lunes, 28 de octubre de 2013

"¡VIVA LA REINA DE LOS GITANOS!"


La lluvia quiso ser protagonista en la coronación canónica de María Santísima de las Angustias y un cuarto de siglo después también se empeñó en serlo. La Hermandad de los Gitanos ha celebrado este fin de semana los actos centrales del XXV aniversario de aquella jornada histórica en la que el Cardenal Amigo puso sobre las sienes de la dolorosa de Fernández Andes la presea que ya en 1972 le había impuesto el Cardenal Bueno Monreal. La diferencia es que en 1988 todo ello sucedía en la Catedral, en un acto con el que la Virgen de las Angustias entraba a formar parte de la por entonces breve lista de imágenes coronadas canónicamente.
Y si aquel 29 de octubre de hace 25 años la lluvia obligó a la hermandad a buscar refugio en el Santo Ángel y la Anunciación durante la salida extraordinaria tras la coronación, hasta entrar, ya de mañana, en San Román, esta vez hizo que se retrasara todo el programa conmemorativo previsto.
El viernes por la tarde debía producirse el traslado hacia la Catedral del paso de palio desde el Santuario de los Gitanos. Sin embargo, la lluvia que no cesaba obligó a un plan alternativo, retrasando el traslado para el sábado, a partir de la una de la tarde, la función solemne para el domingo por la mañana, y la procesión de regreso para ese mismo día por la tarde.
A veces lo bueno se hace esperar. Y pacientes esperaban el sábado en la calle Verónica una serie de reposteros de diferentes colores con las letanías lauretanas del Rosario, cedidos por la Hermandad de la Amargura, que los confeccionó en 2004 para la conmemoración del medio siglo de la coronación canónica de la dolorosa del Domingo de Ramos. La cruz blanca de San Juan sobre un círculo rojo atestiguaban la propiedad de dichos reposteros, algunos de los cuales también estaban en la Plaza de San Román.
A la una de la tarde se abrían las puertas del Santuario, instante recibido con aplausos por las muchas personas que se agolpaban frente a su fachada. Abría el cortejo la cruz de guía de la corporación. Otras insignias, separadas por hermanos con cirios, utilizadas en ambas salidas, a la ida y a la vuelta, fueron la Bandera Concepcionista y el Guión de la Coronación, además del propio estandarte corporativo. La escolanía y capilla musical María Auxiliadora fue la encargada de poner música y cantos a este traslado, aunque la cantidad de gente que cangrejeaba en todo momento delante del paso de palio impidió que fueran audibles sus sones desde éste.





Alrededor de un cuarto de hora después de la apertura de las puertas, asomó a la calle la Virgen de las Angustias, que recibió también una gran ovación, a la que siguió el rezo cantado de la Salve por parte de todos los presentes. Cuando el paso se detuvo ya en la calle, la luz del mediodía invitaba a pensar que era Viernes Santo y que la dolorosa volvía a casa después de una larga Madrugá. Pero todo lo contrario: la Virgen iniciaba su camino hacia la Catedral, aunque sin banda de música, lo que en cierta forma también nos recordaba lo vivido el pasado Sábado Santo, cuando la cofradía volvió desde la Anunciación en silencio, después de refugiarse allí por la lluvia durante la Madrugá.





Cada levantá, todas con mucha fuerza, generaba aplausos. Aunque el capataz titular del paso de palio es Alberto Gallardo hijo, el padre, histórico capataz que fue el encargado de conducir el paso para la coronación hace 25 años, no pudo resistirse y durante algunos metros estuvo guiando a su “Madre Bendita de las Angustias”, lo que dio pie a escuchar sus conocidas expresiones, como “¡Olé los que huelen a canela y clavo!” o “¡Al cielo con las Angustias!”, esta última utilizada también habitualmente por su hijo al martillo.
Ya por Verónica la bulla era importante, lo que dificultaba que el palio, pero sobre todo el cuerpo de acólitos, se fuera haciendo paso entre la multitud.
Algunos vecinos habían engalanado sus balcones con mantones. Era un día de fiesta para el barrio, y si las fachadas lucían sus mejores galas, no podía hacer menos la propia Virgen de las Angustias, vestida para la ocasión como en 1988: saya roja de Esperanza Elena Caro (1972) y manto azul de Carrasquilla (1961-66), que estrenaba una blonda de oro realizada por Alfonso Aguilar y que ha sido sometido a un proceso de limpieza por Francisco Carrera. Además, la Virgen lucía la mantilla de encaje de Bruselas del siglo XIX que lleva en la clásica fotografía de perfil de Haretón, el puñal de oro de Orfebrería Triana (1993) y la Medalla de la Ciudad.





















En la confluencia de las calles Gallos y Pinto, la bulla era de tal magnitud que era complicado moverse, pero pronto se llegó a la más amplia Escuelas Pías, donde pudo haber algo más de desahogo. Desde ahí, el palio salió a la plaza Fray Jerónimo de Córdoba y a Ponce de León, camino de Santa Catalina, donde las imágenes de la Hermandad de los Gitanos tuvieron su sede en la capilla de la Hermandad de la Exaltación desde que se cerró al culto San Román y hasta la apertura de su Santuario.
























El paso, exornado con rosas blancas y con unas curiosas velas rizadas con dos partes diferenciadas, continuó por Almirante Apodaca, pasando por delante del azulejo que recuerda cuando ‘El Balilla’ dijo aquello de “Al cielo con ella”. Más adelante, cerca de San Pedro, desde la azotea de un edificio que en uno de sus balcones tenía una pequeña dolorosa con flores y velas, cayó una lluvia de pétalos sobre el palio.
A continuación, desde San Pedro el cortejo se desvió del itinerario inicialmente previsto y siguió por Cristo de Burgos hacia la estrechísima Sales y Ferré.





























Por un brevísimo tramo de Boteros y Odreros, donde hubo un complicado relevo de costaleros por la estrechez de la calle, el paso de palio de la Virgen de las Angustias salió a una abarrotada Plaza de la Alfalfa. Acto seguido, subió la calle Jesús de las Tres Caídas y reviró para bajar la Cuesta del Rosario hacia el Salvador.
Durante todo el camino se fue rezando el Rosario. Una de las estaciones coincidió con el paso detenido junto al gran azulejo del Santísimo Cristo del Amor, donde el rezo se dedicó a los jóvenes cofrades de Sevilla, que “llegan a Dios por el amor”, en clara alusión a la fórmula con la que cada año se inicia la petición de venia de la Borriquita en la Campana.


















El brillante traslado de la Virgen de las Angustias lo fue aún más cuando, tras dejar atrás la Plaza del Salvador, Álvarez Quintero y Entrecárceles, el paso de palio desembocó en la Plaza de San Francisco y el sol lo iluminó con fuerza. Hacía realmente calor, pese a estar llegando octubre a su fin.
Antes de entrar en Hernando Colón, el paso se detuvo y la levantá posterior le fue dedicada al vestidor de la Virgen de las Angustias, Antonio Bejarano, del que todos coincidían en alabar su buen gusto en el atavío de la dolorosa.

















La sombra volvió a darle al paso de palio en Hernando Colón, por donde la bulla no dejó de acompañarle, y de nuevo el sol hizo su trabajo cuando la Virgen alcanzó la calle Alemanes, frente a la recientemente restaurada Puerta del Perdón y con la cercana Giralda como testigo de excepción de la escena. En dicha calle se vivió un momento de cierta tensión cuando entre los cangrejeros parece que alguien tropezó, obligando al capataz a detener el paso mientras la bulla se apartaba un poco.
Mucha gente llenaba las gradas de la Catedral, aquéllas en las que no había andamios, y el paso continuó avanzando hasta revirar a Placentines y mirar frente a frente a la torre principal de la ciudad. El acerado de la zona del Palacio Arzobispal sigue en obras (ya lo estaba el día de la salida extraordinaria de la Virgen de la Victoria), lo que dificultaba el movimiento de la gente.




















Superadas las obras y las estrecheces, el palio de las Angustias alcanzó la Plaza Virgen de los Reyes y buscó la Puerta de los Palos, por la que accedió a la Catedral a eso de las cinco menos cuarto de la tarde, mientras las campanas de la Giralda la recibían con gran revuelo.















Al día siguiente, a las doce del mediodía, se celebró la misa estacional conmemorativa en la Catedral, ante el altar del Jubileo, a cargo del vicario general de la Archidiócesis, Teodoro León, quien sustituyó al obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, que se encontraba oficiando la función principal de instituto de la Macarena.


Y por la tarde del domingo, tuvo lugar la anhelada procesión extraordinaria de regreso al Santuario. Estaba anunciada la salida para las cuatro y media de la tarde. Sin embargo, poco después de las cuatro, con la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Salud ya preparada delante de la Puerta de los Palos, ésta se abrió y comenzó con una ansiada antelación la salida.
“La saeta” fue la marcha con la que la agrupación comenzó su participación en esta procesión en la que iba a turnarse en varios puntos con la Agrupación Musical María Santísima de las Angustias Coronada, para que ambas formaciones pudieran tener presencia en esta jornada tan especial.
Tras la cruz de guía, se sucedieron las mismas insignias que en el traslado de ida, sólo que ahora se añadieron las numerosas representaciones de muchísimas hermandades que quisieron acompañar a la de los Gitanos en este día de celebración. Hermandades vecinas, compañeras de jornada, cofradías con sus imágenes también coronadas y corporaciones con diversos vínculos, tanto de dentro como de fuera de Sevilla, formaron parte del cortejo.
Así, se pudieron ver representaciones de Pino Montano, San José Obrero, Divino Perdón, Jesús Despojado, Cena, Hiniesta, Estrella, Amargura, Polígono San Pablo, Beso de Judas, Santa Genoveva, San Gonzalo, Aguas, Javieres, San Esteban, San Benito, Candelaria, Baratillo, Panaderos, Exaltación, Cigarreras, Pasión, Silencio, Gran Poder, Calvario, Esperanza de Triana, Mortaja, Servitas, Resurrección, María Auxiliadora, Santa Lucía, Carmen de Santa Catalina y Prendimiento de Jerez, entre otras. Finalmente, antes de las presidencias y el cuerpo de acólitos, se encontraba el propio estandarte corporativo de los Gitanos.










El paso de palio de María Santísima de las Angustias visitó, como es costumbre, a la Virgen de los Reyes antes de salir. Posteriormente, comenzó a abandonar la Catedral con la habitual despedida de las campanas de la Giralda que justo un día antes la habían recibido de la misma manera. La Asociación Filarmónica Cultural Santa María de las Nieves de Olivares esperaba en la plaza y, tras interpretar el Himno Nacional, enlazó con “Madre de los Gitanos Coronada”, la marcha que Abel Moreno compusiera hace 25 años. Sin embargo, al quedar detenido el paso antes de atravesar la reja, se interrumpió la marcha.
Pero de nuevo sonó cuando el paso se levantó y pisó, ahora sí, la Plaza Virgen de los Reyes. El palio salió con ganas y el público acompañó con sus aplausos mientras la banda interpretaba dos veces la marcha de la coronación y la Virgen reviraba hacia Placentines, en cuya esquina quedó detenido.





















A duras penas, el paso siguió avanzando por Placentines a los sones de “Madrugá de canela y clavo”, y pocos metros había ganado cuando la marcha terminó y el paso de nuevo se arrió junto al Palacio Arzobispal. Más adelante, siguió hacia Alemanes con “Corpus Christi” y en esta última calle sonaron “Virgen de la Paz”, “Virgen de los Reyes”, “Aniversario Macareno” y “Al cielo con Ella”. No había lugar para las chicotás a tambor en esta procesión extraordinaria, después del silencio del traslado el día anterior. Alberto Gallardo padre estuvo en esta zona también al mando del llamador.



























Ya en la Avenida de la Constitución, donde, pese a su amplitud, se hacía complicadísimo andar, llegó el homenaje a las otras dos dolorosas coronadas de la Madrugá. La revirá desde Alemanes se realizó a los sones de “Coronación de la Macarena”, mientras que la siguiente composición musical fue “Esperanza de Triana Coronada”, que fue recibida con aplausos.
















Uno de los momentos más esperados de esta salida extraordinaria estaba en el Ayuntamiento. Lamentablemente, para llegar a su puerta principal en la Plaza Nueva el cortejo tomó por el Andén, por lo que la gran cantidad de gente que quiso asistir a este momento sólo podían ver el paso por los huecos que dejaban los naranjos al pasar entre ellos. Tres semanas antes, las Cigarreras se lo puso más fácil a los cofrades y devotos transitando por la calzada.
La Virgen de las Angustias avanzó por el pasillo que dibujaron los muchos estandartes de las hermandades que fueron acompañándola desde la salida de la Catedral, mientras la Banda de las Nieves de Olivares tocaba “Amanecer gitano”, “Sevilla cofradiera” y “La Estrella Sublime”, que fue interrumpida cuando el paso se detuvo frente a la puerta.
Con el paso parado, y tras la ofrenda floral del Ayuntamiento, la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Salud interpretó “La Saeta”, acompañamiento inédito para el paso de palio de las Angustias, no por la marcha en sí, que tiene su versión para banda de música, sino por el hecho de ser la propia agrupación la encargada de interpretarla para la Virgen.





Pero el plato fuerte llegó más adelante, mientras el paso se daba la vuelta para dar la cara ante el gentío de la Plaza Nueva y recibía una intensa petalada desde el balcón principal del Consistorio. En ese momento, la agrupación tocó “Madre de los Gitanos Coronada”, adaptada para esta formación con motivo de esta salida extraordinaria. Dos veces sonó esta composición, tras la que una voz gritó “¡Viva la Virgen de las Angustias!” y “¡Viva la Reina de los Gitanos!”, a lo que el público respondió con un sonoro “¡Viva!” y con aplausos, llenando el momento de una gran emoción.







Cuando, por aquello del cambio de hora, ya había anochecido, el paso de palio se dispuso a continuar su camino con la marcha “Rocío” y, desgraciadamente, la interpretación del solo de flauta coincidió con el momento en que la Agrupación Musical María Santísima de las Angustias Coronada comenzó a tocar el tambor en la calle Granada, impidiendo que se escuchara la que, pese a ser archiconocida, sigue siendo la parte más esperada de esta marcha.


Mucho camino quedaba por recorrer en esta jornada de devoción y emoción continua que la lluvia retrasó. Ella, la Virgen de las Angustias, sabrá por qué. Seguro que fue mucho mejor así. El próximo viernes se pondrá fin a la conmemoración del XXV aniversario de la coronación canónica con un besamanos en su Santuario. Será el momento de darle las gracias por todo lo vivido junto a ella.

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