sábado, 4 de enero de 2020

EL CAUTIVO DE SAN ILDEFONSO SE EXPUSO POR PRIMERA VEZ EN BESAMANOS


La Parroquia de San Ildefonso acogió ayer un besamanos extraordinario a Nuestro Padre Jesús Cautivo al coincidir la festividad del Dulce Nombre de Jesús con el primer viernes del año. Lo extraordinario, por tanto, no estaba solamente en que la imagen estuviera expuesta a la veneración de los devotos fuera de la Cuaresma, como es habitual, sino también en que por primera vez el Cautivo dio a besar sus manos, en lugar de sus pies.
Ni siquiera los miembros de mayor edad del grupo de devotos recuerda haber tenido nunca ocasión de besar las manos de este Cristo, que es quizá el que más devoción suscita en Sevilla de los que no pertenecen a una hermandad.
Para este culto extraordinario, el Cautivo de San Ildefonso fue situado en el presbiterio bajo del templo, con un cortinaje de damasco rojo tras él que ocultaba la zona del altar mayor. El espacio del montaje estaba además delimitado por una tela roja sobre la que había una alfombra bajo la talla, que se elevaba gracias a una peana cedida por la Hermandad de Monte-Sión.
El Señor vestía su túnica de terciopelo burdeos con bordados en oro, llevaba el escapulario trinitario a la altura del pecho, corona de espinas y las potencias de oro. Estaba flanqueado por dos jarras plateadas sobre sendos pies dorados con flores de Pascua. Más atrás había otros dos pies iguales con las mismas especies florales, pero sin jarras. Además, hacia los extremos se ubicaban un total de cuatro esbeltos blandones dorados con cirios blancos de gas.
Al fondo, sobre una mesa de altar, estaba situado el dosel de terciopelo burdeos con motivos sacramentales y crestería de madera dorada. Y ante el dosel, veíamos cuatro candeleros de plata con cirios blancos y dos jarras también de Monte-Sión, pertenecientes al paso de palio de la Virgen del Rosario, con las mismas flores antes descritas.
En esta ocasión doblemente extraordinaria de acercarse al Cautivo de San Ildefonso no faltó en la nave central de la iglesia una larga mesa donde los devotos iban depositando sus velas encendidas, y con ellas sus peticiones, ruegos, deseos y agradecimientos al Señor.
































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