sábado, 3 de noviembre de 2018

LA VIRGEN DEL ROSARIO DE SAN VICENTE, EN LAS CALLES ANTES DE SER RESTAURADA


El pasado jueves, festividad de Todos los Santos, tuvo lugar la salida procesional de la Virgen del Rosario de San Vicente, titular letífica de la Hermandad de las Siete Palabras, que recorrió la feligresía días antes de ser retirada del culto para su restauración por parte de Pedro Manzano, quien ya hizo lo propio hace dos años con la talla del Niño Jesús que lleva en sus brazos.
Fue ésta una salida algo más temprana en el horario a las de años anteriores, ya que el cortejo salió de San Vicente a las seis de la tarde, encabezado por la particular cruz alzada entre ciriales, seguida del guión del Rosario y el estandarte corporativo de las Siete Palabras, además de otras representaciones de hermandades que se irían retirando a lo largo del recorrido.




Y es que la Virgen del Rosario realizó visitas a algunas de las hermandades de la feligresía, empezando por la Vera-Cruz, al pasar por la Capilla del Dulce Nombre de Jesús, y siguiendo más tarde por la Hermandad de las Mercedes de la Puerta Real.
La tercera y última visita fue la Capilla del Museo, donde llegó a entrar por completo el paso, que como viene siendo habitual, cuenta con la parihuela y respiraderos del paso de palio de Nuestra Señora de la Cabeza y los candelabros de guardabrisas del paso de misterio del Cristo de las Siete Palabras, que iluminan el conjunto ayudados por diez candeleros también del palio. Además, la Virgen del Rosario llevaba su manto de salida, prenda que también luce cada Miércoles Santo la Virgen de la Cabeza, y la saya blanca de raso bordada en oro, al igual que el manto, por Manuel María Ariza en 1863.
Dentro de la Capilla del Museo, el paso se situó frente al altar del Cristo de la Expiración y María Santísima de las Aguas, antes de emprender la salida para continuar su camino hacia San Vicente. Rufino Madrigal es el capataz de este paso que muy lentamente salió de la capilla, momento en que la Banda de Música del Maestro Tejera, encargada de acompañar a la Virgen del Rosario, tocó el Himno de España, seguido de la marcha "Virgen de las Aguas" a modo de despedida de la cofradía decana del Lunes Santo.
Con esta composición, el paso se encaminó hacia la calle San Vicente y, cuando se detuvo, la siguiente levantá se dedicó a un hermano que asistía emocionado a este momento. Poco después, el paso, que estaba adornado con lisiantum, astromelias, claveles y nardos, entre otras flores todas de color blanco, siguió adelante con la marcha "Revirá" en dirección al Convento de las Siervas de Jesús, donde esperaban las religiosas, que rezaron la Salve en compañía de varios miembros de la hermandad.






















 


Antes de marcharse, Rufino Madrigal pidió a la hermana superiora que tocara el llamador. Y aunque ella dudó porque pensaba que no iba a llegar por su baja altura, finalmente consiguió hacerlo sonar y el paso se levantó y comenzó a caminar a los sones de "Santísimo Cristo de las Siete Palabras", marcha con la que llegó a girar a la calle Cardenal Cisneros.
Aquí, poco antes de alcanzar el retablo cerámico de Nuestro Padre Jesús de las Penas, el capataz quiso dedicar la siguiente levantá a las madres de los costaleros, pero especialmente a la del fiscal del paso y director del Boletín de las Cofradías de Sevilla, Rafael Jiménez Sampedro. Su madre, según indicó Rufino Madrigal, ha cumplido 96 años.
La última marcha que sonó tras la Virgen del Rosario fue "La Estrella Sublime", con la que giró ante la puerta de San Vicente para entrar mirando hacia la calle, lo que hizo finalmente tras una breve parada durante la que los costaleros se dieron la vuelta. A las nueve y veinte de la noche, la Banda del Maestro Tejera tocaba el Himno de España y el paso entraba en el templo.
























Las oraciones finales, dirigidas desde el presbiterio por el nuevo párroco de San Vicente, Carlos Coloma, sirvieron para poner fin a la salida procesional de la Virgen del Rosario, con el paso ya definitivamente detenido ante el altar de la Virgen de los Desamparados, a los pies de la nave de la Epístola. El próximo destino de la imagen será el taller de Pedro Manzano, que actuará en la eliminación de algunas grietas, en la consolidación de la estructura y en la limpieza de la policromía; todo ello en una intervención de unos cuatro meses de duración.

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