martes, 25 de abril de 2017

JUEVES SANTO 2017: DE LA BAJADA DEL CALOR A LOS NERVIOS DE LOS 'BUTTAFUORI'

Día tranquilo, relajado y, además, con un descenso de las temperaturas, aunque leve, que se agradeció después del enorme calor vivido en los días anteriores. Así vivió el cronista esta jornada capital de la Semana Santa, empañada tan sólo por las formas de dos ¿cofrades? de Monte-Sión, de ésos que creen que la medalla de la hermandad se puede convalidar con media oposición a policía. Pero ya llegaremos.
Esta fantástica jornada, de la que muchos prefieren perderse gran parte porque luego va la Madrugá (peor para ellos), comenzaba con la Hermandad de los Negritos, que a las tres de la tarde iniciaba su estación de penitencia desde la Capilla de los Ángeles, tomando por tercer año un itinerario de ida que la lleva por la Puerta Carmona y San Esteban hacia la Alfalfa.
Empieza a ser tradición el original y llamativo exorno floral de los pasos de esta cofradía, que suele sorprender para bien gracias al trabajo del florista Javier Grado. En este caso, el paso del Cristo de la Fundación lució un monte con una variedad de jacintos de color fucsia, además otras especies como alhelíes o acacias, dotando al conjunto del paso de un interesante contraste cromático con el paso oscuro sobre el que se alza el crucificado de Andrés de Ocampo. También estaban esas flores en las esquinas del canasto, bajo los faroles que caracterizan al paso que abre el Jueves Santo.
Música de capilla acompañaba a este paso en el que se estrenaba como capataz Antonio Hierro, sustituyendo a quien durante años ha sido el capataz general de la hermandad, Antonio Santiago.
Por la Puerta Carmona, el Cristo de la Fundación fue avanzando y pasó por delante de la Iglesia de San Esteban, donde no estaba una representación de la hermandad del Martes Santo, ya que es siempre en el recorrido de vuelta cuando se produce este encuentro entre ambas corporaciones.






























Detrás, el paso de palio de Nuestra Señora de los Ángeles, comandado por los Hermanos Gallego, estrenaba la intensa restauración del manto, llevada a cabo por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), quien ha limpiado la superficie y ha reparado los hilos de bordado que estaban sueltos o se habían perdido. Han sido necesarios nueve meses de trabajo para conseguir que esta gran obra que hicieron las Hermanas Trinitarias en 1961, siguiendo el atrevido diseño de Juan Miguel Sánchez, luzca como lo ha hecho este Jueves Santo.  La hermandad debe plantearse ahora continuar con la restauración de las caídas y el techo.
Con la marcha “Encarnación Coronada”, la Virgen de los Ángeles entró en el casco histórico desde la Ronda a la Puerta Carmona, luciendo el exorno floral que Javier Grado ha ideado este año para ella a base de jacintos, dendrobium, hipericum, coral y otras especies de difícil identificación para los profanos en el terreno del arte floral. Lo importante es el resultado, tan magnífico y original para un palio de grandísima personalidad.
La Banda de Música de las Nieves de Olivares, encargada de acompañar a este paso de palio desde hace algunos años, interpretó por la calle San Esteban la marcha “Mi Palma Coronada”, dedicada a la Virgen de la Palma del Buen Fin a la que había acompañado el día anterior.






























Y si hablamos de flores, nos tenemos que referir necesariamente al paso de misterio de la Hermandad de la Exaltación, que el año pasado ya sorprendió con lirios morados, en lugar de los clásicos claveles rojos, para volver en 2017 a ese color, el rojo, pero no sólo por medio de claveles, sino de otras especies de diferentes tonalidades que le dieron riqueza a este impresionante paso de misterio en el que la cruz donde Jesús acaba de ser crucificado es elevada para quedar en el Gólgota en posición vertical.
El paso, que ha estrenado una nueva parihuela, salía a la Plaza de la Encarnación desde la calle Alcázares tras haber visitado a las Hermanas de la Cruz en las puertas de su convento. La Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Sol ha vuelto a acompañar con sus sones a un misterio que salió de varias manos: las de Pedro Roldán, las de su hija Luisa, las de su yerno Luis Antonio de los Arcos, así como, ya en el siglo XX, las de Juan Abascal, que talló los soldados romanos y los caballos por los que popularmente se conoce a todo el conjunto.





















Por su parte, Nuestra Señora de las Lágrimas ha contado con un estreno musical, como ha sido la marcha “Lágrimas de Sevilla”, de Francisco Martín y Juan Luis Jiménez, composición que ha interpretado en diversos puntos del recorrido la Banda Municipal de Música de Arahal, encargada de acompañar a este paso de palio que combina bordados de Rodríguez Ojeda en el palio con los de Olmo en el manto.
Pero no fue esa marcha, sino "Como tú ninguna", la que la banda tocó por la Plaza de la Encarnación para que la Virgen de las Lágrimas encarase la calle Laraña. Antes de eso, una mujer se había dirigido al capataz, Emilio Moreno, para pedirle que el palio se detuviera a la altura de su hermano, cosa que consiguió, ya que la dolorosa que a punto estuvo de ser sustituida en los setenta y que afortunadamente se mantuvo en la hermandad se paró poco antes de la esquina de la Iglesia de la Anunciación, donde se encontraba el hermano de dicha señora.

























Con algo más de medio Jueves Santo en marcha, la zona de la Alameda de Hércules se llenaba de gente para ver pasar a la Hermandad de Monte-Sión, cuyo Señor de la Oración en el Huerto fue protagonista en el inicio de la Cuaresma al presidir el Vía Crucis de las Cofradías (ver).
En aquel acto, el Señor estrenó la restauración y enriquecimiento de la túnica morada bordada en oro por Sobrinos de Caro en 1940, labor llevada a cabo por José Ramón Paleteiro. Para su estación de penitencia volvió a lucirla, aunque llevando sobre ella en el hombro derecho un mantolín burdeos.
Sí que se veían por primera vez en la calle los tres apóstoles (San Juan, Santiago y San Pedro) de Antonio Castillo Lastrucci tras su restauración a cargo de Emilio López Olmedo. Tres apóstoles que dejan solo al Señor, no lo acompañan en sus oraciones, sino que descansan bajo un olivo y sobre un monte muy conseguido de diversas especies florales, como rosas rojas, lirios morados, estátice o cardos.
Gran chicotá la que dio el misterio de la Oración en el Huerto desde el final de la calle Correduría hasta el inicio de Trajano, con la Agrupación Musical de la Redención encadenando hasta cuatro marchas seguidas y el paso andando con mucho gusto, demostrando un año más lo acertada que estuvo la hermandad al pasar de cornetas y tambores al estilo genuinamente sevillano hace ya varios años.



























Tras un buen número de nazarenos de túnica y capa blanca con antifaz negro de terciopelo, que son los colores del hábito dominico, comunidad que ocupó en su día el Convento de Monte-Sión, llegaba el paso de palio de la Virgen del Rosario, ante el que cangrejeaban bastantes personas.
El término italiano “buttafuori” designa a lo que nosotros llamamos porteros, desde el guarda de seguridad de cualquier edificio al clásico “gorila” de discoteca. El italiano es un término muy acertado, sobre todo para este segundo caso, porque se forma con el verbo “buttare”, que significa “tirar”, y “fuori”, que es “fuera”. De esta forma, “buttafuori” es el que “tira fuera”. Es evidente que los cangrejeros, esas personas que caminan hacia atrás delante de un paso, estorban porque impiden en muchas ocasiones que éste pueda avanzar con normalidad y molestan especialmente a los acólitos. Pero si estorban, estorban todos.
Lo curioso es que este cronista, en su labor de fotógrafo, dio con dos auténticos “buttafuori”, de ésos que, como decía antes, se creen ya policías sólo por ponerse la medalla de la hermandad. Y todo por acercarme al paso de palio de la Virgen del Rosario en una parada y avanzar después a bastante distancia hasta encontrar un hueco en la acera por el que salir del cortejo. Ya digo que el paso estaba cuajadito de cangrejeros, la mayoría de ellos con su medallita. Pero a uno de estos “buttafuori” (que ni vestía túnica ni traje, sino que iba cangrejeando como cualquier otro, pero con su medalla como acreditación de vaya usted a saber qué) le dio por mí, labor a la que también se entregó uno de los encendedores del paso con su caña en la mano a modo de Don Quijote. Cuando les expliqué que no podía salirme en ese momento porque había personas con sus sillitas de los chinos, la mayoría niños, en la acera, el de la caña decidió que entonces me iba a quedar donde estaba, agarrándome con fuerza de la manga y soltando algunas perlitas por su boca completamente fuera de lugar. A continuación, cuando logré zafarme de semejante energúmeno, llegó el otro, el vestido de calle, para lanzar su amenaza: “Te lo digo una vez; no te lo digo más”. A todo esto, el resto de cangrejeros, no menos de diez, que iban con su medallita pegaditos al palio no fueron agarrados, ni amenazados por los “buttafuori”.
No cabe duda de que las hermandades son en muchas cosas, en lo positivo y también en lo negativo, el reflejo de la sociedad en que vivimos. Y si en cualquier ámbito de la vida hay... póngase aquí el adjetivo que se quiera... está claro que en las hermandades también. ¿Lo positivo? Que Monte-Sión no es más que una hermandad y que Sevilla sólo en el apartado de penitencia tiene otras sesenta y nueve hermandades más, afortunadamente no siempre con personajes como éstos tan cerquita de sus imágenes titulares.
Dicho esto, sólo queda decir para terminar con esta hermandad, que el paso de palio de la Virgen del Rosario iba adornado con rosas blancas y rosas, paniculata y otras especies de color blanco, y que la Banda de Música de la Cruz Roja interpretó entre Correduría y Trajano las marchas "Pasan los campanilleros" y "A ti, Manué".






















Una de esas otras sesenta y nueve hermandades de penitencia que tiene Sevilla, la de Pasión, iniciaba poco después su estación de penitencia desde la Iglesia del Salvador. En el primer paso encontramos una buena noticia, como ha sido el hecho de ver al Señor de Pasión vestido con una túnica bordada para su estación de penitencia; en este caso, la más antigua de las que posee, bordada en oro sobre terciopelo morado por Manuel María Ariza en 1845 y conocida como la túnica de los cuernos de la abundancia.
Es la misma con la que salió hace dos años, en aquella ocasión con motivo de la celebración del cuarto centenario de la imagen que tallara alguien que con toda seguridad se llamaba Juan y, según prácticamente todos los estudiosos, de apellidos Martínez Montañés. Dos años antes, en 2013, también salió con túnica bordada, la de Teresa del Castillo, aunque entonces fue porque así habría salido en el Vía Crucis del Año de la Fe que la lluvia frustró. Lo de este año ha sido distinto porque después de varias décadas ha sido la primera vez que el Señor de Pasión ha salido a la calle con túnica bordada en su estación de penitencia sin que existiera una razón especial; simplemente porque el patrimonio está ahí para ser utilizado. Siempre es una gran noticia que las hermandades cambien un poco en el exorno de sus pasos y en la vestimenta de sus imágenes para que no todo sea calcado de un año para otro; pero mucho más si de esta forma se pone en valor el rico patrimonio que muchas de ellas atesoran y que en algunos casos parecen empeñadas en desaprovechar.
Por otro lado, hay que subrayar que el paso de plata del Señor de Pasión, en el que ya sólo falta que algún día vuelvan a colocar al impresionante Cirineo de Sebastián Santos, iba adornado con un monte de claveles rojos.

















Después de unas largas filas de penitentes con cruces y del cortejo de nazarenos del paso de palio con cirios blancos, en lugar de los rojos del cortejo del Señor, comenzó a bajar la famosa ‘rampla’ del Salvador la Virgen de la Merced, consolada por San Juan Evangelista.
Por quinto año consecutivo, la dolorosa de Sebastián Santos, que en 2016 cumplió medio siglo, era acompañada musicalmente por la Banda de la Oliva de Salteras, decisión polémica en su momento tomada en el mismo cabildo en el que se rechazó precisamente que el Cirineo acompañara al Señor.
El paso de palio de la Virgen de la Merced, que estrenaba la restauración de su corona procesional, venía antecedido por seis ciriales que iban muy separados entre sí, de forma que cuando la primera pareja estaba ya muy cerca de la calle Cuna, el palio aún no había terminado de bajar la ‘rampla’.
Rosas blancas adornaban este paso de impresionantes bordados y orfebrería que, tras una saeta, recorrió los primeros metros de Cuna a los sones de la marcha “Jesús de Pasión”.













Pasaban las horas y, mientras unas hermandades acababan de iniciar sus estaciones de penitencia, otras emprendían ya el camino de regreso a sus templos tras abandonar la Catedral. Era el caso de la Hermandad de las Cigarreras, que atravesaba los Jardines del Cristina acompañada de una cantidad de público alta, sobre todo el misterio, pero manejable. Tengo dicho que las últimas horas del Jueves Santo son de las que más comodidad permiten para ver cofradías, y aquí tenemos uno de esos ejemplos. Ya lo decíamos en la crónica del Miércoles Santo: la Semana Santa es eso que está pasando, en este caso el discurrir de las cofradías del Jueves Santo, mientras algunos esperan que pase, en alusión a los que buscan sitio con exagerada antelación para ver las de la Madrugá.
El misterio de la Columna y Azotes, con la cruenta escena de la flagelación del Señor, presentaba, como desde 2003, un exorno floral compuesto de lirios morados y cardos. Además, los dos soldados flagelantes estrenaban unas cotas de malla confeccionadas por los talleres Armillum.
Es una escena de una gran violencia, donde Jesús es sometido a la extrema tortura de la flagelación, en la que muchos condenados morían al no aguantar el martirio, mientras un soldado en la delantera prepara un ungüento para mantenerlo despierto, evitar su desmayo y prolongar el sufrimiento. Detrás, otro soldado sujeta la púrpura que recuerda la devoción al llamado Cristo de la Púrpura, imagen recuperada el año pasado gracias a José Antonio Navarro Arteaga y que recibe culto en la Capilla de la Fábrica de Tabacos.
El misterio, comandado por los Villanueva, capataces generales de la hermandad, salió de los jardines y se encaminó hacia el Puente de San Telmo para comenzar a cruzar el Guadalquivir de vuelta al barrio de Los Remedios, lo que hizo a los sones de "Un cielo para mi Virgen", a cargo de la banda propia de cornetas y tambores de Las Cigarreras.



























Otro palio concebido para la noche es el de María Santísima de la Victoria, cuyos bordados, inspirados en la decoración plateresca de la fachada del Ayuntamiento, lucen en todo su esplendor con la candelería completamente encendida.
Es un palio antiguo, de fotografías en blanco y negro como las que nos lo muestran aún saliendo de la actual sede del Rectorado de la Universidad. Y lo preside una de las mejores dolorosas de la Semana Santa, una talla anónima del siglo XVII que, pese a todo, va pregonando la victoria de los cielos frente al horror que encierra la Pasión de su Hijo.
¿Quién sabe si pronto asistiremos al anuncio de su Coronación Canónica? De momento, la hermandad está en ello, inmersa en un proceso que no parece que vaya a dilatarse en exceso. Méritos no le faltan ni a la dolorosa ni a la hermandad que hace cinco años celebraba su CDL aniversario con una salida extraordinaria que seguimos considerando la mejor de los últimos tiempos (ver). Al cronista se le vuelve a ver el plumero de sus predilecciones.
Con la marcha "Sevilla cofradiera", interpretada por la banda de música de la hermandad, y con su palio adornado con claveles blancos, la Virgen de la Victoria salió de los jardines para encarar luego el puente con "Coronación de la Macarena".
























La Hermandad de la Quinta Angustia también volvía a su templo en estas tranquilas horas finales del Jueves Santo. Lo hacía por el Postigo y Arfe, calle ésta por la que el único paso de la cofradía discurrió con rapidez, como prácticamente todo el camino de vuelta. Para la ida, como depende del ritmo de paso de las demás, no hay tanta velocidad.
Es un gran paso de misterio, algo que no vamos a descubrir ahora; pero precisamente por ello es una pena la velocidad que la hermandad imprime a su caminar, que limita bastante deleitarse con la contemplación de cada uno de los detalles de esta escena en la que el cuerpo de Jesús, descoyuntado, es descendido de la cruz tras su muerte por José de Arimatea y Nicodemo, mientras que abajo es recibido por las tres Marías, que sujetan, junto con la Virgen de la Quinta Angustia y San Juan Evangelista, la sábana con la que va a ser amortajado.
Verdaderamente desgarrador el rostro de la Virgen, que no necesita lágrima alguna para demostrar un intenso dolor, y el movimiento del Señor, que parece que está siendo realmente descendido desde la cruz.
Con lirios morados ha sido adornado el paso este año, como casi siempre, ya que la última vez que llevó claveles rojos fue en el Santo Entierro Grande de 2004. Por otro lado, hay que comentar que la cruz es bajada cada año para poder cruzar el Arco del Postigo, pero después la subida se hace en diferentes tiempos a lo largo de la calle Arfe, aprovechando las paradas. Todo sea por no perder tiempo en el acelerado regreso de la hermandad a la Parroquia de la Magdalena.











Y completamos la nómina del Jueves Santo con la Hermandad del Valle, que volvía a la Iglesia de la Anunciación por ese itinerario tan serpenteante que realiza la cofradía, por Hernando Colón, Plaza Nueva, Tetuán, Rioja, Cerrajería, Cuna y Laraña, obligando con ello a desplazar vallas y sillas del cruce con Sierpes para colocarlas inmediatamente después, antes del inicio de la Madrugá.
Por Plaza Nueva se veía con comodidad el cortejo, que contaba antes del primer paso con la reliquia de la Santa Espina, llevada en andas por cuatro acólitos entre guardabrisones y rosas rojas.


Justo detrás, los niños cantores y la Capilla Musical Pasión daban paso al misterio de la Coronación de Espinas, donde el fantástico Cristo de Agustín de Perea sufre el "humor" de los sayones que le imponen una corona de espinas para burlarse de su condición de Rey de los Judíos. La ignorancia y el atrevimiento del ser humano, y aquí nos debemos incluir todos, no tiene límites.
El conocido como paso de los espejitos, por los que decoran el canasto y el moldurón, cuyo dorado fue restaurado en 2013, estaba adornado con claveles de un color rojo muy oscuro y en él, el Cristo de la Coronación de Espinas vestía por tercer año consecutivo la clámide de los bodoques, recuperada por Jesús Rosado en 2015.
















La Hermandad del Valle es una auténtica joya para paladear despacio. La segunda pieza de esta presea del Jueves Santo nos presentaba a Nuestro Padre Jesús con la Cruz al Hombro encontrándose en la Calle de la Amargura con las mujeres de Jerusalén. "No lloréis por mí, sino más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos", responde el Señor a las lágrimas de aquellas mujeres.
No ha faltado en este paso el tradicional exorno floral de claveles rojos, lirios morados, calas blancas, cardos... Todo ello para poner color y aroma a una escena que completa la Verónica con el paño pintado este año por Ignacio Tovar, artista con apellido de ilustre pintor de la primera representación de la Divina Pastora del mundo.
Un jarrillo de lata tuvo que hacer en este paso las veces de llamador, al haberse soltado el suyo durante el recorrido. Un sonido diferente, pero el mismo significado: tres golpes y el paso arriba.















Cerrando la joya, la Virgen del Valle bajo su antiguo palio y cobijada en un manto de Rodríguez Ojeda que vino a sustituir a otro que nunca debió sustituirse. Eso que ganó Huelva, en este caso.
Con su marcha, “Virgen del Valle”, esa marcha fúnebre que Vicente Gómez Zarzuela dedicó a su amigo ahogado en el Guadalquivir, la dolorosa atribuida a Juan de Mesa por su gran parecido con la Virgen de las Angustias de Córdoba alcanzó la Plaza Nueva. En su palio, de nuevo decoración de claveles rosas colocados de forma cónica y bicónica, lo que da a los de las jarras laterales una altura considerable. 
Eran las doce en punto de la noche, como así lo advertían las campanadas del Ayuntamiento, cuando la Banda del Maestro Tejera comenzaba a interpretar tras este palio la marcha "La Madrugá", para tranquilidad de una señora bastante indignada (los hay que se indignan muy pronto) por que la Virgen del Valle fuera a tambor por la Plaza Nueva.





















Efectivamente, como indicaba la partitura de Abel Moreno, el Jueves Santo daba paso a la Madrugá; la noche más hermosa, a decir de la poesía, de la que hablaremos más adelante. Eso sí, poniendo el énfasis en lo más importante, que son y serán siempre las cofradías.

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