miércoles, 20 de noviembre de 2019

LOS SELECCIONADORES DE IMÁGENES


En las últimas semanas hemos asistido a las habituales designaciones que por esta época lleva a cabo el Consejo de Hermandades y Cofradías relativas a los cartelistas, pregoneros e imágenes que presidirán en 2020 el Vía Crucis de las Cofradías y el Pregón de las Glorias. Y, claro está, en una ciudad como Sevilla, y más cuando hablamos de las cosas de las hermandades, estas designaciones, y en concreto las de las imágenes, dan lugar a las polémicas recurrentes que de manera cíclica vuelven a los foros, los debates y los medios por estas fechas año sí, año también.
Cierto es que la polémica suele ser mayor cuando se habla de la imagen que presidirá el Vía Crucis. La del Pregón de las Glorias no genera tanta contestación, probablemente por lo desapercibido que suele pasar en la ciudad un acto que el Consejo se empeña en celebrar sólo cinco días después de acabada la Semana Santa. Aunque este año, con la designación de la Virgen de Montemayor, ha habido opiniones que cuestionaban la elección, una vez más, de una imagen de una hermandad filial y en concreto de una que lleva muy pocos años asentada en el calendario de procesiones letíficas.
Pero, como decía, es la elección de la imagen del Vía Crucis la que suele despertar más recelos, este año aumentados por el hecho de haber sido escogido el Señor de la Salud de los Gitanos, repescado tras no haber podido salir por lluvia en 2009. Que si darle una segunda oportunidad a una hermandad sin haber dado aún una primera a muchas otras es injusto; que si puestos a dar esa segunda oportunidad, antes se le tenía que haber dado al Santo Entierro... y lo que escuchamos todos los años: que si hay imágenes de gran valor artístico y devocional que se han escogido después que otras con menos "méritos"; que si hay que establecer otro sistema de elección; que si la que sea elegida en último lugar, cuando todas las demás lo hayan sido, quedará en una posición humillante; que si la designación no debe tener en cuenta la alternancia de jornadas de la Semana Santa; que si sí debe tenerse en cuenta...
Vamos, lo de siempre, a lo que hay que añadir las habituales opiniones sobre lo malo que es organizar el Vía Crucis un lunes laborable, una jornada complicada para generar las insoportables bullas que algunos parecen necesitar para disfrutar de las cofradías.
Centrándonos en el sistema de elección de la imagen, resulta ciertamente extraña la obsesión de muchos por establecer un orden basado en la valía artística y devocional de cada talla, valores ambos que tendrían que basarse necesariamente en posicionamientos subjetivos en los que jamás podría haber consenso alguno. E igualmente curiosa resulta la forma en que algunas hermandades (o algunos cofrades) sacan pecho por haber sido elegidas antes que otras, y la de aquéllas que se sienten perjudicadas por no haber sido elegidas todavía o por haber sido elegidas más tarde que otras.
Sobre esto, me llamaba la atención hace unas semanas una conversación de unos chavales que esperaban la salida de una cofradía de gloria. No tendrían más de veinte años y uno de ellos presumía de que su Cristo, el Cautivo de Santa Genoveva, había presidido ya el Vía Crucis de las Cofradías, mientras que el Cristo de uno de sus amigos (no llegué a enterarme de qué hermandad era) aún no había sido elegido.
Yo no pude evitar preguntarme de qué estaba presumiendo el de Santa Genoveva. A fin de cuentas, si tiene ahora unos veinte años, no pudo vivir aquella jornada histórica de 1993 en la que el Cautivo presidió el Vía Crucis en la Catedral. Vamos, que se lo perdió por la sencilla razón de que no había nacido. Su amigo, sin embargo, si su Cristo es elegido en 2021 o en 2025 o en 2030... sí que tendrá la suerte de disfrutar de un gran día para su hermandad y para su devoción. Y cuando eso ocurra, será él quien podrá presumir ante su amigo de haber vivido lo que el otro no pudo.
Lo que quiero decir es que, sea antes o después (y a todas les llegará), cuando el titular de una hermandad preside el Vía Crucis es un día maravilloso para sus hermanos; para los que en ese momento puedan disfrutarlo, que desgraciadamente no son ni los que ya fallecieron ni los que aún no han nacido. ¿O es que a los cofrades de Santa Cruz, los Negritos o el Cachorro (por nombrar a las tres primeras hermandades que presidieron el Vía Crucis en el 76, 77 y 78) no les encantaría que sus Cristos no hubieran sido designados aún para poder vivir en 2021, 2022 o 2023 lo que sus hermanos de hace más de cuarenta años tuvieron la suerte de vivir? ¿O es que no le encantaría a ese chaval de Santa Genoveva, que tanto presumía en la conversación con sus amigos, que en lugar del Señor de los Gitanos fuera su Cautivo el elegido para el Vía Crucis del año que viene?
¿Por qué tenemos esa necesidad de polemizar absolutamente con todo? ¿Por qué no podemos sencillamente alegrarnos por los Gitanos y por Montemayor, o por la hermandad que toque, por tener la ocasión de vivir algo grande? ¿Por qué nos empeñamos en cuestionar el sistema de elección de las imágenes del Vía Crucis o del Pregón de las Glorias sólo porque no casa con los criterios subjetivos que cada uno puede tener?
Siempre se suele decir que cada español tiene dentro un seleccionador de fútbol. A la vista está que todos los cofrades parecen tener dentro un Consejo seleccionador de imágenes de Vía Crucis y de Pregón de Glorias, lo cual no es malo, dado que la opinión es libre. El problema es caer, como se cae demasiado, en una especie de 'hooliganismo' que lleva a algunos a echar a pelear a unas imágenes con otras, a unas hermandades con otras, como si nuestros titulares fueran jugadores mudos de una competición de lo más surrealista y, sobre todo, innecesaria.

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