martes, 4 de octubre de 2022

LOS DOLORES DEL CERRO, ANTE UN TRONO DE LA MACARENA EN SU BESAMANOS


La Hermandad del Cerro ha celebrado este fin de semana y hasta ayer, lunes, el besamanos a Nuestra Señora de los Dolores, que se presentó a los devotos en el presbiterio alto de su parroquia, sobre una enorme alfombra con el escudo de la corporación y elevada en una peana de plata.
Vestía la dolorosa de Sebastián Santos su manto procesional, restaurado este mismo año por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, y la saya de terciopelo burdeos obra, al igual que el manto, de quien fuera hermano mayor de la cofradía y bordador, Francisco Carrera Iglesias. Sobre la cabeza lucía su anterior corona de salida, obra de plata sobredorada de Villarreal.
En el pecherín, junto a un puñal, estaba el corazón de oro con siete dagas de oro blanco, brillantes y zafiros, y llama también de oro blanco con rubíes, de Joyería Ignacio. Además, bajo un broche con su advocación estaba la cruz pectoral de oro, un circón y cuatro rubíes, de Salvador Muñoz Martínez, y más abajo la réplica de la Medalla de la Ciudad. La mano derecha es la que ofrecía a los devotos para que se la besaran, mientras que con la izquierda sujetaba un rosario de carey y oro con una cruz también de oro de estilo colonial de principios del siglo XIX.
Junto a la Virgen de los Dolores, en el suelo, veíamos claveles rosas, flores que adornaban todo el altar en distintos centros y en cuatro jarras colocadas en los laterales, dos en cada lado, junto a unos grandes candelabros plateados con velas blancas.
Al fondo, el retablo mayor de la parroquia estaba oculto por un cortinaje de damasco rojo y ante él se ubicaba el dosel de cultos de la hermandad que cobijaba el trono de reina cedido por la Hermandad de la Macarena. También observábamos dos ángeles mancebos sosteniendo sendos faroles y dos jarras situadas sobre sendos pies de base cuadrada y decoración pictórica de apariencia marmórea.
Para terminar, hay que señalar la presencia, en los accesos desde el altar a los retablos del Cristo del Desamparo y Abandono, y del simpecado del Rocío, de dos mesas de madera dorada sobre las que había otros dos candelabros plateados con velas blancas, aunque de menor tamaño que los mencionados anteriormente.


























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