La Hermandad de las Mercedes de la Puerta Real fue expuesta este último fin de semana en el suelo de su capilla, aunque sin permitir el beso a la imagen. El pasado mes de septiembre, días antes de su salida procesional (ver), la Virgen regresó tras haber sido restaurada por Enrique Gutiérrez Carrasquilla. Precisamente, al estar tan reciente esta intervención a la talla, la hermandad ha preferido evitar que los devotos pudieran besar la mano; aunque eso no impidió que la cofradía celebrase un culto con apariencia de besamanos, pero que no lo era en realidad.
Así, sobre una peana de madera dorada, la Virgen de las Mercedes se situó ante su retablo, vestida con un manto rosa de brocado y una mantilla blanca a modo de toca. Además, tenía puesta las saya blanca de salida de Antonio Rincón (1963) y el escapulario de Mariano Martín Santonja (2013). También lucía la corona y la ráfaga de salida, sujetaba un cetro con la mano derecha y un ramillete de azucenas de orfebrería con la izquierda. Asimismo, llevaba varias medallas, un juego de escapularios de mano, un rosario, los grilletes que aluden a los cautivos para los que surgió la Orden de la Merced, un alfiler con su advocación y la Medalla de la Ciudad.
Cuatro blandones de madera dorada con cera blanca flanqueaban a la Virgen, y entre cada pareja veíamos unas columnas salomónicas con diversas especies florales que también estaban en un centro a sus pies. Al fondo, ante un cortinaje de damasco rojo del que colgaban unas lámparas de araña de cristal, se colocó un pabellón a modo de dosel presidido por una talla de San Pedro Nolasco, fundador de la orden mercedaria.
Veíamos igualmente seis candeleros, varias jarras con flores de talco, unas bandejas de plata y dos pequeños candelabros con cinco velas blancas cada uno, ubicados sobre sendas columnas de cerámica.
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