es el que hoy tiene la Hermandad de la Milagrosa de Sevilla para el misterio del Puente Cedrón.
Muchos vecinos disfrutaron en las primeras calles de su recorrido con el andar del paso de la Exaltación, que tiene tallas de diferentes autores. El Cristo es de Luis González Rey, autor también de la Magdalena arrodillada, mientras que los cuatro sayones que colocan la cruz en posición vertical son de Francisco Pinto. Y las tallas más recientes, que son José de Arimatea, dos soldados romanos y una mujer, son de Fernando Aguado.



































Detrás, tras su cortejo de nazarenos, en el que se ha estrenado el guión conmemorativo de su Coronación Canónica, que tuvo lugar en 2004, estaba a punto de salir la imagen de María Santísima de la Concepción, que fue la primera de las tres dolorosas jerezanas que han sido coronadas canónicamente.
Su palio azul alcanzó la puerta y, antes de salir, la levantá se dedicó a su barrio y a todos los niños que iban a acompañarla por las calles de Jerez. La Virgen de la Concepción llevaba además un broche en la cintura donado por los costaleros con forma de pez, en alusión a Gabriel, el niño almeriense asesinado. El 'Pescaíto' simbolizó así a todos los niños junto a la dolorosa.
La Banda Municipal de Música de Villalba del Alcor se encargó de acompañar a este palio, tras el que en la misma plaza del templo encadenó las marchas "Coronada en las Viñas" y "Rosario de Monte-Sión" después de ser levantado a pulso.
Si el paso de misterio contaba como exorno floral con un conjunto de rosas rojas y cardos, el paso de palio de la Viñas llevaba fundamentalmente rosas de un tono rosa muy claro, entre otras flores, además de algunos racimos de uvas. Incluso las maniguetas de este palio tienen pequeños racimos de orfebrería en sus puntas.
Tras dejar atrás su plaza, el paso de palio de la Virgen de la Concepción tomó la Ronda de los Viñedos, donde la banda interpretó "Como tú, ninguna", y pasó junto a un retablo cerámico que reproduce su rostro antes de marcharse por la calle Magallanes rumbo al centro, dejando ver su manto de terciopelo azul, bordado por Carrasquilla entre 1976 y 1980, cuyo diseño copiaría años después José Ramón Paleteiro para el manto de la sevillana Virgen de Gracia y Amparo de los Javieres, estrenado en 2010. Las influencias estilísticas entre Sevilla y Jerez van en ambas direcciones, y la Hermandad de las Viñas es el perfecto ejemplo de ello.






























De las Viñas vamos a la Hermandad del Cristo, como se conoce popularmente a la del Santísimo Cristo de la Expiración, una imagen que concita una gran devoción entre los jerezanos. Por tercer año, la cofradía ha tenido que salir desde el Convento de San Francisco al estar su sede, la Ermita de San Telmo, cerrada por obras de restauración; un exilio que parece que finalizará el próximo mes de junio, cuando se reabra al culto.
Así pues, pese a que en la Noche de Jesús la Hermandad de las Cinco Llagas se quedó sin salir, al menos sí se abrieron las puertas del templo franciscano para la salida del Cristo. Además, esta cofradía tiene una estrecha relación con la de la Yedra, que tampoco pudo salir en la Madrugada del Viernes Santo, por lo que los cofrades del Cristo invitaron a los de la Yedra a salir con sus túnicas de nazareno y hacer con ellos la estación de penitencia. De esta forma, varias parejas de nazarenos de túnica y capa blancas con capirote verde se integraron en el cortejo, mientras que otros hermanos, con el estandarte corporativo, se situaron en la esquina de la Plaza Esteve con la calle Corredera como saludo a la Hermandad del Cristo, ya que en el recorrido habitual de esta cofradía cuando sale de San Telmo pasa por delante de la Ermita de la Yedra. Pese al exilio y la distancia, la Yedra no deja de salir a recibir a sus hermanos del Cristo.


Y otra hermandad de la Madrugada, la del Nazareno, también forma parte del cortejo del Cristo con sus túnicas y su estandarte, algo que se produce todos los años debido a la relación que mantienen ambas corporaciones, que tienen bastantes similitudes entre sí. Ambas tienen tres pasos, siendo el segundo el de San Juan; ambas llevan sus pasos a la manera jerezana (característica que comparten con la de Amor y Sacrificio), salvo el paso de palio de la Virgen del Valle; y en ambos casos, aunque la del Cristo tiene nazarenos con capirote, hay hermanos que llevan una toca egipcia en la cabeza, algunas de las cuales presentan bastantes adornos en su parte trasera.
Tras salir de San Francisco a las cinco y media de la tarde, hora más tardía que la habitual saliendo de San Telmo, pronto se oyó el Himno de España interpretado por la Agrupación Musical San Juan, que llevaba ya bastantes horas de música desde que empezó con la Hermandad de Bondad y Misericordia el Jueves de Pasión (ver), y a la que aún le quedaba ir tras el paso del Resucitado el domingo.
No es que el paso del Cristo de la Expiración preste demasiada atención en su caminar a las marchas que se tocan detrás, dado que camina y se para independientemente de que la agrupación esté o no tocando. De hecho, al Cristo, especialmente en la salida y en determinados momentos de su recorrido, lo que más le acompaña son las palmas, los oles y las saetas que se van sucediendo a su paso. Una saeta, por cierto, se le cantó desde una de las aceras de la calle Corredera, antes de alcanzar la Plaza del Arenal, a la que se marchó precisamente con la marcha "La saeta".
Impecable el tupido monte de claveles rojos del paso, así como la vegetación que se enreda cada año en los candelabros de guardabrisa de forja tan característicos de este paso, en el que vemos al Cristo de la Expiración, obra de Juan Luis Vasallo que reproduce la primitiva talla, clavado en una cruz de plata que tuvo que ser pintada de verde durante la invasión francesa para evitar su robo y de la que cuelga una vela de malla con bordados en oro y terciopelo burdeos en las esquinas y el borde. En la red lleva además la Medalla de la Ciudad de Jerez.
El antiguo Cristo de la Expiración, probable imagen fundacional de la hermandad, que nació en 1588, era de pasta de papel y su estado de deterioro era tal que a mediados del siglo XX no hubo más remedio que realizar la actual copia en madera policromada. Con gran fidelidad, Vasallo reprodujo los rasgos de la imagen anterior, con un crucificado de pelo natural que mira al cielo para derramar su último aliento en la tarde del Viernes Santo.
Dos leyendas explican las principales características de este Cristo. Así, la vela surge de una ofrenda realizada por unos pescadores que, saliendo del río Guadalete al mar, a punto estuvieron de naufragar por causa del mal tiempo. Se encomendaron al Cristo de la Expiración y a su patrón, San Telmo, dijeron ver al propio crucificado en la vela de su embarcación y, tras resultar ilesos, donaron esa vela al Cristo para ser colocada detrás de la cruz. Con el paso del tiempo, acabó por quedar la vela tras la cruz como una estampa propia de este crucificado que no ha perdido, a pesar de los diferentes cambios de vela que ha tenido a lo largo de los años.
Y en cuanto a la melena, y aunque se tiene constancia de que prácticamente desde siempre ha contado con pelo natural, lo cual era muy habitual en imágenes antiguas, es sabido que en 1920 una joven, de la que se desconoce el nombre pero sí se conserva una fotografía, decidió cortarse su larga cabellera y ofrecérsela al Cristo por una promesa.





























Navegando por el Arenal se perdía el Cristo de la Expiración cuando ya el pequeño pasito de San Juan, de madera en su color como el del crucificado, había salido de San Francisco y estaba ya en la Corredera. Es tradicional que el exorno floral del paso del Discípulo Amado sea siempre de color rosa, independientemente de la especie que se utilice.
Por lo demás, como en el caso de la Hermandad del Nazareno, son cofrades jóvenes quienes se encargan de llevar por las calles a San Juan, que viste túnica verde y mantolín rojo, y porta una palma rizada en su mano izquierda. Se trata de una imagen de autoría anónima del siglo XIX.
















Finalmente, y ya sin ser llevado al hombro como el palio del Traspaso, salía de San Francisco el paso de María Santísima del Valle, que fue coronada canónicamente en 2008. Es una talla anónima del siglo XVIII que últimamente se atribuye al imaginero Diego Roldán.
En cuanto salió del templo, el paso de palio se detuvo y la Virgen del Valle recibió hasta dos saetas seguidas antes de iniciar su recorrido por las calles de Jerez, lo que hizo con la marcha "Al cielo con Ella". Ya en la esquina con la Corredera, y como habían hecho antes los otros dos pasos de la cofradía, se paró junto a la representación de la Hermandad de la Yedra.
Una chica quiso aprovechar ese momento para acercarse y ofrecerle a la dolorosa un ramo de flores que un hermano se encargó de colocar sobre este singular paso de palio, con todos sus bordados en oro fijados a un soporte de terciopelo rojo, confeccionado por Carrasquilla en 1962. No menos destacable es la orfebrería, con varales de Manuel Rodríguez Pérez y respiraderos de Orfebrería Triana.
Siguiendo los pasos de su Hijo y de San Juan, la Virgen del Valle Coronada se marchó hacia la Plaza del Arenal y la calle Consistorio con la marcha "Candelaria" en su camino hacia la carrera oficial, por la que este año la Hermandad del Cristo pasó en cuarto lugar al intercambiarse su puesto con la Soledad. Más adelante, los palios de ambas hermandades protagonizarían un histórico encuentro, quedando cara a cara a la altura del Monumento a las Cofradías de la Alameda Cristina.


























Y de la cuarta hermandad en carrera oficial a la segunda, la Hermandad de Loreto. Estamos ante la que yo en mi infancia consideraba la vecina de mi abuela por la cercanía entre su casa y la Parroquia de San Pedro, donde la cofradía tiene su sede y donde ella solía acudir a misa. Prácticamente un callejón, el de Ánimas, separaba la casa de mi abuela de la de Nuestra Señora de Loreto en Su Soledad, imagen atribuida a la gubia de Juan de Astorga.
La pena es que la hermandad que conocí de niño y la actual en poco se parecen y menos aún se van a parecer en unos años. En mis tiempos, era una hermandad con nazarenos de túnica morada y capirote y capa blancos. El paso llevaba banda de música y solía estar adornado con una muy resultona mezcla de claveles blancos y lirios morados. La hermandad de hoy tiene nazarenos sin capa, con capirote y túnica morados; al paso lo acompañan un coro y una capilla musical, el exorno floral es más sobrio y hasta detrás, a los pies de la cruz, hay una calavera. Incluso la forma de vestir a la dolorosa ha cambiado, ya que ahora suele llevar saya y manto con bordados en oro que contrastan con la plata del paso.
Y ése es precisamente el definitivo cambio que afrontará en los próximos años la hermandad, que pretende desechar su característico paso, que tanto me llamaba la atención de niño, y sustituirlo por uno de madera dorada diseñado por Francisco Javier Sánchez de los Reyes que ya ha comenzado a tallarse. Será entonces, desde mi humilde opinión, movida principalmente por mis románticos recuerdos infantiles, la puntilla a una hermandad que prácticamente lo único que mantendrá será la imagen titular. Y menos mal.
Desde la Parroquia de San Pedro, en su solemne camino hacia la Plaza Aladro, la Hermandad de Loreto tomó la calle Antona de Dios para salir a la Plaza de San Andrés y alcanzar el inicio de la carrera oficial por la calle Santa Rosa. El sol pegaba con fuerza sobre la plata del paso, donde la Virgen llora la soledad que le queda tras la muerte del Hijo, ante la cruz vacía, las sábanas y las escaleras que han permitido su bajada.
El coro San Pedro Nolasco y la capilla musical Kyrie Eleison, ambas formaciones de Jerez, ponían las notas fúnebres a la Virgen de Loreto, que tenía su paso adornado con rosas, calas y otras flores de tonalidad morada, además de hiedra.




































La Virgen de mi abuela, como yo la nombraba, comenzaba su transitar por la carrera oficial y detrás no se situaba la cruz de guía de la Hermandad del Cristo, como siempre, sino la de la Soledad, cofradía que tiene su sede en la Iglesia de la Victoria y de la que hablábamos días atrás por el recibimiento que daba a otras hermandades, como el Desconsuelo o el Prendimiento.
Tras los primeros tramos de nazarenos de raso con capirote morado y túnica y capa negras, encontramos el paso de misterio, que es un auténtico monumento escultórico; sin duda una de las más destacadas obras de la imaginería religiosa del siglo XX. Luis Ortega Bru fue el autor en los años 50 del impresionante conjunto escultórico del Descendimiento del cuerpo de Cristo desde la cruz.
El Señor, completamente inerte, es bajado de la cruz por José de Arimatea y Nicodemo, tallas completas con un aire "miguelangelesco" que desafían la gravedad desde lo más alto de este paso, que parece realmente difícil de mover por las calles. Debajo, San Juan consuela a la Virgen de las Tristezas poniéndole el brazo derecho en su hombro en presencia de las tres Marías. Las expresiones de las imágenes y la policromía grisácea contribuyen a introducir al espectador en el patetismo de la escena, en su gravedad, en la solemnidad del momento. Sí, se me nota la predilección. Pocos misterios hay que sean capaces de transmitir tanto. Afortunada Jerez, que puede presumir de contar con un misterio completo del genial Ortega Bru; y no de cualquier misterio.
La Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Caridad se encarga de acompañar musicalmente al paso del Descendimiento, que va sobre un paso de madera dorada, obra de Luis Jiménez Espinosa y Manuel Guzmán Bejarano, y que es todo un retablo andante. Con la marcha "Cristo del Amor", el paso se adentró en la calle Eguiluz camino de Aladro.























Cerrando la cofradía, el que hasta 1958 era su único paso, el palio de Nuestra Madre y Señora de la Soledad, una interesante dolorosa tallada en 1803 por José Fernández Pomar para esta corporación que hunde sus raíces en el año 1564.
La Virgen de la Soledad mantiene sus manos unidas y sujeta un clavo entre ellas, como queriendo aferrarse, si no al cuerpo de su Hijo, al menos sí a algo que ha estado en contacto con Él hasta el último momento. La expresividad de esta imagen es, por ello, muy descriptiva de los sentimientos que María pudo experimentar en la tarde de aquel primer Viernes Santo de la historia.
Martín Gómez Moreno ejercía de capataz ante este paso de palio que combina el manto negro de la Virgen con el color malva del terciopelo sobre el que va bordado el techo del palio; una tonalidad que lo hace muy particular. Cuenta además con unas caídas de Rosario Bernardino, quien en 1994 reprodujo de manera exacta las anteriores, diseñadas por Enrique Hernández y bordadas sobre malla por las Carmelitas de la Caridad, responsables también del bordado de los respiraderos.
Con el acompañamiento de la Banda de Música Maestro Dueñas, de El Puerto de Santa María, la Virgen de la Soledad siguió por el Mamelón hacia Eguiluz para entrar antes que otros años en la carrera oficial por delante del Cristo.

























Completando la nómina del Viernes Santo, por las calles Porvera y Ancha caminaba la Hermandad de la Piedad, o como era más denominada en mi infancia, el Santo Entierro, cofradía que quisiera recuperar el Sábado Santo como día procesional, deseo que se ha topado de bruces con las directrices de todos los obispos que de momento ha conocido la Diócesis de Asidonia-Jerez.
Desde la Real Capilla del Calvario, la cofradía partía a las seis y media de la tarde para bajar la calle Taxdirt, pasar junto a la Iglesia de Santiago y continuar por Ancha, donde encontramos el paso de la Urna, magnífica obra de plata de Juan Laureano de Pina de 1669, en la que se encuentra el Cristo Yacente, obra anónima del siglo XVI. Entre los recuerdos cofradieros que conservaré por siempre de mi padre, está la anécdota que me contó varias veces del miedo que sentía siendo niño al ver en la calle esta cofradía. "¡No quiero ver a Padre Dios muerto!", le decía a mi abuela girando la cara para no mirar hacia el Señor en la urna.
El Cristo Yacente, al que hace unos años se le retiró la melena de pelo natural que solía llevar, es una imagen que en el pasado se podía articular para poder colocarlo en forma de crucificado. En cuanto a su llamativa urna, fue una donación a la hermandad por parte de la familia Ponce de León.
Desde 2004 anteceden al paso del Yacente un total de dieciocho ciriales, copiando esta característica de la sevillana Hermandad de la Mortaja. Al hacerlo, la cofradía jerezana reprodujo el error histórico que se sigue cometiendo cuando se explica que tal cantidad de ciriales en la hermandad sevillana responde al número de personas que asistieron al entierro de Cristo, cuando la realidad es que todo se debe a la vinculación entre dicha hermandad y el Colegio de Notarios de Sevilla, que en tiempos estaba compuesto por dieciocho miembros. Por otro lado, los dieciocho supuestos asistentes al entierro no salen por ninguna parte, y mucho menos en los textos evangélicos.
Hace unos años, la Hermandad de la Piedad tuvo el acierto de cambiar la banda de cornetas y tambores que durante un tiempo acompañó al paso del Santo Entierro por una banda de música, en este caso la Banda Municipal de Música de Ubrique, mucho más apropiada. En la calle Porvera, esta formación musical interpretó tras el Cristo Yacente la marcha "El Cristo de la Lanzada".
Por otro lado, hay que apuntar que los faroles que llevaba el paso en las esquinas eran este año los del paso del Señor de las Tres Caídas. Además, los seis ángeles de plata que sujetan la urna han sido restaurados.



















La hermandad se encuentra celebrando este año el tercer centenario de la imagen de Nuestra Señora de la Piedad, que fue tallada por Ignacio López, según las atribuciones más recientes, en 1718. Junto a la dolorosa, el imaginero también realizó las tallas de San Juan Evangelista, María Magdalena, María Salomé y María Cleofás. Todas ellas acompañan a la Virgen de la Piedad en su paso de palio, lo que lo hace único.
Fue en 2003 cuando la hermandad decidió colocar en el palio a esas cuatro imágenes para acompañar a la Piedad, que hasta entonces iba sola. No fue una ocurrencia sin más, sino que de esta forma se recuperaba la forma en que antiguamente procesionaba la Virgen, creando así una escena completa bajo palio, con San Juan y la Magdalena consolando a la Piedad, mientras que en la delantera María Salomé y María Cleofás confeccionan el sudario en el que el cuerpo de Jesús va a ser amortajado.
A algunos les apasiona el conjunto; a otros les espanta. Pero lo cierto es que se trata de un paso de palio que a pocos deja indiferentes y que, además, es una auténtica joya del bordado, obra de las Hermanas Antúnez, tanto el palio, de 1882, como el manto, de 1891. Fueron realizadas para la Hermandad de la O de Sevilla, que vendió todo el conjunto en 1930, en una época en que a Sevilla le dio por deshacerse de grandes obras y a Jerez por engrandecer su patrimonio.
La Unión Musical Astigitana de Écija se encargaba de acompañar con sus sones a este llamativo paso de palio, para el que por la calle Porvera interpretó "Virgen del Valle".





























Avanzaba la tarde del Viernes Santo y se convertía en noche cuando los meteorólogos avisaban de lluvias más que probables antes de lo inicialmente previsto. Para tratar de esquivarla, la Hermandad de la Soledad, una vez realizada la estación de penitencia en la Catedral, decidía recortar su itinerario de vuelta, renunciando a las calles cercanas a la Plaza de la Asunción y a la zona de Tornería, y decantándose en su lugar por la Plaza del Arenal y la línea recta de Lancería, Larga y Porvera.
Antes de eso, la cofradía recorrió la calle De la Rosa, por la que resulta impresionante ver subir el altísimo misterio del Descendimiento, hasta Manuel María González, calle en la que precisamente los costaleros fueron avisados del cambio de itinerario.

















La Virgen de la Soledad, por su parte, discurrió por Manuel María González a los sones de composiciones como "María Santísima de la O" y "Mediatrix Omnium Gratiarum". Lástima que el viento impedía mantener encendida la candelería de este completo paso de palio que buscaba la Plaza del Arenal para su adelantado regreso a la Victoria.











Por su parte, la Hermandad de las Viñas hacía justo lo contrario que la Soledad. Si ésta aceleraba para volver lo antes posible a su templo, el paso de misterio de la Exaltación, una vez dejadas atrás la calle Tornería y la Puerta de Sevilla, se detuvo en el inicio de la calle Larga, delante de Santo Domingo, durante bastantes minutos.
Al parecer, la cofradía fue avisada de la lluvia inminente que podría caer, y prefirió no alejarse del templo dominico para poder encontrar un rápido refugio hasta que pasara la nube que cubría por completo el cielo en ese momento. Y así fue, tal cual. En un momento, la nube empezó a descargar agua con algo de fuerza y rápidamente, entre cierto histerismo de la gente que estaba alrededor de la cofradía, que todo hay que decirlo, el paso se levantó y comenzó a caminar hacia atrás, hacia la Alameda Cristina, para entrar en Santo Domingo por su puerta lateral. El Viernes Santo acababa de estropearse definitivamente.


















Minutos después, y cuando ya la lluvia había parado por completo, el paso de palio de María Santísima de la Concepción llegó también hasta Santo Domingo desde la Plaza Rafael Rivero, ya a un ritmo bastante más calmado.










Mientras tanto, la Hermandad de la Piedad, a la que la lluvia había pillado aún en la carrera oficial, aceleró para guarecerse en la Catedral, mientras que la Hermandad del Cristo renunció a su recorrido por las calles del barrio de San Miguel para regresar lo antes posible al Convento de San Francisco. En este caso, le vino bien no tener que volver hasta San Telmo, lo que la habría obligado a buscar un refugio provisional.
Por cercanía a su sede canónica, la que más fácil tuvo la vuelta a casa fue la Hermandad de Loreto, que desde la Plaza del Banco recorrió unos metros de la calle Larga hasta la Rotonda de los Casinos, desde la que se metió en la calle Bizcocheros para realizar, ya con calma, la recogida en la Parroquia de San Pedro en un ambiente de oscuridad, al estar el alumbrado público apagado. A las once y veinte de la noche, sólo diez minutos antes de la hora oficial de entrada, la Virgen de Loreto llegaba a San Pedro.









No tardó en anunciarse que tanto las Viñas como la Piedad no iban a regresar a sus templos esa misma noche. Desde Santo Domingo y la Catedral, respectivamente, las dos realizarían el traslado de vuelta por su itinerario inicialmente previsto el Domingo de Resurrección por la tarde; las Viñas con su acompañamiento musical y la Piedad completamente en silencio.
Por lo tanto, con la Hermandad del Cristo entrando ya en San Francisco, sólo quedaba la Hermandad de la Soledad, que en su regreso inesperado por la calle Larga había tenido que esperar a que la del Loreto se adentrara en Bizcocheros antes de poder seguir su camino.
Pese a que la lluvia ya había cesado e incluso volvían a verse las estrellas en el cielo, la cofradía no redujo demasiado el ritmo y tanto el paso de misterio como el palio entraron en la Iglesia de la Victoria sin volverse, aunque las dos bandas que los acompañaban siguieron hasta el final poniendo sus sones en este cierre precipitado del Viernes Santo. Tras la Soledad, de hecho, sonaron "Margot" y "Soleá, dame la mano" antes de entrar en el templo, sin Himno Nacional, una hora y media antes de lo que decían los programas de mano.










En el mismo punto donde todo había empezado el Jueves de Pasión, y con permiso de la Hermandad del Resucitado, así como de las Viñas y la Piedad, todo había terminado. La Semana Santa 2018, la del reencuentro, llegaba a su fin.
Dicen que, conforme uno se hace mayor, va pasando de la pena por el fin de una Semana Santa a la alegría por haber vivido otra más. Debe de ser, ¿para qué negarlo?, que ya peino más canas de las que veo en el espejo, que algunas hay, porque la sensación que me dejaba el final de esta Semana Santa (aunque aún quedaba el apéndice sevillano del Sábado Santo) era de completa felicidad. Jerez no me había fallado y me había brindado una vuelta a mis orígenes como cofrade rebosante de emociones, de vivencias, de recuerdos, de nostalgias y de ese tiempo sin tiempo del que hablaba Cernuda.
Felicidad, sí. Pero también una cierta paz interior. Hay deudas que uno no sabe que las tiene hasta que no las paga, incluso sin darse cuenta. No era una deuda con las cofradías, con mis cofradías, que nunca he dejado de tener presente; ni tampoco con las que ni siquiera había conocido hasta ahora en vivo y en directo. Me refiero a una deuda distinta, una deuda con quien es el causante de mi condición de cofrade y por la que siempre tendré que dar las gracias. Quien no lo ha vivido, quizá no sabe lo que implica.
Muchas gracias... y perdón. Sé que te habría gustado verme, cámara en mano, recorriendo las calles que te vieron crecer buscando cofradías, disfrutando con ellas, disparando centenares de fotos, buscándote con tu túnica en la Noche de Jesús, comentando anécdotas, novedades, impresiones... Quiero pensar que de alguna manera has estado. Al fin y al cabo, mi pasión es "culpa" tuya.
Todos deberíamos volver a los orígenes porque a veces en ellos es donde está la verdad. He vuelto. Me ha costado, sí. Pero, ¿sabes lo mejor? Que ésta no ha sido la última vez.

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