jueves, 25 de junio de 2015

LA FE PATAS ARRIBA


De los gestores de cualquier institución, así, en general, uno espera que dediquen sus esfuerzos a solucionar problemas y no a crearlos. Lo que uno nunca espera es, precisamente, todo lo contrario, y menos de un gestor que no es cualquiera, sino que es el máximo responsable de la Iglesia Católica, como es el Papa; ése que en mi libro de religión del 'cole' decían que es infalible.
Pues bien, el Papa Francisco parece decidido a coger el toro por los cuernos y a poner fin a un intenso conflicto que mantiene desde hace tiempo posturas irreconciliables en dos facciones claramente diferenciadas. No, no me estoy refiriendo al conflicto entre Israel y Palestina. No. Sino al gravísimo desencuentro entre católicos y ortodoxos, que tienen el valor de celebrar la Pascua de Resurrección en fechas diferentes. ¡Habrase visto!
Ah, ¿que usted, querido lector, no estaba al tanto de las gravísimas consecuencias de esta disparidad en el calendario de la fe...? No pasa nada. Yo tampoco. Básicamente porque no tengo ortodoxos entre mis amistades más cercanas. Ni entre las más lejanas. Y, llámeme despreocupado o inconsciente, si quiere. Pero la verdad es que he de reconocer que no me importa mucho la fecha en que cada cristiano que habita nuestro mundo celebre la Resurrección del Señor. Lo importante, eso sí, es que se celebre.
El caso es que el Papa, infalible, como ya decíamos, ha decidido que católicos y ortodoxos debemos celebrarla a la vez porque sí. Y la mejor solución es fijar una fecha inamovible cada año para la Semana Santa, de forma que el Domingo de Ramos siempre sea el primer domingo de abril, para que la Pascua de Resurrección se inicie el segundo domingo de dicho mes.
Está por ver que los ortodoxos, que son muy suyos ellos, accedan a adaptar su propio calendario. Pero ahí está la propuesta del Vaticano para, de momento, volver locos a los turistas que anden ya buscando hoteles para la próxima Semana Santa, ya sea para ver procesiones o para irse a la playita o a una casa rural.
En Sevilla, donde el recientemente resucitado, sin Pascua ni nada, Cecop aún no se ha pronunciado al respecto, ya hemos empezado a apelar a la poesía para hablar de la luna de Nisán, que hasta ahora ha marcado la fiesta principal de la ciudad, de las fechas en que brota el azahar y hasta de la pluviometría habitual de la primera semana de abril. Sobre lo de celebrar la Semana Santa cuando no es Semana Santa tampoco se ha comentado mucho en sí. Al fin y al cabo, aquí estamos acostumbrados a ver Cristos y Vírgenes dolientes en cualquier momento del año, en procesiones extraordinarias, ordinarias y mediante las ya clásicas asociaciones de capiroteros, capaces éstas de montar hasta dos procesiones para llevar a un Cristo a un altar en la Cuesta del Rosario con motivo del Corpus.
Lo que hay que analizar va más allá de una cuestión de infraestructura urbana, mucho más allá de asuntos como cuándo empezamos a montar los palcos y ponemos la 'rampla' en el Salvador. Más allá, incluso, de cómo esta modificación afectará a otras fechas importantes para cualquier católico, como la Cuaresma, Pentecostés o el Corpus Christi. De lo que estamos hablando es de aspectos vitales para nuestra fe, para la que la tradición es fundamental, aunque sólo sea para no dar la razón a quienes ven en la religión algo arbitrario e imaginario a merced de los caprichos de un Papa, por muy infalible que éste sea.
La Conferencia Episcopal Española ya decidió hace años cargarse la fiesta del Corpus Christi, cambiándola de fecha. Afortunadamente, Sevilla se libró de aquel caprichito y el Corpus sigue siendo en jueves, por más que la propia Iglesia hispalense nos aclare que una cosa es cuándo se celebra la procesión de la Catedral y otra cosa es la festividad litúrgica. Miren ustedes, para mí el Corpus es el jueves y lo del domingo es un apéndice que alguien se inventó. Así de sencillo.
Pero es que si tenemos en cuenta que Benedicto XVI se levantó un día con ganas de quitarnos a los Reyes Magos, negando su propia existencia, y otro día nos sorprendió diciendo que la Última Cena del Señor no fue el Jueves Santo, sino que la fecha de la reserva en el Cenáculo fue dos días antes, uno ya no sabe cómo defenderse ante ateos y agnósticos, que ven demostrada su teoría de la falsedad de la religión cuando cada cierto tiempo los propios líderes de nuestra fe nos sorprenden poniendo patas arriba aspectos fundamentales de nuestro sistema de creencias.
El Corpus ya no es el Corpus, los Reyes Magos no eran nadie, la Cena no fue cuando nos contaron y ahora resulta que ni la Cuaresma, ni la Semana Santa, ni la Pascua de Resurrección, ni Pentecostés (con su romería del Rocío incluida) van a ser cuando siempre han sido.
Querido Papa actual, y cuantos vengan detrás: con todo el respecto posible a su indudable infalibilidad, de la que me dio por dudar en el colegio y me llevé por ello una reprimenda, ¿podrían dejar tranquilita mi fe... y, ya que estamos, también la Semana Santa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario