domingo, 18 de junio de 2017

CORPUS 2017: EL REGRESO A LOS TERCEROS DEL SEÑOR DE LA SAGRADA CENA


En cuanto finalizó la procesión eucarística y la Custodia entró en la Catedral por la Puerta de los Palos tras los honores brindados por el Ejército, la Banda de Cornetas y Tambores de Las Cigarreras llegó a la calle Placentines procedente de la Plaza de la Virgen de los Reyes dispuesta a acompañar al Señor de la Sagrada Cena en su traslado de regreso a la Iglesia de los Terceros.
El mismo acompañamiento del traslado de ida antecedía al Señor, con la cruz alzada entre ciriales, el guión sacramental y el estandarte corporativo. Costó abrirle paso al cortejo, dada la enorme cantidad de gente que se dio cita, mucha de la cual no sabía que para el regreso la cofradía toma directamente por la estrechez de Placentines, en lugar de rodear, como hace a la ida, y como también hace cada Domingo de Ramos, por la Cuesta del Bacalao.
Por ello, tanto la Policía Nacional como la Policía Local fueron pidiendo a la gente que abriera el hueco necesario en la calle, por la que poco a poco fue discurriendo el cortejo. Enseguida, el paso con el Señor de la Cena salió de la portada lateral del Palacio Arzobispal y la Banda de Las Cigarreras comenzó a tocar "Cantemos al amor de los amores", composición encadenada después con la marcha "Réquiem", y todo ello con las campanas de la Giralda repicando.
El paso, comandado de nuevo como a la ida por Alfonso Morillo, se detuvo antes de afrontar la estrechez del segundo tramo de Placentines, lo que hizo mientras la banda tocaba únicamente el tambor.















La cofradía iba a un ritmo quizá algo más rápido que el de otros años, probablemente debido a las altísimas temperaturas que a esas horas, en pleno mediodía, se registraban en la ciudad, y que hacían que mucha gente huyera del sol y se acumulara en las zonas de sombra. Por ejemplo, en la Cuesta del Rosario, donde hasta poco antes de la llegada del paso la acera situada a la sombra estaba repleta, y la que estaba al sol se encontraba prácticamente vacía.
“Un cielo para mi Virgen” fue la marcha con la que el paso subió la cuesta buscando la calle Jesús de las Tres Caídas y la Plaza de Alfalfa. De ahí, a pleno sol, el paso alcanzó por Odreros la ansiada sombra a los sones de “Amor de Madre”.
Un hombre comentaba con otro en esta zona que este traslado debería realizarse por la tarde-noche, como el de la Hiniesta, porque en mayor o menor medida siempre sufre la Hermandad de la Cena los rigores del calor en su camino de vuelta a Los Terceros.



























El sol hacía brillar el cáliz que la Hermandad del Cerro, que fue amadrinada por la Cena, le regaló en el XXV aniversario de dicho madrinazgo, así como las potencias procesionales con las que salió el Señor para esta festividad del Corpus, en la que fue sobre un monte de flores blancas complementadas por espigas de trigo y racimos de uvas dispuestos a lo largo del paso del Cristo de la Humildad y Paciencia.
Por la calle Sales y Ferré, el Señor salió a la Plaza del Cristo de Burgos, cuyos enormes árboles hicieron más liviano el ir acompañándolo por las calles. Por esta plaza, la Banda de Las Cigarreras interpretó la marcha “Macarena” y después continuó hacia la calle Doña María Coronel, por la que avanzó a buen ritmo.
Más adelante, giró hacia la calle Gerona, en la que se internó a los sones de “Alegoría de la Fe”, saliendo después a Capataz Manuel Santiago con “Y fue azotado” y recibiendo el Señor de la Cena una gran petalada en la esquina del bar El Rinconcillo.


































Por fin, el Señor de la Cena alcanzó la calle Sol a los sones de la marcha "Reinas del Baratillo", a la que siguió después "Madre de Dios", quizá una de las composiciones más representativas del repertorio de la Banda de Las Cigarreras. Con ella llegó hasta la misma puerta de Los Terceros, donde ya se refugiaban del calor todos los integrantes del cortejo, muchos de los cuales portaban unos cirios completamente doblados por el calor intenso al que se habían expuesto; tanto el que administraba el sol como el que desprendían los adoquines.
La hermandad no quiso alargar en exceso el traslado y acabó entrando el paso en su templo con aproximadamente un cuarto de hora de adelanto sobre lo previsto; en concreto, algunos minutos antes de las tres de la tarde.
Antes de la entrada, el paso giró ante la puerta mientras la banda tocaba "Costalero del Soberano". Tras interpretar la marcha, los músicos repitieron parte del final de la composición para enlazarla con la Marcha Real, como ya se ha convertido en algo bastante habitual en esta formación musical. Y también es costumbre con el Señor de la Cena engarzar la Marcha Real con "Cantemos al amor de los amores", con la que el paso se desplazó por el interior del templo hasta quedar delante del altar provisional habilitado en la iglesia antes del crucero, zona clausurada por su mal estado.


















La Hermandad de la Cena cerraba así su segunda salida procesional de cada año (la tercera y última será la de la Virgen de la Encarnación el primer domingo de octubre), que nos ha dejado la poco acostumbrada visión del Señor en la calle con túnica burdeos, en lugar de la blanca habitual.

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