jueves, 16 de agosto de 2018

DÍA DE LA VIRGEN 2018: EL SOL ESPERÓ AL FINAL PARA ENCONTRARSE CON LA VIRGEN


La Virgen de los Reyes, Patrona de la Archidiócesis, fue fiel a su cita, más de siete veces centenaria, y salió de la Catedral ayer, festividad de la Asunción, para recorrer su habitual itinerario a las tempraneras horas de cada 15 de agosto.
Antes, entre el 9 y el 14, tuvo lugar la novena en su honor cada tarde a partir de las ocho. Y en la misma víspera del Día de la Virgen, la Orquesta Sinfónica Municipal de Sevilla ofreció en la Plaza de la Virgen de los Reyes el tradicional concierto que, en esta ocasión, contó con la participación del flautista Salvador Vicente Montañana.
La música dio paso a la noche, durante la que cientos de devotos partieron en peregrinación desde los municipios cercanos a la capital poniendo como meta de su camino la Catedral, donde antes de la procesión se celebraron tres misas a las que asistieron muchos de esos peregrinos. Tras la última, la de las seis y media de la madrugada, comenzaron los preparativos de la salida procesional de la Virgen de los Reyes en su palio de tumbilla, como siempre adornado con grandes mazos de aromáticos nardos en las esquinas.
Con absoluta puntualidad, a las siete y media se abrió la Puerta de los Palos de la Catedral y los Niños Carráncanos comenzaron a salir, situándose ante ellos la Sinfónica Municipal apoyada por algunas cornetas del Consejo de Bandas. La primera marcha que interpretaron fue "Virgen de los Reyes Coronada". Más adelante se produciría el estreno de "Santa María de los Reyes", nueva composición de Jesús Joaquín Espinosa de los Monteros, autor de composiciones que se han hecho un hueco en los repertorios de muchísimas bandas como "La Caridad del Arenal", "Siempre la Esperanza" o "Y en Triana, la O".
Tras la banda y los Niños Carráncanos, una cruz patriarcal daba paso a los miembros de la Asociación de Fieles de Nuestra Señora de los Reyes y San Fernando. Después iban los responsables del Consejo General de Hermandades y Cofradías, representado por primera vez como presidente por Antonio Piñero tras la dimisión a finales de junio de Joaquín Sáinz de la Maza. A continuación, y encabezados por su propio estandarte, iban los cofrades de la Hermandad Sacramental del Sagrario con cirios rojos, el clero secular, la coral y el Cabildo Catedral.





El cielo se veía completamente cubierto en la mañana de este 15 de agosto y había quien echaba de menos algunos grados de más en el termómetro. Y eso que ha habido años de más frío junto a la Patrona.
Daban las ocho de la mañana en los relojes y eso significaba que, sin esperar a un sol que se resistía a verle la cara, la Virgen de los Reyes iba a salir a las calles. Así lo anunció el repique de las campanas de la Giralda. Por la Puerta de los Palos apareció la Patrona vestida en esta ocasión con el manto blanco bordado en oro con castillos y leones, que fue donado por la reina Isabel II en 1853.
En ese momento, la banda de la Compañía de Honores del Ejército que iba a cerrar la procesión tocó el Himno de España y después permaneció en silencio hasta que el paso se introdujo por la calle Placentines, cuando comenzó a tocar la marcha "Virgen de los Reyes". Eduardo Bejarano volvió a encargarse de guiar a los costaleros que llevan a la Patrona en esta procesión, costaleros que no realizan un solo relevo a lo largo del recorrido.
Tras el paso, contemplado en silencio por sus devotos, entre los que se veían improvisados estandartes y camisetas que revelaban el municipio desde el que habían partido para estar con la Virgen, iban el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, y el vicario general, Teodoro León, que daban paso a las autoridades municipales y provinciales, y a la Compañía de Honores del Ejército.





















El cortejo de la procesión, quizá algo más breve que otros años, avanzaba ya por la Avenida de la Constitución cuando el paso de la Virgen de las Reyes hacía la primera de las posas o vueltas completas en la esquina de Placentines con Alemanes, para hacer luego lo mismo en la de Alemanes con la propia Avenida.
La Sinfónica Municipal tocaba "Santísimo Sacramento" al dejar atrás la Avenida y tomar Fray Ceferino González, siempre rodeando la Catedral sevillana. Poco a poco se veía avanzar el palio de la Virgen de los Reyes y llegaba hasta ese mismo punto, donde una mujer no disimulaba la incomodidad que le provocaba otra situada muy cerca, que le contaba a su acompañante, a un volumen bastante elevado, el problema que le suponía juntar en Chipiona a sus perros con el que acababa de adoptar su hermano, aún sin vacunar. "Es que el cachorro es muy chico y tiene aún bajas las defensas", argumentaba, mientras que la señora a la que molestaba su charla decía por lo bajini: "¡Respira, hija, respira! ¿No tienes nada que decirle a la Virgen?".
Sí que hubo silencio durante la posa de la Virgen de los Reyes en la esquina de Fray Ceferino, donde una indisposición obligó al arzobispo Asenjo a retirarse de la procesión, ocupando la presidencia durante el resto del recorrido el obispo auxiliar.



























Desde Fray Ceferino y la Plaza del Triunfo, el palio de tumbilla alcanzó nuevamente la Plaza de la Virgen de los Reyes, pasando junto al ábside de la Capilla Real, que está en pleno proceso de restauración y limpieza, al igual que el lateral de la Giralda que da a la Puerta de los Palos.
Con algo de celeridad, el palio alcanzó su lugar entre dos de las altas banderolas que cada año instala el Ayuntamiento con motivo del Día de la Virgen. Mirando hacia la fuente, la Virgen de los Reyes se detuvo para que ante ella desfilaran las autoridades y especialmente la Compañía de Honores del Ejército, que recibió los aplausos de los presentes en una procesión, por lo demás, bastante silenciosa en la que no se entenderían determinados vítores que se extienden cada vez por más procesiones a lo largo del año.









Instantes antes de entrar en la Catedral, el sol por fin se decidió a encontrarse un 15 de agosto más con la cara de la Virgen de los Reyes antes de que se perdiera, pasadas las nueve y media de la mañana, por la oscuridad de las naves del principal templo de la Archidiócesis, donde a continuación tuvo lugar la misa pontifical.

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