lunes, 7 de enero de 2019

LA PASTORA DE CAPUCHINOS OFRECIÓ SUS MANOS POR LA FIESTA DE LA EPIFANÍA


La fiesta de la Epifanía o lo que es lo mismo, la venida de los Reyes Magos, es en el Convento de Capuchinos sinónimo de besamanos a la Divina Pastora, que permaneció expuesta a la veneración de los devotos durante los pasados día 5 y 6, de forma que cada año la Cabalgata pasa por delante de la misma puerta del histórico cenobio cuando la imagen se encuentra en el presbiterio del templo.
En esta ocasión, la Pastora de Capuchinos, con la que iniciamos el undécimo año de vida de este blog, se presentó vestida con manto de raso de color celeste con algunas estrellas bordadas, saya de tisú de plata con bordados en oro, fajín de seda celeste, pelliza y mantilla de tul bordada en oro sobre la cabeza. Asimismo, tenía otra mantilla envolviendo la imagen del Niño Jesús que sujetaba con su brazo derecho y calzaba unas sandalias de tisú de plata con bordados en oro.
La Pastora lucía la aureola procesional, así como la corona que también lleva algunos años (como el pasado -ver-) en sus salidas del último domingo de mayo. Asimismo, entre las diversas joyas que tenía se encontraban la réplica de la Medalla de la Ciudad, al tratarse de una imagen coronada canónicamente, y un alfiler con su advocación en letras doradas.
La talla, rodeada de las tres ovejas que la acompañan en su paso, estaba elevada sobre una amplia peana de madera dorada y policromada, y flanqueada por dos de los antiguos candelabros del paso de palio de la Virgen de la Merced, de la Hermandad de Pasión, con diversas flores en el lugar de las tulipas de los guardabrisas.
Detrás, había dos jarras con diversas especies florales de variadas tonalidades y con algunas granadas entre ellas. Estas mismas flores estaban en otros puntos del altar del besamanos, como en los extremos del montaje, sobre sendos pies de base cuadrada con decoración pictórica, también en los escalones del presbiterio, en un gran centro ante la Pastora y al fondo, en pequeñas jarras que decoraban el altar que presidía una talla de San Miguel colocada sobre la peana procesional de la Virgen de la Cabeza de San Juan de la Palma, entre dos faroles de la Hermandad del Divino Perdón.
A ambos del altar, que se levantaba ante un gran cortinaje de damasco rojo y un pabellón rematado por una corona, había un buen número de candeleros con cera blanca y los otros dos candelabros que antiguamente formaban parte del paso del palio de la Hermandad de Pasión.
Por último, en el lado izquierdo de todo el conjunto montado para el besamanos a la Pastora de Capuchinos estaba el estandarte corporativo, mientras que en el lado derecho estaba la cruz alzada entre ciriales.

































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