lunes, 13 de mayo de 2019

VIERNES SANTO 2019: LA LLUVIA DEJÓ A LAS SIETE HERMANDADES EN SUS TEMPLOS

La peor parte de una Semana Santa en la que nuevamente la lluvia quiso hacerse notar se la llevó el Viernes Santo. Ya por la mañana las predicciones meteorológicas apuntaban a un empeoramiento del tiempo conforme fueran pasando las horas. Y se cumplió, pero no para las entradas de las tres cofradías de capa de la Madrugá, sino para la tarde del viernes y parte de la noche.
Será ésta, por tanto, la crónica más breve de todo lo acontecido en la pasada Semana Santa; una crónica, además, que parece escrita ya unas cuantas veces. Tantas como años en los que las siete cofradías del Viernes Santo han tenido que ver suspendidas sus estaciones de penitencia. Y eso que la del Viernes Santo es una jornada especial, una jornada distinta y altamente recomendable para su disfrute. Pero en este 2019 no pudo ser.
La Hermandad del Cachorro fue, como era de esperar, la primera en anunciar que se quedaría en su Basílica y no saldría a las calles. Tendría que haberlo hecho a partir de las cuatro menos cuarto de la tarde, dando así inicio a una larga estación de penitencia que, sobre el papel, debía acabar a las tres menos veinticinco de la madrugada. Nada de eso ocurrió. Pero de lo malo, salió algo muy positivo, un gesto muy grande por parte de la cofradía, que decidió abrir las puertas del templo sin hora prevista de cierre. Estaría abierta mientras hubiera personas deseando ver los pasos. Sin duda, una decisión digna de aplauso.
Todos ellos pudieron ver al Santísimo Cristo de la Expiración sin corona de espinas ni potencias, como iba a salir este año, sobre un monte de claveles rojos, y a Nuestra Madre y Señora del Patrocinio con sus eternos claveles rosas adornando su paso de palio.
Poco después, le tocó decidir a la Hermandad de la Carretería, que analizó los partes meteorológicos e igualmente, sin demasiadas dudas, anunció que no saldría a la calle. Por supuesto, también se abrió la capilla para que se pudieran ver los pasos. A la izquierda, el Santísimo Cristo de la Salud en la escena de las Tres Necesidades, poco antes de ser descendido su cuerpo de la cruz, con la Virgen de la Luz, San Juan Evangelista, las tres Marías, José de Arimatea, Nicodemo y los dos ladrones crucificados junto al Cristo de Francisco de Ocampo. Escalera, sábana y sepulcro, las Tres Necesidades de la Virgen para poder dar sepultura a su Hijo. Aunque no saliera a las calles, siempre es una delicia contemplar este paso de misterio, con originales detalles, como el canasto que simula hojarasca amarrada con una soga, una garra en cada zanco y los candelabros de forja con hojas enredadas en sus brazos.
Y a la derecha, el paso de palio de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad, que estrenaba la restauración por parte de Manuel Solano de la saya azul bordada por las Hermanas Antúnez en el siglo XIX. Con esta actuación, la saya ha recuperado su diseño original con la colaboración de Gonzalo Navarro. Por otro lado, también era novedad la parihuela del paso, de Ramón Jiménez.
En cuanto al exorno floral de los pasos, se componía de lirios morados y cardos en el misterio, y rosas blancas en el paso de palio, al que este año iba a acompañar por primera vez la Banda de Música Julián Cerdán, de Sanlúcar de Barrameda. La hermandad decidió prescindir de la Banda de Música de Las Cigarreras al entender que la formación no iba a estar a pleno rendimiento tras enlazar el Jueves Santo, acompañando a la Virgen de la Victoria, con la Madrugá, detrás de la Esperanza de Triana.












No lejos de allí encontramos la tercera decepción de la jornada, con la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, que igualmente suspendió la estación de penitencia, dejando en el templo franciscano el paso de madera y plata de Nuestra Señora de la Soledad, que estaba preparado para volver a sorprender con dos elementos.
Por un lado, la postura de las manos ideada por su vestidor, José Antonio Grande de León, con ambas manos muy unidas a la altura del pecho y sujetando los tres clavos y un pañuelo. Hasta el año pasado iba con una mano extendida con la corona de espinas, que ya fue una innovación de Grande de León, quien está además bordando un nuevo manto de salida que podremos ver en los próximos años.
Y el segundo elemento llamativo era el del exorno floral, que este año se componía de rosas, hortensias, iris, orquídeas cymbidium, orquídeas vanda, eryngium, protea, alhelíes y claveles.














Casi a la misma hora de la salida de la Soledad debía salir la Hermandad de la O, la última cofradía trianera de la Semana Santa, que ya sabía que, en caso de ponerse en la calle, no iba a tener delante al Cachorro. En un principio, la junta de gobierno pidió al Consejo de Hermandades y Cofradías una demora de una hora para ver si los partes meteorológicos apuntaban a una mejoría en el tiempo.
Sin embargo, pese al intento, finalmente no hubo más remedio que suspender la estación de penitencia, quedándose Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la O en la parroquia de la calle Castilla, donde estaban en una ubicación diferente a la de otros Viernes Santos de lluvia, con el paso del Nazareno delante de la capilla sacramental, mientras que el palio sí que estaba donde suele, a los pies de la nave central.
Lirios morados adornaban el paso del Nazareno, imagen de Pedro Roldán que vestía una túnica de terciopelo liso de color burdeos. El palio de la dolorosa de Antonio Castillo Lastrucci, por su parte, contaba con rosas de color rosa. Hay que señalar también que la Virgen de la O lucía su corona más antigua, la que labró en plata sobredorada Francisco Bautista en 1940.



















No hubo intriga alguna. La siguiente hermandad que debía salir, la de San Isidoro, suspendió su estación de penitencia sin pedir ninguna demora. Si había una cofradía de la que, estando las cosas como estaban, pocos esperaban una sorpresa era ésta.
Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, ayudado por el impresionante Cirineo de Francisco Antonio Gijón, el mismo autor del Cachorro, se quedó en el interior de la parroquia junto a Nuestra Señora de Loreto en su palio de llamativa orfebrería dorada.
Este año, la hermandad iba a estrenar un itinerario de ida hacia la carrera oficial más directo, bajando por la Cuesta del Rosario hasta el Salvador para desde ahí tomar la calle Cuna, abandonando su paso por la Alfalfa, Alcaicería, Plaza del Pan y Córdoba. Tampoco es que esta hermandad, que camina con celeridad, tuviera precisamente necesidad de recortar su recorrido, pero ésa es la decisión tomada por su junta de gobierno para este año.
Sólo quedaban dos hermandades y la primera de ellas en suspender su estación de penitencia fue la Mortaja, que tenía prevista su salida a las ocho de la tarde desde la iglesia del antiguo Convento de la Paz. Para entonces, ya no caía la lluvia que efectivamente había caído, por momentos con fuerza, a lo largo de la tarde. Pero la previsión indicaba que no se habían marchado definitivamente, como lo demostraba el amenazante cielo de nubes grises. Pese a todo, la hermandad abrió su sede canónica para que quienes así lo desearan vieran el paso perfectamente dispuesto, donde el cuerpo del Cristo Descendido de la Cruz, en el regazo de la Virgen de la Piedad, va a ser amortajado por las Tres Marías en presencia de San Juan, José de Arimatea y Nicodemo.
Finalmente, la última esperanza de la jornada estaba en la Hermandad de Montserrat, que en principio pidió media hora para tomar una decisión. Hay que recordar que en 2004, en que la Carretería se refugió en la Anunciación y el Cachorro en la Magdalena, y el resto de cofradías no salieron, Montserrat sí lo hizo y completó con normalidad su recorrido.
Pero éste no era el año para ninguna de las cofradías del Viernes Santo. Tampoco Montserrat salió y no se pudo disfrutar de sus impresionantes pasos en la calle. Bueno, ni en la calle ni en la capilla, dado que la hermandad decidió que quien quería ver los pasos ya había tenido tiempo durante la mañana y se limitó a anunciar que las puertas se abrirían para la misa del Domingo de Resurrección.
Para consuelo de la hermandad queda que el Cristo de la Conversión del Buen Ladrón, el que tallara Juan de Mesa para representar el momento en que anuncia la mejor de las noticias a Dimas, presidió el pasado 11 de marzo de forma brillante el Vía Crucis de las Cofradías en la Catedral (ver).
Y así, sin ni siquiera haber empezado, sin un solo intento, la jornada del Viernes Santo, que el año pasado sufrió las consecuencias de la lluvia ya por la noche, acabó con la última de las opciones eliminada en la calle Cristo del Calvario, ante las cerradísimas puertas de la Capilla de Montserrat. Otro año será.

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