sábado, 6 de abril de 2013

MARTES SANTO 2013: TRISTE DÍA DE LA MARMOTA

Como en aquella película de los noventa, en la que Bill Murray despertaba permanentemente en el famoso Día de la Marmota, ese animalito que en América informa de la previsión meteorológica, en Sevilla nos ha tocado revivir por tercera vez consecutiva un Martes Santo en el que la marmota nos anuncia lluvia; tres años en que ocho hermandades tienen que decidir una tras otra que no se puede salir a la calle.
El Martes Santo ha entrado en dura competencia con el Viernes Santo, aunque éste no está dispuesto a dejarse vencer tan fácilmente, por hacerse con el deshonroso título de jornada más lluviosa de la Semana Santa. Por este motivo, por tercer año iniciamos una crónica de este día que parece estar escrita desde 2011.
Todo comenzó en el Cerro; o todo comenzó a acabar en el Cerro. Casi sin prórrogas, como la que se pidió el año pasado, la junta de gobierno decidió no salir porque las predicciones meteorológicas, que hablaban de una mayor probabilidad de lluvia conforme avanzase la tarde, no permitían riesgos como los que un día antes asumió la Hermandad del Polígono de San Pablo. Esta vez no. El hermano mayor del Cerro, José de Anca, aún no ha podido estrenarse en el cargo con su cofradía en la calle.
Es curioso cómo, tanto en el Cerro como en el resto de la ciudad, casi no se podía hablar de decepción por la noticia. Lo bueno, o lo malo, de conocer las predicciones desde varios días antes es que uno llega ya con el cuerpo hecho, resignado. Sí, ésa es la palabra que mejor define el sentimiento de los cofrades el pasado Martes Santo: resignación. No se esperaba ningún milagro en las siete cofradías restantes.
Por este motivo, la calle San Esteban no presentaba el lleno de otros Martes Santos de sol y calor. Pero había gente, sí. Por si acaso. Quizá muchos recordaban cuando en 2007 la Hermandad de San Esteban fue la única en completar la estación de penitencia... aunque después se mojara a base de bien.
A eso de las tres de la tarde, con los paraguas de la gente abiertos, aparecía desde la Plaza de Pilatos la Banda de Metales Santa Cecilia, que se estrenaba este año delante de la cruz de guía.


Y un cuarto de hora más tarde, cuando el recién estrenado hermano mayor de San Esteban, Antonio Burgos, anunciaba la suspensión de la estación de penitencia, la banda iniciaba el recorrido inverso, mientras interpretaba una original y emocionante versión de la marcha "La pasión".


No pudo ser tampoco. La Hermandad de San Esteban volvía a quedarse en casa, al igual que el 17 de febrero había tenido que hacer su paso de misterio el día del vía crucis del Año de la Fe. Dos salidas suspendidas en poco más de un mes, y cuatro desde 2011. Dentro del templo se quedaron los pasos juntos ante el altar mayor. El Señor de la Salud y Buen Viaje iba revestido con la clámide púrpura lisa que por última vez llevó precisamente sobre el paso en aquella lejana salida de 2010. La Virgen de los Desamparados, por su parte, combinaba su manto burdeos con una saya azul.
















Sin muchas esperanzas, la atención se dirigía ahora a la calle San Fernando, a la Universidad de Sevilla, de la que a las cuatro y cuarto tenía que salir la Hermandad de los Estudiantes. El panorama a esa hora era muy distinto al deseable. El primer chaparrón de la tarde escogió ese momento para descargar, sentenciando así las estaciones de penitencia de los Estudiantes y de los Javieres.



Efectivamente, como era previsible, en la calle Feria se anunciaba que el Cristo de las Almas y la Virgen de Gracia y Amparo se quedaban en Omnium Sanctorum por tercer año. La hermana mayor, Maruja Vilches, apelaba en los micrófonos de "El Llamador" a la unidad de todos los hermanos durante el año como mejor forma de responder a los designios del Señor. Buena medicina es ésa, ya que, aunque suene a topicazo para consolar a los cofrades, la vida de una hermandad no se reduce a las pocas horas que dura una estación de penitencia.
En la Universidad, por su parte, lo único que se anunciaba era que se aprovecharía algún momento de claridad en el cielo para hacer el breve traslado de los pasos hasta la Capilla Universitaria. Mientras tanto, en la entrada del Rectorado aguardaban el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, clavado en un monte de lirios morados, y la Virgen de la Angustia, con su monumental palio exornado con claveles blancos.


















Más larga fue la espera de una decisión en San Benito; un suspense que resultó innecesario porque las cosas estaban desgraciadamente muy claras. Una pena, pero los tres fantásticos pasos de la cofradía de la Calzada, exornados todos ellos con claveles (rojos en el misterio de la Presentación al Pueblo y en el Cristo de la Sangre, y blancos en el palio de la Encarnación), tampoco iban a salir a las calles en este Martes Santo al que a esa hora sólo le quedaban tres posibilidades.























La Hermandad de los Estudiantes seguía buscando un hueco entre las lloviznas leves que de vez en cuando caían para desalojar la entrada del Rectorado y buscar su capilla. Al fin, minutos antes de las seis de la tarde, se abrieron las puertas para este traslado. Iba en primer lugar el paso del Cristo de la Buena Muerte, que estaba ya con la cruz a menor altura para no perder ni un minuto en la entrada en la capilla por la puerta trasera. Le seguía muy cerca el paso de palio de la Virgen de la Angustia, que sólo se detuvo en una ocasión en este brevísimo trayecto.
En sólo diez minutos los pasos alcanzaron la capilla. Diez minutos de pasos en la calle; eso fue lo único que nos permitió este tercer Martes Santo de lluvia.




























En un momento de la tarde se llegó a apuntar la posibilidad de que la Candelaria saldría, pero recortando su itinerario de vuelta por la Cuesta del Bacalao, Francos, Cuesta del Rosario y Alfalfa, al no tener delante a San Benito. No tenía mucho fundamento esta opción, porque lo cierto es que la tarde y sobre todo la noche de este Martes Santo no iba a dar tregua alguna.
En consecuencia, desde San Nicolás se dio a conocer la inevitable decisión de suspender nuevamente la estación de penitencia. A estas alturas ya sonaban a poco convincentes las clásicas palabras de consuelo de "el año que viene será". ¿Acaso no habían dicho ya algo parecido las hermandades del Martes Santo hace un año? ¿Y hace dos? Lo importante, en cualquier caso, es mantener la esperanza.
Volviendo a la Candelaria, si el día anterior la Hermandad del Museo había sorprendido con los lirios morados del paso del Cristo de la Expiración, lo mismo ocurrió con el paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud, en el que además los lirios se combinaron con rosas malvas. Una propuesta, sin duda, muy curiosa. En cuanto al paso de palio, presentó una acertada combinación de rosas, calas y otras flores blancas y amarillas.











Las pocas, casi nulas esperanzas de vivir algo del Martes Santo por las calles se concentraban en dos puntos: la calle Mateos Gago y la plaza de San Lorenzo. Pasadas las ocho de la tarde, sin embargo, y con el anuncio de un frente bastante cargado de agua (de estas Semanas Santas lluviosas vamos a salir todos con un máster en Meteorología) acercándose a Sevilla, nada distinto cabía esperar de la junta de gobierno de Santa Cruz y del comisionado de la Bofetá a las que habían sido las decisiones de todas las cofradías anteriores.
Primero trascendió la decisión de Santa Cruz. Un año más nos quedamos sin saber cómo encajará en una jornada tan complicada el cambio de itinerario de la cofradía, transitando a la ida por la Cuesta del Bacalao, Francos, Salvador y Cuna. Hay quien considera que puede generar un gran problema pretender situarse entre San Esteban y San Benito por esa zona. Pero aún tendremos que esperar al menos hasta 2014 para comprobarlo.
El paso del Cristo de las Misericordias y la Virgen de la Antigua contaba con un monte de claveles rojos como exorno floral; el palio de la Virgen de los Dolores, por su parte, llevaba principalmente claveles blancos.









Finalmente, casi sin necesidad de esperar a la hora exacta prevista para la salida, en San Lorenzo también se optaba por no salir. Y eso justo diez años después de aquel Martes Santo en que la Bofetá fue la única cofradía en la calle, siendo además la primera en pedir la venia en la Campana aquel año.
Ése fue el dato de 2003; el del Martes Santo de 2013, sin embargo, será otro distinto: ocho hermandades y diecisiete pasos quietos en sus templos por tercer año consecutivo. Triste día de la marmota, ese dichoso animalejo que volvió a dictar lluvia para el Martes Santo.

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