Con un año de retraso sobre lo previsto, el taller de Charo Bernardino ha culminado el nuevo manto de salida para Santa María de Consolación Madre de la Iglesia, de la Hermandad de la Sed. Se trata de una obra bordada de gran envergadura y complejo diseño que se puede ver en la Sala Capitular del Ayuntamiento de Sevilla.
Antes de acceder y contemplarlo, recibe al visitante de esta exposición un texto titulado "La promesa cumplida. Un manto para María. Un manto para Sevilla":
"La exposición culmina un largo y deseado proceso que ha vivido intensamente la hermandad desde que se decidiera por todos los hermanos continuar completando el paso de palio de Santa María de Consolación Madre de la Iglesia, con la ejecución de un manto bordado acorde con la renovación estética de la hermandad, que se vislumbra en los múltiples proyectos que desde la candidatura de Santos Alonso de la Florida se están llevando a cabo.
A pesar de los plazos extremadamente ajustados, la presentación del manto se quiere mostrar con toda la importancia que se merece una pieza de este calibre y recorrido.
El manto nace como pieza totalmente novedosa, pero hundiendo las raíces del diseño en los grandes conjuntos bordados de la Semana Santa sevillana, que muchos admiramos, prefigurando un puente de unión entre el gran revulsivo estético de la dibujante Herminia Álvarez Udell para el taller de Olmo con el diseño firme de Fernando Prini y el taller de Charo Bernardino.
El manto es un compendio de teología y estética. En el mismo se muestran todos los símbolos de la gran promesa de Dios a su pueblo, los frutos de la tierra prometida, el celeste de la Jerusalén celestial y, ¿cómo no?, cómo enlaza toda la Historia Sagrada, ese árbol de Jesé, cómo hunde a lo largo del tiempo las raíces de la promesa dada por Dios que se materializa en Jesús a través de María y que es el gran regalo de la Resurrección.
Con este manto cerramos la promesa dada a una hermandad, a un barrio, a Sevilla, alzando la bandera de la Fe a través de este don que supone para las hermandades de Sevilla, el arte y los artesanos de Sevilla".
Ya en la Sala Capitular, vemos la obra extendida en una gran superficie inclinada que permite ver a la perfección el dibujo escogido para este nuevo manto de salida. Y junto a él, dos textos que explican su diseño y ejecución:
DESARROLLO ESTÉTICO DEL MANTO
Revisando los postulados iconográficos, con un código más simbólico o esquemático, se idea una versión estilizada del Árbol de Jesé como precepto central, asunto vertebrador que enlaza la tradición cristiana con las ricas representaciones que la Historia del Arte occidental regala a partir del siglo XI. El árbol, en composición simétrica y arborescente, de resolución naturalista frente al resto de los elementos vegetales del manto, rematado por el anagrama mariano coronado, estrella, sol y luna (Pulchra ut Luna, Electa ut Sole), símbolo de la estirpe del Señor como eje principal y verdadero leit motiv.
Huyendo de los clásicos esquemas a candelieri, el artista idea un entramado de cenefas que dibujan un esquema organizador con tejidos diferentes, terciopelo en azul Voronet y tisú de plata en tonalidad aguamarina. La composición se dispone en una estructura trilobular sobre la silueta del manto, con forma de ojiva, urdimbre de reminiscencias de las tracerías góticas. En este caso en particular, las cenefas, que no dejan de ser un eco de algunas soluciones aportadas en el palio, acaban resolviendo en el cruce de tres mandorlas mixtilíneas, donde se presenta la decoración más profusa, una suerte de triángulo abombado central, que enmarca el anagrama de María; y una línea circundante que parece asemejarse a una roseta. Bordeando esa estructura, el artista diseña una guardilla, concebida para ser bordada en malla de oro fino y de perfil sinuoso, de diseño menudo y preciosista.
Como buena parte de la producción textil realizada a lo largo del siglo XX, el manto es una pieza, en base al legado historicista, el eclecticismo y el neorregionalismo, de estilo mixto con amplia diversidad de influencias, reunidas bajo la amalgama de composiciones simétricas y abirragadas. No escapa esta pieza a esa estela de artesanos que reúnen estas singularidades: el magnífico bordador José de Olmo, su diseñadora Herminia Álvarez Udell o la maestra bordadora Concepción Fernández del Toro, además del omnipresente Cayerano González. El artista encuentra en ellos una parte de la inspiración, en la intención de alcanzar una prenda atemporal, a la par que perseguir la innovación en la composición. Los tallos y flores de su dibujo aluden a ese carisma de bordado, pero también a una recreación de motivos grecorromanos y hasta andalusíes por momentos. Así, podríamos decir que el manto que diseña para Santa María de Consolación Madre de la Iglesia reviste un clasicismo claramente reconocible pretendiendo ser, además, una prenda con personalidad propia y distinguible del amplio y riquísimo panorama de las artes suntuarias.
DESARROLLO TEOLÓGICO DEL MANTO
Dios amó al mundo de tal manera que envió a su hijo único para que todo aquél que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna (Juan 3,16).
Deseamos que al observar el manto de Santa María de Consolación Madre de la Iglesia se perciba el Cielo, la tierra prometida a los cristianos. Su tonalidad evoca la mirada de nuestra Madre, que se asemeja al cielo de Sevilla y rememora su Inmaculada Concepción.
Bordeando su estructura, se encuentra una delicada malla de oro que sostiene once cartelas dispuestas en forma de corbatas. Tres de estas cartelas exhiben los emblemas de Pablo VI, quien el 21 de noviembre de 1964, durante el Concilio Vaticano II, proclamó a María como Madre de la Iglesia, acompañados por respectivos haces de flores: azucenas, jazmines y margaritas (respectivamente, la pureza, la limpieza y la modestia que se atribuyen a María).
Los ocho restantes simbolizan los frutos de la tierra prometida por Dios a Abraham, que incluyen trigo, cebada, olivas, higos, granada, vides y dátiles, además de la piña, que representa a la Iglesia. Siete de esas especies se consideran los frutos de la tierra prometida (Deuteronomio 8:7,8), así como la granada y la piña son también símbolo de la Iglesia. El resumen de esta simbología es María como tierra prometida, cielo prometido, ciudad, nueva Jerusalén (según dice el Magníficat); María es la tierra cuyo fruto prometido es Jesucristo.
El Árbol de Jesé (Isaías 11,1-10); se erige como un elemento fundamental y estructural, cuyas raíces se hunden en el contexto histórico y teológico. Este árbol genealógico de Jesucristo se inicia con Jesé, progenitor del rey David, y alcanza su punto culminante en María, quien representa la vara de la que brota el retoño, que es nuestro Salvador. Yo soy la raíz y el linaje de David (Apocalipsis 22,16).
Dios cumple su promesa con Jesucristo, que, con su Pasión, Muerte y Resurrección, nos abre las puertas del Cielo.
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