Quienes ya vamos teniendo una edad conservamos en nuestra memoria un recuerdo nítido del Santísimo Cristo de las Aguas, acompañado entonces en solitario por la Virgen del Mayor Dolor, sobre su antiguo paso por las calles de Triana. Fue hace veinticinco años, con motivo del CCL aniversario fundacional, y en aquella ocasión no pisó su antigua casa de San Jacinto, sino la Parroquia de Santa Ana y la Capilla de los Marineros.
Y un cuarto de siglo después, la historia se repitió el pasado viernes, aunque con matices. Ahora sí que se le abrieron las puertas de San Jacinto a la hermandad, el paso es hoy otro y sobre él iban todas las tallas que conforman el misterio en el que del costado de Jesús, tras la lanzada, brota sangre y agua que un ángel recoge en un cáliz.
La Hermandad de las Aguas culminaba el viernes los cultos principales de la conmemoración de sus 275 años de vida. Y, como queda dicho, regresó para ello a sus orígenes trianeros, donde permaneció durante seis días acogida, ahora sí, en su antigua sede de San Jacinto, donde antes de la salida se celebró una misa de acción de gracias.
Tras ella, comenzó a organizarse el cortejo que iba a devolver al paso de misterio a su Capilla del Rosario, en el Arenal, previo rodeo por algunas de las calles de Triana, con sus respectivas visitas a diferentes corporaciones del que fue su barrio hasta 1942. Aquel año un incendio y las malas relaciones con los dominicos de San Jacinto la hicieron cruzar el Guadalquivir para recalar primero en Santiago, luego en San Bartolomé y finalmente en su actual capilla.
La Agrupación Juvenil Virgen de los Reyes participó en esta salida extraordinaria poniendo sus sones ante la cruz de guía. En el cortejo se pudo ver una nueva insignia conmemorativa de su estancia en San Jacinto, realizada por Joaquín Salcedo. Y después iban un buen número de representaciones de hermandades: las de Triana, las del Lunes Santo, las del barrio del Arenal e incluso corporaciones como San Benito y los Gitanos, que, al igual que Las Aguas, tienen origen trianero aunque actualmente tengan su sede al otro lado del río.
No tardó demasiado en asomar por la puerta el paso de misterio, en el que destacaba la saya de las cadenas de la Virgen del Mayor Dolor, una recuperación debida igualmente a Joaquín Salcedo. Además, eran nuevos los casquetes de la cruz del Cristo de las Aguas, realizados en plata y donados a la imagen por la cuadrilla de costaleros. A juego con los nuevos casquetes, toda la orfebrería que veíamos en el paso era también de plata (las potencias del Señor, la corona y el puñal de la Virgen, el nimbo de San Juan Evangelista, la aureola de Santa María Magdalena y hasta el cáliz del ángel).
El paso salió de San Jacinto con el crucificado hundido en el cajillo; una vez fuera, fue elevado a su posición habitual. Comenzó entonces la labor de la Banda de Cornetas y Tambores del Rosario de Cádiz, que interpretó la Marcha Real y después, saliendo el paso a Pagés del Corro, enlazó algunas marchas, siendo una de ellas un estreno, "Aguas", de Manuel Jesús Guerrero Marín. Durante dicho estreno, el paso realizó un giro de ciento ochenta grados para detenerse mirando a San Jacinto a modo de despedida tras este histórico reencuentro.
A continuación, el paso se levantó y buscó la calle San Jacinto, donde se iba a encontrar con la Hermandad de la Estrella. Precisamente, la Banda del Rosario interpretó una de las nuevas marchas dedicadas al Señor de las Penas, "El Hijo de la Estrella", con la que el paso alcanzó la capilla de la cofradía del Domingo de Ramos y se volvió ante ella. Curiosamente, ambas corporaciones coincidieron en su historia teniendo como sede San Jacinto y compartiendo jornada procesional.
El paso, que contaba con un exorno floral en el que destacaban la tonalidad rosa claro de sus diversas especies y el amaranthus que colgaba a lo largo del canasto, se alejó de la Capilla de la Estrella a los sones de la marcha "El rezo". Posteriormente, tras una chicotá a tambor y en una calle San Jacinto repleta de gente, giró a Rodrigo de Triana con la composición "De Cádiz, un rosario".
En el inicio de esta calle, el paso de misterio tuvo que sortear unos cables para que no tropezaran con la parte superior de la cruz del Cristo de las Aguas. Luego se detuvo e instantes después siguió su camino con un clásico de las cornetas y tambores como es la marcha "Cristo del Amor".
Por las estrecheces de Rodrigo de Triana y Pelay Correa ya comenzó a verse lo evidente: que el horario previsto de entrada no se iba a cumplir. Se podría decir que es una tradición del noventa por ciento, o más, de las salidas extraordinarias. De hecho, resultaba muy curioso que se anunciara como hora exacta de entrada las 2,40 de la madrugada. Ni dos y media ni tres menos cuarto. Las tres menos veinte. Una precisión a todas luces ingenua.
La siguiente parada de la procesión estaba en la Parroquia de Santa Ana, donde se despidió la mayoría de las hermandades que iban acompañando a Las Aguas en este día tan especial. El paso se volvió ante la puerta del templo que da a la calle Vázquez de Leca (que es como algunos la seguimos llamando), donde fue colocado el paso de la Divina Pastora de Triana que saldría al día siguiente.
La llegada del paso a este punto tuvo como banda sonora la marcha "En el cielo de tu gloria". Y luego se marchó con "Santa María". Minutos después, una pequeña chicotá a tambor dio paso a la revirá a Pureza con la composición "Sagrada Familia", a la que siguió luego una nueva interpretación de "Aguas".
En la calle Pureza, como hace veinticinco años, el paso del Cristo de las Aguas paró en la Capilla de los Marineros, siendo recibido por la Hermandad de la Esperanza de Triana. Después, continuó hasta el Altozano, donde se pudo escuchar la marcha "Gitano, tú eres de Santa María", emprendiendo con ella la subida al puente de Isabel II.
La última hermandad trianera de la que se despidió el misterio fue la del Carmen del Puente, que ejerce siempre de punto fronterizo para los que van y los que vienen. Hasta su capillita llegó el paso y se volvió a los sones de "Siempre caminando". Tras una parada, como había ocurrido en la salida ante San Jacinto, tocaba despedirse del barrio, por lo que el Cristo de las Aguas se volvió nuevamente hacia el Altozano mientras la Banda del Rosario de Cádiz enlazaba las composiciones "Rosario" y "Madre".
Después, ahora sí, el paso comenzó a cruzar el puente, lo que hizo en dos chicotás a tambor. Una aguadora protestaba acerca de la falta de marchas por parte de la banda. Quizá ha visto pocas cofradías por el puente, dado que lo habitual es que no se toquen marchas mientras se está cruzando por una cuestión sencillamente estética; y es que al ser un lugar abierto, el sonido se suele escapar y las composiciones no se escuchan bien por aquí.
Sí que hubo marcha después, cuando el paso alcanzó la orilla sevillana del Guadalquivir. Fue "Cristo del Perdón" la que sonó para la llegada del Cristo de las Aguas y la Virgen del Mayor Dolor al otro lado, al que ahora es el lado de esta hermandad del Lunes Santo.
A partir de este punto, aunque aún por Reyes Católicos había bastante gente, empezó a ser más fácil acompañar a la cofradía en este tramo final que estaba comenzando en la salida extraordinaria.
Cuando salió el misterio hace un cuarto de siglo, al cruzar el puente transitó por el Paseo de Colón para entrar directamente en Adriano. Pero, como queda dicho, en este caso tomó Reyes Católicos, haciendo por la zona un recorrido, digamos, más trianero.
En esta ancha calle a la que desemboca el puente hubo una chicotá a tambor a la que siguió luego otra con la marcha "Eucaristía". Y después, fue el turno de "Y tú, Estrella" al girar a Pastor y Landero, donde el paso se detuvo para un relevo de costaleros.
La cofradía, quizá consciente del retraso que llevaba, pasó con cierta rapidez por Pastor y Landero. De hecho, en ella sólo se escuchó una marcha más, "Virgen de la Paloma", entre dos chicotás a tambor. Poco después, alcanzó la calle Adriano con "La Lanzada", seguida más adelante por "Macarena".
Y como buena hermandad trianera que al menos fue, no podía faltar el saludo a la Hermandad del Baratillo, que tenía de par en par abiertas las puertas de su capilla. Hacia ella el misterio de las Aguas se volvió y se acercó mientras la Banda del Rosario interpretaba "Septem dolorum".
A un joven cofrade le supo a poco la chicotá hasta la puerta de la cofradía del Miércoles Santo. Consideraba que la había hecho demasiado rápido y con una sola marcha. Quizá esperaba ver un saludo coreografiado al modo de los misterios que suelen pasar por allí...
Y para alejarse del Baratillo, la marcha escogida fue "Al compás de tu andar, Despojado", con la que continuó por Adriano buscando la calle Toneleros, que alcanzó con "El alma de un maestro".
Eran las dos y media de la madrugada. En teoría quedaban diez minutos para la entrada según el, tan preciso como ingenuo, horario anunciado. Pero aún tenía el misterio de las Aguas que pasar por la Carretería y recorrer algunas calles más cercanas a su capilla.
Finalmente, no fue hasta las cuatro menos cinco cuando el paso de misterio hizo su entrada de nuevo en la Capilla del Rosario, poniendo así fin a siete horas de procesión por Triana y el Arenal.
La Hermandad de las Aguas pudo desquitarse así de la fugacísima estación de penitencia del pasado Lunes Santo. Pero sobre todo pudo celebrar como se merece un importante aniversario con inevitables tintes trianeros que, a quienes vivimos algo muy parecido hace veinticinco años, nos hizo sentir un poco mayores por la velocidad con la que pasa el tiempo. En 2050 celebraremos los tres siglos...
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