miércoles, 5 de octubre de 2022

LA VIRGEN DE LA VICTORIA REESTRENÓ UNA TOCA EN SU ROSARIO DE LA AURORA


La Hermandad de las Cigarreras celebró el pasado domingo su tradicional rosario de la aurora con la imagen de la Virgen de la Victoria, que fue trasladada hasta la Parroquia de los Sagrados Corazones, de los Padres Blancos.
El breve cortejo comenzó a salir de la Capilla de la Fábrica de Tabacos (a la que deberíamos empezar a llamar de otra manera) a las nueve de la mañana. Unos acólitos portando una cruz alzada entre ciriales iban delante, seguidos por varios hermanos con cirios blancos, el estandarte corporativo, el Coro de la Hermandad de Jesús Despojado y el cuerpo de acólitos con seis ciriales.




Pronto hizo su aparición la Virgen de la Victoria, llevada en andas por varios hermanos a las órdenes de los Villanueva, que hacía menos de seis horas que habían dejado en su Parroquia de Santa Genoveva a la Virgen de las Mercedes (ver).
Vestía la Virgen de la Victoria la saya blanca de tisú de plata bordada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda en 1905 y el manto de terciopelo negro bordado en oro por Jesús Rosado en 2018 con motivo de la Coronación Canónica. Además, reestrenaba una toca de sobremanto de malla bordada con el escudo de la corporación, regalada por las operarias de la antigua Fábrica de Tabacos y que ha sido restaurada y limpiada por el taller Virgen del Carmen de San Fernando.
En la cabeza lucía la corona procesional, de Manuel Seco Velasco (1967), enriquecida por Miguel Ángel Cerezo para la Coronación. De Cerezo es igualmente la cruz de oro y zafiros que tenía en el pecherín, justo encima de la Medalla de la Ciudad; y también tenía un puñal. Y en las manos, llevaba un pañuelo y un rosario con una cruz de oro y amatistas, otra obra realizada por Miguel Ángel Cerezo.
El primero de los misterios del Santo Rosario, que al ser domingo eran los gloriosos, se rezó durante la salida de las andas a la calle Juan Sebastián Elcano.















Las andas, que tenían delante la réplica de la Nao Victoria y un exorno floral compuesto fundamentalmente de rosas blancas, se internaron después por la calle que recibe precisamente el nombre de Virgen de la Victoria, como hace la cofradía cada Jueves Santo. En ella comenzó el rezo del segundo de los misterios.
Sin embargo, a diferencia del Jueves Santo, al llegar a la confluencia con la calle Asunción, el cortejo no giró a la derecha, sino a la izquierda, recorriendo un tramo de una de las vías principales del barrio de Los Remedios. Y desde ahí tomó Virgen de Loreto, donde se rezó el tercer misterio. A modo de anécdota hay que comentar que cuando las andas pasaban junto a un naranjo en el inicio de esta calle, cayó una naranja sobre la cabeza de uno de los hermanos que portaban las andas, quien se tomó el oportuno incidente con humor.



















Siguiendo el recorrido de este rosario, la Virgen de la Victoria, cuyas andas estaban iluminadas por seis candeleros con cera blanca y contaban con el llamador del paso de palio, obra de bronce plateado de Joaquín Ossorio, continuó luego por la calle Virgen del Valle, donde se rezó el cuarto misterio, y a continuación, tras cruzar la amplia Virgen de Luján, tomó Fernando IV.











Entre Fernando IV y Juan Ramón Jiménez se rezó el quinto de los misterios gloriosos del Santo Rosario, y poco después las letanías. En esta última calle el ritmo del cortejo se ralentizó, ya que iba con cierto adelanto sobre lo previsto. La cruz, de hecho, estuvo parada algunos minutos ante la puerta de los Padres Blancos sin entrar.
















Finalmente, la Virgen de la Victoria terminó de acercarse al templo y entró en él a las diez y cuarto de la mañana. Para ello, los encargados de llevar las andas tuvieron que bajarlas y sujetarlas con los brazos dada la poca altura de la puerta. Concluida la maniobra, condujeron a la dolorosa hasta el presbiterio.









A las diez y media de la mañana comenzó la misa en la Parroquia de los Sagrados Corazones, tras la que tuvo lugar el regreso de la Virgen de la Victoria a su capilla por un itinerario distinto, que la llevó a pasar por el Colegio de Santa Ana y por la Parroquia de los Remedios, antes de volver de nuevo por su calle y por unos pocos metros de Juan Sebastián Elcano hasta su casa.

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