sábado, 25 de julio de 2015

EL HIJO DEL TRUENO


Hoy, 25 de julio, se celebra la festividad de Santiago el Mayor, el apóstol apodado por el propio Jesucristo "Hijo del Trueno", sobrenombre que Santiago compartía con su hermano, San Juan Evangelista, porque sugirieron que un rayo de fuego bajara del cielo para quemar a los samaritanos, que se negaban a darles posada una noche cuando iban de camino a Jerusalén sólo por ser judíos. No hace falta decir que Jesús ignoró tan vengativa propuesta y les enseñó a ser más compasivos incluso con quienes no se portaran bien con ellos.
Santiago es el Patrón de España porque, cuando tras la muerte de Jesús los apóstoles se desplazaron a varios lugares del mundo conocido para predicar su palabra, este "Hijo del Trueno" vino a nuestro país, enviado por San Pedro, primer Papa de la Iglesia Católica.
En el libro "Recuerdos de un viaje a Santiago de Galicia", del Padre Fita, se cuenta que Santiago dejó Palestina y viajó hasta la Península Ibérica en una nave que le dejó en las costas de la provincia romana Bética y posteriormente pasó por lugares como Itálica, Mérida, Coímbra (Portugal) y Zaragoza, entre otros lugares, regresando a Palestina desde el puerto de Valencia.
Por lo tanto, si España es hoy un país de enorme e innegable tradición cristiana, por más que algunos miopes quieran negar la evidencia, o directamente borrarla, es algo que le debemos en primer lugar a Santiago el Mayor, que fundó iglesias y bautizó a los primeros cristianos de la Península.
Pero además, Santiago fue el primer apóstol condenado a muerte por ser seguidor de Jesucristo y difundir su palabra. Murió decapitado en el año 44 por orden de Herodes Agripa I, quien poco después también mandaría apresar a San Pedro.
Según cuenta Jaime Passolas en su interesante libro "Personajes de la Pasión", una leyenda cuenta que a la persona que denunció a Santiago le cautivó la fortaleza que el apóstol mostró para reconocer su fe y morir por ella, de forma que, cuando iba hacia el lugar de su martirio, se acercó a él para pedirle perdón, recibiendo de Santiago un beso. Siguiendo con dicha leyenda, el denunciador, después de esto, también fue condenado a muerte.
Los seguidores de Santiago llevaron después su cuerpo a España, donde había predicado, enterrándolo en Galicia. El lugar del enterramiento quedó olvidado por las continuas persecuciones a la Iglesia y a sus seguidores. Sin embargo, en el año 813 un ermitaño llamado Pelayo la encontró observando las señales de unas estrellas que iluminaban el cielo. De ahí surgió el nombre de Compostela, derivado de 'campus stellae' (campo de estrellas). Enterado del hallazgo, el rey Alfonso II ordenó la construcción de una capilla para albergar los restos del apóstol que hizo de España (y también de Portugal) tierra cristiana para toda la eternidad.

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