lunes, 10 de noviembre de 2014

LA VIRGEN DEL ROSARIO DE SANTA CATALINA, UNA GLORIA EN AUGE


La salida procesional de la Virgen del Rosario de Santa Catalina gana año tras año. Ya lo comentábamos en este mismo blog el año pasado, cuando advertíamos que elegancia es la palabra que mejor puede definir a esta procesión de gloria. Y el pasado día 1 de noviembre lo volvió a demostrar. Elegancia, emoción, pellizco. Todo eso caracteriza a una Virgen del Rosario que, afortunadamente, sobrevivió a su propia decadencia de la mano de la Virgen del Carmen.
La Banda de Cornetas y Tambores Varón de Dolores abría el cortejo, aunque en esto habría que apuntar lo que otras veces hemos observado. Cuando el cortejo de una cofradía es tan breve, hay ocasiones en que se mezclan los sones de la banda que va delante con los de la que va detrás del paso, y más teniendo en cuenta que una banda de cornetas y tambores siempre toca más alto que una banda de música.
En cualquier caso, nada que no pueda solucionarse caminando siempre junto al paso de la Virgen del Rosario, gran imagen mariana atribuida a la gubia de Francisco Antonio Gijón, y que ese mismo día recibió de la Real Liga Naval Española la Gran Cruz del Mérito Marítimo, al igual que hace doce años ocurriera con la Virgen del Carmen de la misma hermandad.
Por este motivo, miembros de la Liga Naval formaron parte del cortejo, junto a las representaciones de las hermandades de Santa Lucía y la Exaltación.




A las seis y media de la tarde salía de la Parroquia de San Román la cofradía, que tomó la calle Socorro, de cuyo convento había salido una semana antes el Cristo del Perdón, y desde San Marcos siguió por Bustos Tavera, Plaza de los Terceros, Capataz Manuel Santiago y Santa Catalina, para rodear por Ponce de León su templo, por fin en obras. Desde ahí siguió por Juan de Mesa, Almirante Apodaca y San Pedro, para buscar el Convento de las Hermanas de la Cruz.
La Asociación Musical de La Algaba era la encargada de tocar detrás del paso de la Virgen del Rosario, lo que hizo con bastante buen nivel, pese a los pocos años que esta formación está ligada a la hermandad. Con la marcha “Sevilla cofradiera”, el paso, que estrenaba la peana tallada por Julián Sánchez y que iba exornado con gladiolos y nardos, iba avanzando por la calle Santa Ángela de la Cruz, llegando hasta el convento con “Macarena”, de Emilio Cebrián. Ante la puerta el paso se volvió y las monjas cantaron aquella Salve que dice “Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida y dulzura, nuestra esperanza”. Posteriormente, la banda interpretó “Triana de Esperanza” mientras el paso, muy bien llevado, giraba de nuevo para continuar su camino, coincidiendo a la perfección la parte en la que rompe la marcha con el momento en que el paso se cuadraba con la calle y podía seguir de frente.
Por cierto que, a modo de curiosidad, hay que señalar cómo la parte de esta marcha en la que se incluye la Salve a la Esperanza de Triana cada vez es más cantada por parte de los cofrades que contemplan y siguen a las cofradías. Al principio parece que había más timidez quizá por ser una Salve dedicada a una imagen en concreto, pero da la sensación de que esto se va perdiendo y también “se arrodilla Triana” ante la Virgen del Rosario de Santa Catalina. Al fin y al cabo, Madre, también la de Dios, no hay más que una.











Y de convento a convento. Tras dejar atrás el de la Hermanas de la Cruz, al fondo de la calle esperaba el del Espíritu Santo. Antes, en la misma calle Santa Ángela, tuvo lugar una dedicatoria de levantá, como dijo el capataz, “por una hermana de la Exaltación y de la Redención que está pasando un momento difícil, para que la Virgen la ponga buena”. Casualidad o no, acto seguido la banda tocó “Amarguras”; las amarguras que a buen seguro la Virgen del Rosario sabrá quitarle a esta cofrade por partida doble.
En el Convento del Espíritu Santo, las religiosas y los presentes cantaron la Salve, y después el paso se alejó con “Coronación de la Macarena”, marcha que se inició una segunda vez, aunque por alguna razón se cortó abruptamente cuando se completó el giro para seguir de frente, y a tambor, hacia la calle Dueñas.












Por Dueñas el paso avanzaba con cierta rapidez, ya que había algo de retraso. Por ello, la banda no tocó una nueva marcha hasta el giro desde Dueñas a Doña María Coronel. Ahí sonó “Cristo en la Alcazaba”, a la que después, entre esta última calle y Gerona, seguiría “La Esperanza de Triana”, con la que el paso llegó al edificio donde antiguamente había un cuartel de la Guardia Civil, convertido en la actualidad en un hotel.
En este punto hubo otra dedicatoria delante del martillo. Esta vez el paso se levantó por Carmen, “una hermana que han intervenido recientemente, para que se ponga buena muy pronto”. La propia Carmen tocó el llamador para que la Virgen del Rosario fuera de nuevo al cielo, y de éste, del cielo de la calle Gerona, comenzaron a caer pétalos sobre la Reina de Santa Catalina mientras la banda de La Algaba tocaba “Macarena”, de Abel Moreno.











El Rinconcillo era testigo de cómo una cofradía, una más, rozaba sus muros en la estrechez de Gerona. Desde esta calle hasta la Plaza de los Terceros sonó “Valle de Sevilla”, esa marcha compuesta, olvidada y felizmente recuperada hace algunos años. La melancolía de esta composición casa a la perfección con la elegancia del Rosario de Santa Catalina, templo que, entre andamios, quedaba detrás viendo pasar de nuevo a una de sus cofradías camino del exilio de San Román. Será ya, si Dios quiere, por poco tiempo.
Junto a los veladores de la Plaza de los Terceros, llenos de sorprendidos turistas que pasaban en Sevilla este día festivo cámara en ristre, el paso se detuvo unos instantes, para continuar más adelante con la marcha “Virgen de Montserrat”, del inspiradísimo Pedro Morales. Con esta composición alcanzó la Virgen del Rosario la Iglesia de los Terceros, donde una representación de la Hermandad de la Cena salió a recibir a la Patrona de la feligresía, mientras al fondo, en el altar, los apóstoles de Ortega Bru asistían a la eterna institución de la Eucaristía por parte del Señor de Sebastián Santos.
A continuación, tras la donación de un ramo de flores por parte de la Cena, la Virgen del Rosario prosiguió por la calle Sol con dos composiciones dedicadas a otras tantas dolorosas del Martes Santo: “Candelaria” y “María Santísima del Dulce Nombre”. En esta calle, uno de los miembros de la Real Liga Naval Española tocó el llamador tras una nueva dedicatoria del capataz.




















Por fin, el paso llegó a la Plaza de San Román mientras la banda interpretaba otra de esas marchas que de unos años a esta parte han conseguido un gran auge: “Hosanna in excelsis”. Ya delante de la fachada de San Román, el paso dio un giro de 270 grados hasta colocarse ante la puerta para entrar dando la cara a los cofrades. En este intervalo sonó por dos veces “Madrugá Macarena”.
Finalmente, el paso fue poco a poco acercándose hasta la puerta ojival y entró definitivamente a eso de las once y media de la noche con el acompañamiento del Himno Nacional.













Una vez dentro de San Román, el paso se situó en la nave del Evangelio, frente al altar de la Hermandad de la Exaltación. Así se completó la salida procesional de una Virgen del Rosario que por el camino logró atraer tras de sí a dos mujeres muy emocionadas que decían no conocer previamente a esta imagen. Con ella salieron de San Román llevándola en dos sitios: en la cartera en forma de estampitas, y seguro que en sus corazones para siempre. La Reina de Santa Catalina, la del Niño de cara alegre que espera con paciencia a su Madre sentado en una silla durante el besamanos, sigue ganando fieles y devotos más de tres siglos después de su hechura.

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