La Hermandad del Beso de Judas ha dado este fin de semana todo el protagonismo a Nuestro Padre Jesús de la Redención. Todo comenzó en la tarde del viernes, cuando salió a las calles del barrio para el rezo del vía crucis y continuó durante las jornadas del sábado y el domingo con su besapié.
La salida del vía crucis se produjo a las siete y media de la tarde desde la Iglesia de Santiago, cuando un cortejo encabezado por cruz alzada entre ciriales dio paso a varias parejas de hermanos con cirios, el estandarte corporativo, un grupo de viento de la Agrupación Musical de la Redención y el cuerpo de acólitos.
A las órdenes de Paco Reguera, las andas con el señor se acercaron hasta la puerta, deteniéndose antes de salir para el rezo de la primera estación. En este vía crucis, el Señor estaba vestido con una túnica lisa de terciopelo morado y un mantolín verde bordado en plata. También de plata eran el cíngulo y las potencias.
Una vez en la calle, el Señor tomó la calle Santiago, donde se rezaría la segunda estación, marcada como el resto por una de las cruces de los penitentes de la cofradía. Cuando se rezaba cada estación, la cruz, llevada por un hermano, se colocaba detrás de las andas y así continuaba durante el resto del recorrido.
Diversas flores de tonalidades morada, malva y púrpura adornaban las andas, que siguieron por Cardenal Cervantes, donde estaba marcada la tercera estación, hasta la plaza de San Leandro, en la que se encontraba la cuarta justo delante de la puerta del convento. Las monjas agustinas de San Leandro no salieron a la puerta, por lo que el Señor de la Redención siguió adelante por Zamudio a la plaza de San Ildefonso, lugar de la quinta estación.
El itinerario continuaría después por Caballerizas a la plaza de Pilatos en dirección a San Esteban, para luego buscar de vuelta la calle Santiago por Imperial, Calería y Juan de la Encina.
A la mañana siguiente, el Señor de la Redención estaba ya expuesto en besapié en el presbiterio de la Iglesia de Santiago, vestido exactamente igual que en el vía crucis, sobre una alta peana de madera dorada. Lo flanqueaban dos parejas de blandones dorados con cera blanca y dos jarras con las flores que llevó en las andas la tarde anterior.
Al fondo, ante la pintura del apóstol Santiago, estaba la cruz de guía de la Hermandad. Y delante de ella, más jarras, un buen número de candeleros, varias sacras y dos mesas de madera dorada con distintos enseres sobre ellas.
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