martes, 13 de diciembre de 2011

INMACULADA 2011: DOLOROSAS

No hay otra jornada en Sevilla como la de la festividad de la Inmaculada Concepción. La actividad en los templos en honor a la Virgen María es frenética y la inmensa mayoría de las hermandades celebran cultos en su honor; muchas de ellas, además, exponen a sus titulares en besamanos. Asistir a todos ellos es casi una 'gymkhana' en la que el premio es encontrarse cara a cara con la Madre de Dios en montajes muy cuidados por parte de los diferentes equipos de priostía que cada año nos dejan alguna sorpresa digna de mención, mientras que en otros casos es precisamente la sencillez la clave de su belleza. Lo importante, en cualquier caso, es Ella. Es verla, rezarle y también acompañarla en este día, su día. El día de todos.
Las hermandades de penitencia ganan a las de gloria en número de besamanos, por lo que son muchas las dolorosas que bajan de sus altares para facilitar nuestro acercamiento hasta ellas. Por orden de salida en Semana Santa, comenzamos nuestro recorrido en Los Terceros. Allí nos encontramos con la indiscutible elegancia de la Virgen del Subterráneo situada en el presbiterio del templo, ante un espectacular montaje propio de una reina.



El marco de la Virgen del Socorro era ni más ni menos que el impresionante Cristo del Amor. Ningún otro elemento le hacía falta a un montaje que demostraba que la sencillez no está en absoluto reñida con la grandiosidad. Además, el besamanos permitía a los cofrades de fuera sortear el sistema 'pay per pray' instalado en el Salvador desde su reapertura.




En la Iglesia de Santiago la Virgen del Rocío, como en 2010, se encontraba sobre la escalinata del altar mayor, lo que volvió a dificultar el acceso de las personas con movilidad reducida. La dolorosa se mostró preciosa tanto por su vestimenta como por el propio montaje, muy equilibrado en lo que se refiere a la cera y el exorno floral, cuidadosamente escogido.



Pocos detalles cambian de un año para otro en San Andrés para el besamanos de la Virgen de las Penas. La Hermandad de Santa Marta no es amiga de los experimentos quizá porque si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Espléndida y bellísima, como siempre, la dolorosa de Sebastián Santos.



No es por ser repetitivo, pero sin duda el trabajo que desarrolla Antonio Bejarano como vestidor de la Virgen de las Tristezas es impecable. Volvió a gustar, y mucho, el modo en que dispuso a la dolorosa de la Vera-Cruz en su anual besamanos. La curiosidad la puso el hecho de llevar un manto bordado realizado por las Hermanas Antúnez, cedido para la ocasión por la Hermandad de la Plaza, de Castilleja de la Cuesta. Al igual que en Santiago, también en la Capilla del Dulce Nombre de Jesús se optó de nuevo por obligar a los devotos a subir varios escalones para llegar a la dolorosa.



Ante el altar del Cristo de las Misericordias se situó, como es habitual, la Virgen de los Dolores de la Hermandad de Santa Cruz, vestida tal y como aparece cada año en su paso de palio. Un besamanos muy accesible el de la hermandad decana del Martes Santo. Éste sí.




Otro montaje de besamanos muy sencillo, pero al que tampoco le hacía falta nada más, era el de Madre de Dios de la Palma, de la Hermandad del Cristo de Burgos. Con su manto de salida y la corona de Marmolejo, la dolorosa recibió durante todo el día tantas visitas de devotos y cofrades que la capilla en la que se encontraba parecía quedarse pequeña por momentos.



Llamó poderosamente la atención el montaje que preparó el equipo de priostía de la Hermandad de las Siete Palabras. Y es que la Virgen de la Cabeza se encontraba bajo un palio de tonos amarillos que parecía encerrarla en exceso. Además, dicho palio acentuaba aún más la penumbra en la que se hallaba la imagen por la escasa iluminación de la Capilla Sacramental. La Virgen lucía su manto y corona de salida.




La Hermandad de los Negritos utilizó gran parte de los elementos del paso de palio para enmarcar el besamanos de la Virgen de los Ángeles. Así, las caídas frontal y laterales, con sus correspondientes varales, arropaban a la imagen, mientras que varias jarras y candeleros completaban el precioso conjunto.




El más puro clasicismo lo encontramos en la Iglesia de San Antonio Abad, donde la Hermandad del Silencio dispuso un casi inalterable besamanos en honor de la Virgen de la Concepción. A los pies del altar, presidido por el simpecado y con una copiosa candelería, la dolorosa de la Madrugá, de la que aún sigue llamando la atención su blancura después de su reciente restauración, se mostró a los fieles entre los faroles de plata del paso del Nazareno y varias jarras de rosas blancas.



El besamanos de la Soledad de San Buenaventura tiene siempre un carácter muy íntimo. El espacio que se encuentra delante del altar de la Virgen de Guadalupe se transforma en una acogedora estancia con la luz justa para animarnos a todos a pararnos y rezar un rato ante la bellísima dolorosa de Gabriel de Astorga. Sin necesidad de grandes alardes, es probablemente uno de los besamanos que más invita al recogimiento y a la oración.




Otra Soledad, la de Los Servitas, se rodea de una extrema sencillez que cede a la Virgen todo el protagonismo. Es otra de esas imágenes que verdaderamente se acerca a los devotos y viceversa. La personalidad de la hermandad quedó de manifiesto en la vestimenta de la dolorosa, que ni siquiera en el día de la Inmaculada Concepción abandonó el terciopelo negro bordado en oro.




Y finalmente, en la Basílica de María Auxiliadora, en la felizmente reformada capilla de la Hermandad de la Trinidad, encontramos a la Virgen de la Concepción. Ataviada con un manto burdeos y con la diadema de salida, la imagen se presentó entre algunas jarras de flores y candeleros.


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