jueves, 18 de junio de 2020

REABRE TRAS AÑO Y MEDIO DE OBRAS LA CAPILLA SACRAMENTAL DE SAN LORENZO


Desde el pasado martes, la capilla sacramental de San Lorenzo, perteneciente a la Hermandad de la Soledad, está abierta para que todos los visitantes puedan ver el resultado de una intensa labor de restauración que se ha llevado a cabo durante el último año y medio.
Los resultados son manifiestamente visibles fundamentalmente en las pinturas murales que decoran cada rincón de este impresionante espacio de la parroquia, que se encontraban muy afectadas por la humedad, con varias partes casi perdidas y muy ennegrecidas.
Además, un aspecto curioso que el párroco de San Lorenzo, Francisco de los Reyes Rodríguez López, explica estos días a los distintos grupos de visitantes que pasan por la capilla es que durante las obras de restauración se han retirado hasta ochenta kilos de cables que había repartidos por los distintos recovecos de la capilla. Y es que cada obra relacionada con la iluminación que se acometía, aunque fuera tan sencilla como poner una bombilla en alguna parte, venía acompañada de nuevos cables sin que se retirasen los anteriores.
Para entender mejor el alcance de la restauración y la importancia artística de la capilla sacramental de San Lorenzo, se han instalado diferentes carteles que explican, por ejemplo, que los trabajos de restauración comenzaron con la impermeabilización de los muros en su zona inferior, ya que la baja cota de la Plaza de San Lorenzo transmite humedad por efecto de la capilaridad.
En noviembre de 2018 se montaron los andamios, quedando la obra terminada definitivamente en la primera semana de este mismo mes de junio de 2020, con la finalización de la instalación del nuevo sistema de iluminación.
Las pinturas murales han sido restauradas por un equipo de profesionales formado por Mireya Albert Astolfi, Rocío Campos de Alvear, Aureliano García Rentero, Elena Guisado Mena, Pedro Jiménez Pintado, Cinta Martínez León, Elena Martínez Piazza y Carmen Olivar O'Neill. Por su parte, el altar ha sido intervenido por María de los Ángeles Arjona.
La capilla del Sagrario tiene su origen en 1694, cuando fueron cedidas otras dos por sus patronos, tras la petición de la Hermandad Sacramental de San Lorenzo (hoy fusionada con la Soledad), que las uniría para dar culto al Santísimo en un nuevo espacio sacro. La situada al este era la capilla de Nuestra Señora del Pópulo, cuyo patrono era por entonces el caballero veinticuatro Juan de Esquivel Medina y Barba. La capilla colindante por su muro occidental era la denominada de Santa Ana, con puerta abierta a la nave sur de la parroquia, y con otro vano en el muro septentrional que comunicaba con la zona donde hoy está la pila bautismal, siendo patronato de la Casa de la Misericordia.
El mayordomo de la cofradía, Juan Díez de Valdivieso, consiguió la licencia de obras para la demolición del muro medianero y el inicio de los trabajos por parte del cantero Silvestre Jordán, autor de las cuatro columnas, el zócalo perimetral y otras labores de piedra, ejecutadas entre 1694 y 1699. Paralelamente, las obras de albañilería fueron dirigidas por el maestro Félix Romero Ojeda, con el auxilio de su padre Pedro Romero. La obra se paralizó entre 1700 y 1702 por problemas estructurales que originaron una controversia entre los maestros de la obra y otros arquitectos sobre la necesidad de demoler la bóveda o salvarla, decidiéndose finalmente por la primera opción.
Terminada la obra arquitectónica, y por iniciativa de Francisco Antonio Bucarelli y Villacís, I marqués de Vallehermoso, se levantó el altar, que fue contratado el 5 de marzo de 1703 al arquitecto de retablos Pedro Ruiz Paniagua. A principios del año siguiente Eugenio Martínez de Rivas donó para que presidiera el altar una "ymagen de nuestra señora" que representa a la Inmaculada Concepción, aunque según algunos autores podría tratarse del misterio de la Asunción de María. La escultura se tiene como obra, de segura atribución, del escultor italiano Nicola Fumo.
Concluida la obra arquitectónica se acordó decorarla con pinturas murales cuya ejecución tuvo dos fases diferenciadas, siendo iniciada la primera de ellas en 1707 por el pintor Francisco Pérez de Pineda, si bien los trabajos se paralizaron a los pocos meses por problemas económicos y el desarrollo de un pleito entre los cofrades. Tras la resolución judicial, diez años después, y al no llegarse a un nuevo acuerdo económico con Pérez de Pineda, se contrató el 10 de octubre de 1717 con los maestros pintores y doradores Domingo Martínez y Gregorio de Espinal la conclusión de la decoración pictórica de la capilla. Finalizados los trabajos, la capilla se bendijo el 24 de junio de 1718.
El rico programa iconográfico (que puede consultarse en un plano de la capilla) se atribuye a Pérez de Pineda y contiene en la bóveda a cuatro doctores de la iglesia latina, y además a Santo Tomás de Aquino y a San Buenaventura, plasmándose en las pechinas el tetramorfos con los cuatro evangelistas. En la entrada de la capilla, en el lado del Evangelio figura la Última Cena (copia de la de Leonardo), en el de la Epístola la representación de las Bodas de Caná y en el arco de la entrada se encuentra una tercera escena en la que se ve la Caída del maná en el desierto.
En las claves de las dos bóvedas laterales figuran, con fisonomía humana, el Sol y la Luna coronada de estrellas. En los paramentos del presbiterio y a sus espaldas, a derecha e izquierda en los brazos de la cruz, aparecen seis jeroglíficos y sobre cada uno de ellos la figura de una mujer bíblica, consideradas como una prefiguración de la Virgen María: Ruth, Abigail, Débora, Rahab, Esther y Judith. En el acceso desde la capilla mayor se ve una representación del Universo rodeado por el arco iris, y sobre él, el gran escudo de la familia Esquivel Medina y Barba, que recuerda la donación de una de las dos capillas.
Finalmente, en 1733 la Cofradía del Santísimo Sacramento contrató a Benito de Hita y Castillo la hechura de dos ángeles lampareros, que él mismo restauró una década después para adaptarles sendas lámparas de plata.










































ARQUITECTURA
La obra fue iniciada por el cantero Silvestre Jordán, autor de las cuatro columnas, el zócalo perimetral y otras labores de piedra, que fueron ejecutadas en jaspe encarnado y negro, procedentes de la cantera de Pozo Amargo de Morón de la Frontera, entre 1694 y 1699. Paralelamente, las obras de albañilería fueron dirigidas con el maestro Félix Romero Ojeda, con el más que probable asesoramiento de su padre Pedro Romero de San Roque.
La figura fundamental en el inicio de la obra fue Juan Díez de Valdivieso, que murió el 27 de agosto de 1698, indicándose en su partida de defunción que "como mayordomo que fue de dicha cofradía y mui zeloso de la honra de Dios y de su diuino culto, pues en el tiempo que fue mayordomo sacó de simientos la capilla del Sagrario, y estando labrando el alicatado de jaspe murió, auiendo gastado por su mano en dicha Capilla seis mil ducados".

PINTURAS MURALES
La decoración con pinturas murales se inició en 1707 por Francisco Pérez de Pineda, auxiliado por sus hijos Francisco Ignacio y Gaspar. Tras meses de trabajo la obra fue cesada por el inicio de un pleito judicial, que enfrentó a los propios cofrades, sobre la conveniencia o no de aceptar los beneficios de una fiesta de toros para el sufragio económico de la obra.
La resolución fue solventada por el Arzobispado, autorizando el uso del fondo recaudado en el festejo, con lo cual se retomó la obra en 1717. No obstante, Pérez de Pineda indicó que no podría acabarla por menos de 4.500 reales. Dos jóvenes artistas, Domingo Martínez y Gregorio de Espinal, se comprometieron a hacerlo por 2.000 reales, obligándose a seguir "el dibuxo comenzado y visto y admitido por la Hermandad". Elegidos en cabildo general por los cofrades de la Sacramental, entregaron la obra poco antes del 24 de junio de 1718.

RETABLO E INMACULADA CONCEPCIÓN
La construcción del retablo que preside la capilla del Sagrario fue impulsada por Francisco Antonio Bucarelli y Villacís, I marqués de Vallehermoso, que fue quien lo sufragó en su mayor parte. El 5 de marzo de 1703 fue contratado para tal fin Pedro Ruiz Paniagua, que lo diseñó con estructura de banco, cuerpo principal y ático, usando la columna salomónica como soporte, y repisas laterales para situar las efigies de San José con el Niño, Santa Ana con la Virgen Niña, rematándose el ático con el Niño Jesús con su Sagrado Corazón.
Preside el altar una imagen de la Inmaculada Concepción que fue donada a principios de 1704 por Eugenio Martínez de Rivas, vecino de San Lorenzo y devoto de las hermandades del Santísimo y de las Ánimas. La escultura se tiene como obra segura de Nicola Fumo, artista italiano que tiene obras documentadas en España. Especialistas en este artista han sugerido, no obstante, que nos encontramos ante el misterio de la Asunción de María.

ÁNGELES LAMPAREROS
La Hermandad Sacramental de San Lorenzo contrató en 1733 al joven escultor Benito Hita y Castillo la hechura de dos ángeles lampareros, de tamaño algo menor del natural. Se conservan cuatro recibos de los pagos de los mismos. El primero de ellos, de 150 reales, fue abonado el 8 de julio de 1733 "a cuenta de dos Ángeles que estoi haziendo para la Capilla del Santísimo del Señor San Lorenzo", continuando el 18 de agosto con un segundo pago: "más pagué al el dho. dn. Benito treinta reales por quenta dha. obra como consta de recibo susodho", 150 reales más el 3 de octbure y otros 30 reales el 7 de noviembre, que suman un total de 360 reales.
Diez años más tarde, tras ejecutarse dos lámparas de plata, el imaginero debió adaptar las dos efigies, pues recibió del mayordomo "settenta y sinco reales de vellón los mismos que e llevado por ayuda de costa para renovar los Ángeles lampareros de la Capilla del Sagrario de dha. Yglesia y para que así coste, lo firmo en Sevilla a 15 de Marzo de 1743. Benito Hita y Castillo".


Mañana viernes, tras la misa de hermandad de las ocho y media de la tarde, será trasladado el Santísimo hasta el sagrario de la renovada capilla sacramental de la Parroquia de San Lorenzo, volviendo así a ejercer la función que en 1694 se ideó para este espacio que ha conseguido recuperar un aspecto inmejorable sin una sola aportación de dinero público; sólo con recursos propios de la hermandad y mediante donaciones de devotos y de la Real Maestranza de Caballería, muy vinculada a la cofradía del Sábado Santo.

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