martes, 15 de septiembre de 2009

LAS LLAVES DE SANTA ANA


Siguiendo el recorrido iniciado ayer en el Puente de Isabel II, llegamos hoy a Triana y buscamos la "catedral" del barrio, la parroquia de Santa Ana, mandada levantar por Alfonso X el Sabio en agradecimiento, dice la tradición, a la curación de un problema en uno de sus ojos. Y allí, en la misma puerta, nos encontramos con el sacristán del templo, al que todos conocen como El Mudo de Santa Ana, y del que ya os hablé en "Pregonero del Viernes Santo", que colgué en este blog el pasado 17 de febrero.
En aquel artículo os conté cómo a este hombre, mudo de nacimiento, sólo le sale algo de voz cuando tiene delante al Cristo de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza de vuelta a su Capilla de los Marineros en los últimos momentos de la estación de penitencia. Es un hombre muy querido en el barrio, donde lleva toda su vida vinculado a la parroquia, casi desde que contempló, en plena guerra civil, el asesinato de sus padres (memoria histórica).
Hace algunos años, el imaginero Enrique Lobo Lozano, que trabajaba en la restauración de varias zonas del templo, recibió el encargo de realizar una imagen de Santa Cecilia para completar la iconografía existente en la "catedral" trianera, que alberga devociones como la propia Santa Ana con la Virgen en el altar mayor (actualmente en restauración), la Divina Pastora o Madre de Dios del Rosario, patrona de capataces y costaleros.
Lobo Lozano, sin embargo, decidió dedicar su trabajo a homenajear al hombre que durante tantos años ha estado y sigue estando al cuidado del templo. Por ello, propuso la realización de una talla de San Pedro, con las llaves en la mano, pero con el rostro del Mudo de Santa Ana. El párroco dio su visto bueno y el imaginero, tras tomar innumerables fotos del improvisado modelo, "subió a los altares" a quien también lleva en sus manos unas llaves, las de la parroquia de Santa Ana.
No hace ninguna falta que junto a la foto de la imagen de San Pedro ponga la del Mudo. Ninguna falta. Porque el parecido es absolutamente asombroso. Y de esta forma, son ahora dos los sacristanes de Santa Ana: el del templo y el del cielo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

EL PUENTE DE MOCCIA


El culpable de lo que puede verse en estas fotos es Federico Moccia. Para quien no conozca a este escritor, es el autor de varias novelas románticas como "Perdona si te llamo amor", "A tres metros sobre el cielo" y "Tengo ganas de ti". No he leído ninguna de ellas, por lo que lo único que puedo decir es que son libros con unas portadas muy coloridas, casi estridentes. Y hasta aquí mi crítica literaria de hoy.
La razón por la que os hablo de Moccia y lo relaciono con estas imágenes del Puente de Triana está en esa cantidad de candados que hace meses empezaron a "adornar" la barandilla, una interesante muestra de la típica rejería sevillana. Y todo porque al millonario escritor italiano le dio por inventar la estupidez del "candado del amor", que aparece en "Tengo ganas de ti" como prueba del amor eterno que sitúa en el Puente Milvio de Roma (el pobre sí que tiene un aspecto lamentable).
Y como la idiocia del ser humano es más fuerte que el respeto por el arte, la cultura y el patrimonio (y la buena literatura...), en países de todo el mundo ha calado el absurdo "candado del amor". España, por supuesto, también se ha apuntado a la historia, como anima el propio Moccia a través de su web (federicomoccia.es), en la que aparece incluso un conteo de candados colocados en todas las ciudades. Hoy afirma que en Sevilla hay 157, pero ya os digo yo que son muchos más.
Así las cosas, la imagen que ofrece el maravilloso Puente de Triana es realmente descorazonadora. Incluso hay guiris que se paran con sus cámaras para captar, no tanto el paisaje que se vislumbra desde allí (Giralda, Torre del Oro, Maestranza, la Magdalena, las torres de la Plaza de España, Santa Ana...) como los cientos de candados que, de orilla a orilla, casi recuerdan al legendario puente de barcas que los musulmanes instalaron en el siglo XII para comunicar Sevilla y Triana, y que no era sino una fila inestable de barquitas con una pasarela encima que permaneció sobre el Guadalquivir hasta 1852.
Sí, amigos, ahora va la parte divulgativa que con tanta atención sé que devoráis en este blog. El Puente de Isabel II, que es como se llama realmente, se construyó entre los años 1845 y 1852 para sustituir al puente de barcas, que ya no cumplía con las necesidades de transporte de la época. Los arquitectos Steinacher y Bernadet fueron los encargados de elaborar el diseño, basado en el hoy desaparecido Puente de Carrousel que se levantó sobre el Sena en París unos años antes (en Estrasburgo puede verse un pequeño puente con un diseño muy similar). Salvo los soportes de piedra que se hunden bajo el agua, el material predominante es el hierro, utilizado con la habitual profusión del siglo XIX en esta obra de ingeniería de la que son especialmente reconocibles los numerosos aros de diferentes tamaños que adornan las arcadas del puente.
Sin embargo, toda esa estructura (pilares y aros) no cumple actualmente la función para la que fue creada, que era la de sujetar la pasarela. En los años 70, el creciente tráfico de autobuses y camiones empezó a dejar notar su nocivo efecto sobre un puente que no estaba preparado para ello. La primera solución que se le ocurrió a los gobernantes de entonces fue derribar el puente y construir uno nuevo más firme y capaz de aguantar un mayor peso. Curiosamente, la población sevillana se rebeló contra esa idea inicial de deshacerse de una construcción tan carismática para la ciudad (¡Qué pena que no se haya hecho lo mismo con otras cuestiones patrimoniales como las "setas" de la Encarnación, la remodelación del Palacio de San Telmo, la reforma de la Plaza Nueva o el abandono de la iglesia de Santa Catalina...).
Las protestas sirvieron para algo y se planteó una solución a medio camino entre la construcción de un nuevo puente y la conservación del antiguo. Se instaló una enorme pasarela que apenas roza la estructura original, sino que se apoya exclusivamente en cada una de las dos orillas. Así, los pilares y aros son hoy tan sólo un elemento decorativo.
Éste es el secreto del Puente de Isabel II o de Triana. Dos posibles denominaciones a las que espero que no se una en el futuro la de Puente de Moccia, algo que no me extrañaría nada, dado el interés con que cientos de tontainas han decidido sumarse a la historia del candado. Sólo espero que las parejas que se sienten representadas con esos candados los retiren cuando la relación termine y, si no es mucho pedir, no los arrojen al río... Aunque seguramente las llaves de todos ellos estén ahora mismo bajo las aguas.





jueves, 3 de septiembre de 2009

NO, NO Y MIL VECES NO


Se lo pueden decir en prosa o en verso, en forma de soneto, copla o saeta; se lo pueden decir en otoño, invierno, primavera o, como ahora, en verano; se lo pueden decir las hermandades del Sábado Santo, el Consejo de Cofradías o los cofrades de a pie; se lo pueden decir hasta sus propios hermanos, que haberlos, haylos... Nada será suficiente.
El señor Juan Muñoz Jigato, hermano mayor de La Resurrección, ha recibido de nuevo como respuesta un NO, tan grande como el Giraldillo, a su absurda pretensión de hacer que Jesucristo retire la piedra del Sepulcro antes de tiempo, diluyendo así el misterio más importante de la cristiandad, aquél que da sentido a ésta, entre cofradías que dan culto a misterios pasionistas y consiguiendo al tiempo entradas en Campana televisadas.
Dicho de otro modo: Muñoz Jigato ha obtenido de nuevo un NO. Las cuatro hermandades que, hoy por hoy, al menos hasta el año que viene, conforman el Sábado Santo sevillano se han puesto de acuerdo en rechazar que la Hermandad de la Resurrección salga a las calles en ese día, abandonando así la que, sin ningún género de dudas, es la jornada que le corresponde: el Domingo de Resurrección.
No han convencido sus lamentos sobre la inseguridad de las calles a las 4,30 horas de la madrugada del domingo porque nadie le obliga a salir a esa hora; no ha obtenido el seguimiento esperado en sus argumentos al defender que el Resucitado puede salir el Sábado Santo igual que el Cristo del Amor sale el Domingo de Ramos, porque el misterio más grande de la humanidad, la gloriosa resurrección de Jesús, ni es ni puede compararse con los misterios pasionistas que se conmemoran durante siete días; no ha visto generarse el eco que buscaba tras las palabras del cardenal Amigo defendiendo la posibilidad de cambiar de día de salida.
Nada. Muñoz Jigato ha tenido que digerir el enésimo tropiezo de su despropósito.
Pero, ¿va a servir esta nueva piedra en el camino para que abandone sus intenciones? Lamentablemente, me temo que a este culebrón aún le queda una buena tanda de capítulos. Y es que el hermano mayor de la cofradía de Santa Marina ya ha advertido que quizá se equivocó al proponer pasar por carrera oficial la primera del día, antes que Los Servitas, y que lo suyo hubiera sido solicitar el último lugar, tras la Soledad de San Lorenzo. Y añade que ese puesto le va más a la cofradía.
Así las cosas, no descarto que en unas pocas semanas o meses, quizá para la próxima Cuaresma, como le gusta a él, Muñoz Jigato presente en el Consejo su solicitud para salir el Sábado Santo como quinta (o sexta si entra El Sol) cofradía del Sábado Santo. Y si no, al tiempo...
Y el Domingo de Resurrección, ¿qué hacemos? Pues ir a los toros, que para eso está...

lunes, 20 de julio de 2009

90 AÑOS DE "AMARGURAS"


El pasado sábado se cumplieron 73 años del inicio de la guerra civil. Una guerra en la que murieron infinidad de personas de uno y otro bando, y algunas de ningún bando en concreto, pero que simplemente tuvieron la desgracia de pasar por allí, como aquél que dice. Entre estos últimos me quiero detener en la figura de Manuel Font de Anta, un compositor musical sevillano, hijo y nieto de músicos, que llegó a hacerse un importante hueco tanto en España como al otro lado del Atlántico gracias a una lista enorme de composiciones de los más diversos estilos, desde las obras más populares hasta el teatro pasando por pasodobles y piezas más solemnes.
Su nombre ha quedado escrito además con letras de oro en la historia de la música procesional, gracias principalmente a dos marchas de Semana Santa que son dos grandes clásicos cuya interpretación es imprescindible para cualquier banda de música que se precie. Estoy hablando de "Amarguras", marcha que cumple ahora 90 años, y "Soleá dame la mano", aunque hay teorías que señalan a su hermano, José Font de Anta, como el verdadero autor. En cualquier caso, y siguiendo la creencia más extendida, la composición de ambas marchas obedeció a historias muy curiosas.
En el caso de "Amarguras", considerada hoy en día el himno de la Semana Santa de Sevilla, la marcha por excelencia, fue compuesta en Madrid, donde Font de Anta vivía dedicado a su labor musical. Su padre, Manuel Font Fernández de la Herranz, también músico y autor de marchas de Semana Santa (como "A la memoria de mi padre", dedicada a José Font y Marimón), reconocía en Font de Anta una enorme cualidad compositiva, por lo que su gran devoción por la Virgen de la Amargura, que recorre las calles sevillanas cada Domingo de Ramos, le llevó a encargarle que creara una marcha dedicada a esta imagen.
El hijo, sin embargo, ocupado como estaba en su intensa actividad profesional, no encontraba tiempo para responder positivamente al encargo. Así, en 1919 Manuel Font Fernández de la Herranz decidió enviarle a Madrid una foto de la Amargura con una nota en la que le recordaba su infructuosa y reiterada petición de componer una marcha para aquella Virgen, y le preguntaba si, viéndola en la foto, sería capaz de negársela también a ella.
Dicho y hecho. Manuel Font de Anta se puso al piano y en poco tiempo empezaron a surgir las notas de una composición con la que puso música al diálogo que en el paso de palio mantienen la Virgen de la Amargura y San Juan Evangelista.
No menos curiosa es la historia que explica la creación de la marcha "Soleá dame la mano". En este caso no hubo encargo alguno. Fue el propio Font de Anta el que recogió a pie de calle durante una mañana de Viernes Santo la inspiración necesaria para componer. En la calle Pastor y Landero, en pleno barrio del Arenal, se encontraba la conocida como cárcel del Pópulo, denominada así porque se abrió, tras la desamortización, en lo que fue en tiempos Convento de Nuestra Señora del Pópulo, y hoy es el Mercado del Arenal. Por allí pasaba, y sigue pasando, la Hermandad de la Esperanza de Triana en su itinerario de regreso a su barrio, al otro lado del Guadalquivir. Desde las ventanas de la prisión eran muchos los presos que se asomaban para ver pasar al Cristo de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza, e incluso algunos se atrevían a dirigir saetas a ambas imágenes.
Una de estas saetas decía así: "Soleá dame la mano, a la reja de la cárcel, que tengo muchos hermanos, huérfanos de padre y madre...". Al escuchar esto, Font de Anta se inspiró para crear una marcha que recoge la melancolía propia de la escena que se reeditaba año tras año en el mismo lugar, y para la que tomó prestado como título el primer verso de aquella saeta.
La historia de esta marcha se completa con lo que el músico ruso Igor Stravinski, de visita en Sevilla, diría años más tarde al escuchar la marcha "Soleá dame la mano" interpretada tras el paso de palio de la Virgen del Refugio de la Hermandad de San Bernardo: "Estoy escuchando lo que veo y viendo lo que escucho".
Pero la tragedia se llevó por delante, recién iniciada la guerra civil, a un joven compositor que, en caso de haber vivido muchos más años, hubiera sido capaz de regalar a los amantes de la música en general grandes creaciones que, como estas dos marchas procesionales, hubieran permanecido para siempre en la memoria colectiva de todos.
Y todo por una fatal coincidencia. Un grupo de republicanos se presentaron en el inmueble donde Manuel Font de Anta vivía. No le buscaban a él, sino a un compañero de piso al que querían liquidar por diferencias ideológicas. Al no encontrar en casa a quien pretendían asesinar, y ya que habían hecho el viaje, decidieron matar al que les abrió la puerta. Así de sencillo. Esto, queridos lectores, es también memoria histórica.

martes, 16 de junio de 2009

"ELLA NUNCA TIENE PRISA"


El Tribunal Superior de Justicia de Madrid le ha dicho a ZP que no se haga más el remolón y que pague lo que debe. En este caso, la deuda de ZP asciende a más de un millón de euros y la institución perjudicada por el impago es la Hermandad de la Macarena de Sevilla. En 2004, cuando gobernaba Aznar, se aprobó la concesión de esta subvención para diferentes obras de mejora en la basílica que incluían la eliminación de barreras arquitectónicas y la remodelación del museo de la cofradía. Pero llegó ZP y decidió que, como a su abuelo lo mató no sé quién en la guerra, todo lo que oliera a iglesia debía ser inmediatamente ninguneado. Recordemos que por entonces nuestro presidente del Gobierno encargó aquel proyecto de estatuto de laicidad que pretendía prohibir toda manifestación religiosa pública (Semana Santa, Corpus, romerías...). Por todo ello, dijo que de darle una subvención a la Macarena ni hablar.
Ahora, sin embargo, los tribunales han tenido que enseñarle a ZP lo que tenía que haber aprendido durante sus muchos años como silencioso diputado en el Congreso. Que los presidentes del Gobierno lo son de todos los españoles y que lo que es de justicia lo es, independientemente de las creencias o posiciones particulares del gobernante de turno. Los tribunales le han indicado que si un Gobierno aprueba una cosa dentro de la legalidad, no puede venir el siguiente y borrar de un plumazo todo lo que no le conviene. Esto, llevado al extremo, es lo que ha pasado con el Plan Hidrológico Nacional. En qué momento se le ocurriría a ZP cargarse también eso...
En fin, lo importante es que, como dijo el hermano mayor de la Hermandad de la Macarena, Juan Ruiz Cárdenas, finalmente se ha hecho justicia. "Teníamos fe en la Virgen. Ella nunca tiene prisa y sabíamos que, antes o después, nos devolverían el dinero". Un dinero que disfrutarán los visitantes que a menudo pasan por la Basílica de la Macarena, los turistas que se interesan por el museo, los hermanos y no hermanos de la cofradía, los devotos... Es decir, decenas de miles de ciudadanos españoles (y muchísimos extranjeros) para quienes ZP también ejerce de presidente del Gobierno, aunque éste tenga aún el reloj parado en épocas felizmente superadas.

sábado, 30 de mayo de 2009

EN EL DÍA DE SAN FERNANDO


Hoy es mi santo. Día de San Fernando, o lo que es lo mismo, Fernando III el Santo, rey de Castilla entre los años 1217 y 1252, y de León desde 1230. Hijo de Alfonso IX y Doña Berenguela, nació en una aldea situada entre Zamora y Salamanca en 1198, aunque hay teorías alternativas que retrasan su nacimiento hasta 1201, e incluso se afirma que vino al mundo en el Castillo de Doña Berenguela de Bolaños de Calatrava. Estuvo casado con Beatriz de Suabia, con quien tuvo diez hijos, entre los que estaba su sucesor, Alfonso X el Sabio, fundador de Ciudad Real. Tras quedar viudo, se casó con Juana de Danmartín y tuvo cinco hijos más.
Quince vástagos nada menos, concebidos quizá entre batalla y batalla. Y es que aunque hoy a algunos sectores les pueda parecer políticamente incorrecto, lo cierto es que del papel de Fernando III como monarca lo más destacable es el gran impulso que le dio a la Reconquista, un largo trayecto histórico iniciado prácticamente desde el mismo momento de la llegada de los musulmanes a la Península, y que culminarían allá por 1492 los Reyes Católicos en Granada.
La fase de la Reconquista protagonizada por el rey santo se centró fundamentalmente en Andalucía. Así, entre 1225 y 1227 se haría con las localidades jiennenses de Andújar, Martos y Baeza, para más tarde, en 1231, conquistar la complicada localidad de Cazorla. El siguiente paso fue devolver al mundo cristiano la ciudad de Córdoba en 1236. Unos años más tarde, el ejército real comandado por el infante Alfonso se desviaría para reconquistar Murcia, mientras que Fernando III seguía ocupado en Andalucía, donde en 1246 se haría con Jaén, y dos años más tarde llegaría a Sevilla, donde la batalla no consistió en un derramamiento de sangre. Tras un tiempo acampado en el actual barrio de San Bernardo, que hoy cuenta con un buen número de calles que recuerdan aquel capítulo de la historia, el rey dio la oportunidad a los musulmanes de abandonar la ciudad de forma pacífica. Como éstos se resistían, la segunda opción fue bloquear el paso de todo tipo de alimentos procedentes de Aljarafe, de forma que, ante la falta de comida, los musulmanes entregaron a San Fernando las llaves de la ciudad el 23 de noviembre de 1248. Se cuenta que antes de salir de Sevilla, los expulsados quisieron derruir la torre de la gran mezquita, la Giralda, aunque el rey, que desplegó en una de sus caras el pendón de Castilla, amenazó con matar a tantos moros como ladrillos de la torre fueran arrancados. Parece que el monarca, que había mandado levantar las catedrales de León y Burgos, sabía reconocer la buena arquitectura.
Aunque las ciudades gaditanas de Medina Sidonia y Arcos de la Frontera fueron también reconquistadas posteriormente por San Fernando, éste quedó para siempre prendado de Sevilla, instaló su residencia en los Reales Alcázares y allí murió aquejado de hidropesía en 1252.
La leyenda atribuye al rey santo la llegada a Sevilla de la imagen de la Virgen de los Reyes, patrona de la ciudad, a cuyos pies se encuentran sus restos en una urna de plata realizada en 1729 regalada por Felipe V. Esta urna es abierta sólo tres días al año: hoy, día de su festividad; el 22 de agosto, día de la octava de la Virgen de los Reyes; y el 23 de noviembre, aniversario de la Reconquista de la capital hispalense.
El papa Clemente X canonizó a San Fernando en 1671 y todos los sevillanos lo tienen por patrón. Bueno, todos no. El alcalde quiere cargarse la fiesta local el año que viene para tener un día festivo más en feria y poder darle al rebujito. Así entiende Monteseirín la memoria histórica con quien concedió a Sevilla el título de Muy Noble. Eran otros tiempos...

jueves, 23 de abril de 2009

DAÑOS COLATERALES


Si tuviera que utilizar una sola palabra para definir la entrada de la Soledad de San Lorenzo en su templo el pasado Sábado Santo, esa palabra sería lamentable. Y no por la hermandad, que lo hizo de la forma tan brillante como acostumbra, sino por la inexplicable guerra de saeteros, quienes, amparados en la oscuridad de la plaza, libraron una ridícula competición por ver quién gozaba del honor de haber cantado la última saeta.
Y no salvo a nadie de ese ridículo. Ni a los saeteros aficionados, alguno de los cuales demostró tener más valor que vergüenza, ni a los profesionales, que se dejaron llevar por la batalla, cayendo también en el absurdo.
Vayamos por partes. Yo venía siguiendo a la Soledad desde la calle Cuna, y la verdad es que durante todo ese trayecto no hubo prácticamente saetas hasta llegar a la plaza de la Gavidia, donde Jesús Heredia, uno de los más reconocidos, le cantó aquello del “divino broche de oro que cierra la Semana Santa”. No debió de quedar muy satisfecho con la interpretación, porque rápidamente se desplazó hasta la plaza de San Lorenzo, como ahora veremos.
Ninguna saeta por Cardenal Spínola y llegamos a la plaza. Nunca había visto la entrada de la Soledad. Sabía de la sucesión de saetas que se produce cada año, pero ignoraba que en esto, como en tantos otros aspectos de la Semana Santa, se hubiera perdido el sentido de la medida. Pensaba que en cuanto la Virgen asomase a San Lorenzo comenzarían los saeteros con lo suyo. Pero no fue así hasta que el paso no estuvo en mitad de la plaza. Un tiempo precioso, por tanto, perdido por los saeteros (aficionados y profesionales) que les llevó a iniciar la guerra sin cuartel.
Fue ciertamente patético ver cómo los saeteros se pisaban entre sí para que no se les adelantara otro. Dio hasta cierta vergüenza ajena una saetera, la única mujer en la batalla, que, como una Juana de Arco cofrade, logró finalmente cantar su saeta a pesar de ser pisoteada hasta en dos ocasiones por las voces masculinas, más potentes, que cantaban por encima de ella.
Heredia, que ya había hecho acto de presencia, volvió con lo del “divino broche de oro” (habrá que actualizar las letras un poquito). Y cuál no sería mi sorpresa cuando El Sacri, otro de los grandes, cantó instantes después la misma saeta, palabra por palabra. Aún no había entrado, y la Virgen llevaba ya tres broches de oro. ¿Había necesidad de repetir la misma saeta? ¿Aportaba algo a la entrada de la Soledad? Por cierto, El Sacri fue el saetero al que le tocó claudicar ante nuestra Juana de Arco particular. Tras comenzar una saeta que se iniciaba así: “Soledad de San Lorenzo...”, se dio cuenta que la saetera también estaba cantando y se calló.
En toda guerra hay que arriesgar. Y hubo un saetero que arriesgó, y de qué manera, cantándole a la Soledad en latín (!!!!), aunque seguro que mi profesor del instituto habría concluido que ésa no era nuestra lengua muerta. O bien que lo muerto, muerto está, y para qué resucitarlo.
Pero la guerra de las saetas la ganó El Sacri, quien, no contento con haber participado una vez en la absurda batalla, decidió intentarlo una segunda. Claro, que no sé si cuenta como victoria, dado que esta nueva saeta se la acabó cantando a la puerta cerrada de San Lorenzo. Ignoro si, con tal de lucirse, al saetero le dio igual cantarle a la Virgen que a la puerta, al monumento a Juan de Mesa o a las palomas de los árboles, que no podían dormir con la lucha encarnizada que se libraba en la plaza.
El público, que se dio cuenta del ridículo tan espantoso que acababa de presenciar, optó por callar definitivamente al impenitente saetero con un aplauso, tras el que El Sacri dio la faena por terminada y se bajó del banco en el que estaba subido.
Y dentro de San Lorenzo se quedó la Soledad, a la que los saeteros, empeñados con afán en la causa, le estropearon la entrada en su templo, que debería haber sido en absoluto silencio, respeto y recogimiento. Es lo que se llaman daños colaterales de la guerra. Otro año será.