La Hermandad del Buen Fin repitió un año más el esquema de montaje de su besamanos y su besapié, creando una especie de salón repleto de enseres y pequeños altares a los pies de la nave central de la Iglesia de San Antonio de Padua.
La diferencia con los últimos años es que en esta ocasión el Cristo del Buen Fin se situó delante, mientras que Nuestra Señora de la Palma estaba al fondo, ante el dosel de la hermandad. Tanto el crucificado como la dolorosa estaban flanqueados por jarras con diversas especies florales; blancas las de ella, moradas las de él.
La Virgen de la Palma vestía su manto verde bordado en oro en 2017 y saya blanca, y lucía su antigua corona de salida. Por su parte, el Cristo del Buen Fin llevaba las potencias que porta cada Miércoles Santo en las calles y estaba rodeado por cuatro grandes faroles dorados.
El espacio de este besamanos y besapié tenía cortinajes de damasco rojo y contaba con numerosos enseres repartidos por él, como blandones, candeleros, enseres litúrgicos, tallas de diversos santos y lámparas de cristal de araña, entre otros.
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