María Santísima del Rocío, de la Hermandad del Beso de Judas, ha estado expuesta en devoto besamanos durante estos días en el presbiterio bajo de la Iglesia de Santiago, sobre una peana de plata en la que había una media luna estrenada en julio, obra de Jesús de Julián.
Para esta ocasión, la dolorosa se presentó vestida con su manto procesional, toca de malla bordada en oro y la saya blanca de tisú confeccionada por Joaquín Salcedo y Gonzalo Navarro para la reciente Coronación Canónica de la imagen. Como no podía ser de otra manera, llevaba la corona de la Coronación, labrada por Jesús Domínguez.
En el pecherín se veían diferentes broches, además de la Medalla de la Ciudad y el puñal de oro, oro blanco y brillantes. Asimismo, contaba con un fajín rojo con borlones dorados en el que se veían numerosas medallas. En cuanto a las manos, ofrecía la derecha y en la izquierda tenía un rosario y un ramillete de flores.
Junto a la Virgen del Rocío se situaban dos grandes candelabros dorados sobre sendos pies de base cuadrada de terciopelo rojo. Y detrás, presidía el altar el simpecado de la antigua Hermandad de la Esperanza de Santiago ante un dosel cobijado por un pabellón de terciopelo rojo abierto en el centro. A sus pies, algunos candeleros con cera blanca, varias jarras con distintas especies florales, el relicario de San Fernando y otros dos relicarios más. Además, de las barandillas del presbiterio salían unas gruesas guirnaldas de flores.
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