lunes, 28 de enero de 2019

EL PRIMER VÍA CRUCIS DEL AÑO, CON EL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE


La Hermandad de la Hiniesta celebró la semana pasada los cultos anuales en honor al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que incluyeron el sábado la celebración del vía crucis por las calles de la feligresía con el crucificado portado en andas por sus hermanos.
Fue a las siete y media de la tarde cuando se inició el rezo público de las diferentes estaciones, contando con un cortejo encabezado por la cruz de guía de la hermandad, que daba paso a un primer tramo de hermanos con cirios color tiniebla, mientras que el estandarte corporativo iniciaba el segundo. Delante del Cristo iban la presidencia, donde estaba el hermano mayor, José Antonio Romero, junto al párroco de San Julián, Fernando García Álvarez-Rementería, y el delegado del Domingo de Ramos en el Consejo de Hermandades y Cofradías, Francisco Javier Bonilla García, y la capilla musical de la Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor, que este año se estrena con la Hermandad de la Hiniesta.
Tras salir de San Julián, el Cristo de la Buena Muerte, precedido de cuatro ciriales, se dirigió hacia el Convento de Santa Paula, primera de las visitas previstas en el recorrido de este vía crucis. El crucificado entró en el cenobio para visitar a las religiosas que lo habitan y posteriormente, tras el rezo de una de la estaciones, salió para acudir a otro convento cercano, como es el de las Siervas de María.



















A continuación, en esta ciudad-convento que fue y, en menor medida, sigue siendo Sevilla, el Cristo de la Buena Muerte buscó por la calle Santa Paula un tercer convento en su recorrido, en este caso el de Santa Isabel, donde esperaban las hermanas filipenses.
Del mismo modo que en los conventos anteriores, el Cristo entró. Lo hizo mirando hacia el Cristo de la Misericordia, de Juan de Mesa, que recibe culto en el convento, para enseguida ser conducido hasta el presbiterio, donde las andas se apoyaron en los escalones, a los pies del retablo que preside la Virgen de los Dolores, de Cristóbal Ramos.
Una de las hermanas del convento depositó un ramo de flores junto al Cristo y posteriormente le dedicaron unos cánticos antes de despedirse de la imagen.

















De nuevo en la Plaza de Santa Isabel, el Cristo de la Buena Muerte se encaminó ahora hacia la calle Siete Dolores de Nuestra Señora, para alcanzar la Capilla de los Dolores de la Hermandad de los Servitas, que también recibió en su interior al crucificado de la Hiniesta. Durante el rezo de la estación correspondiente, el Cristo fue colocado en el suelo mirando hacia el retablo que preside la Piedad servita.
Pronto salió a la calle y fue hacia la puerta ojival de la Parroquia de San Marcos, ante la que se volvió para el rezo de una nueva estación antes de continuar por la calle Vergara hacia Hiniesta y regresar de nuevo a San Julián por los callejones. Antes de entrar, la última visita conventual fue a San Cayetano, justo enfrente del templo de la corporación.



















Finalizado el vía crucis, ya de vuelta a San Julián, los hermanos prepararon el altar para el besapié que tuvo lugar durante toda la jornada de ayer, domingo. El Cristo fue colocado en posición vertical delante del que ha sido el altar del quinario, presidido ante el dosel por la Virgen de la Hiniesta vestida de hebrea.
Los antiguos respiraderos del palio de Cristóbal Ortega, un buen número de candeleros con cera blanca, la peana procesional, diversas jarras con flores de tonalidad roja y morada, y un manifestador con el templete de la Hiniesta Gloriosa que figura cada Domingo de Ramos en la delantera del palio conformaban el altar.
Flanqueando al Cristo de la Buena Muerte, que llevaba sus potencias de salida, cuatro altos blandones de plata y dos altas columnas rematadas en sendos centros de flores como las anteriormente descritas. Finalmente, en los extremos había dos pequeños doseles en los que veíamos unos ángeles sosteniendo unos cálices. Cada uno de ellos tenía unos pequeños candeleros a su lado.


























Durante la celebración de estos cultos, la imagen de la Virgen de la Hiniesta Gloriosa, que habitualmente preside el altar mayor de San Julián, se encontraba en la capilla sacramental, en el retablo de la Hiniesta Dolorosa.


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