Las cosas como son. Si el sábado vivimos una jornada cofradiera muy especial e irrepetible fue gracias a Pedro Manuel Fernández Muñoz, comisario de la exposición "Fons pietatis", que se desarrolló en la Catedral con motivo del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. Fue él quien decidió qué imágenes y enseres debían estar en esta muestra, y por tanto quien escogió el paso de palio de la Virgen del Socorro y la imagen del Santo Crucifijo de San Agustín como partes destacadas de esta exposición.
Así que, tras una mañana junto a la dolorosa de la Hermandad del Amor (ver), la tarde, o más bien la noche, estuvo centrada en el crucificado que hoy es titular de la Hermandad de San Roque, y que hace siglos fue centro devocional de gran importancia en la ciudad. En realidad, no la imagen actual, sino la primitiva, destruida en el incendio provocado en 1936 en la parroquia. Afortunadamente, el médico y escultor Agustín Sánchez Cid devolvió a la vida a este crucificado y, gracias a él, podemos seguir disfrutando de una pieza fundamental de la memoria histórica devocional de Sevilla.
Aunque el traslado de ida a la Catedral para participar en la exposición se llevó a cabo sin paso alguno, para el regreso la cofradía de San Roque quiso aprovechar la ocasión que le brindó el comisario de la exposición y organizar una procesión extraordinaria que lo fue en toda la dimensión de esa palabra: extraordinaria; lo que no es decir poco en un año que ha estado cuajado de salidas procesionales con ese adjetivo.
La salida estaba prevista para las ocho y cuarto de la tarde, aunque finalmente la cruz de guía empezó a avanzar desde la Puerta de los Palos pasada esa hora. En el cortejo participaron igualmente la bandera del crucificado y el estandarte corporativo.
La Hermandad de San Roque quiso buscar un paso para el Crucifijo de San Agustín acorde con su estilo artístico. Y el neogótico del paso del Cristo de las Misericordias, de la Hermandad de Santa Cruz, le iba a ir como anillo al dedo. El monte estaba formado por claveles rojos sobre el que se alzaba el crucificado de San Roque, que tuvo que ser bajado en el cajillo para salir por la Puerta de los Palos.
Para acompañar musicalmente al Cristo la hermandad optó por la Banda de Música de la Cruz Roja, que es la que actualmente va tras el palio de la Virgen de Gracia y Esperanza cada Domingo de Ramos. Tercer crucificado con banda de música de plantilla completa en las salidas extraordinarias de este año tras el Cristo de Burgos (ver) y el de la Buena Muerte de los Estudiantes (ver).
El repertorio diseñado fue muy especial, con marchas que tenían algún significado con la devoción, con la vinculación secular con otras corporaciones, con comunidades de agustinos o con algunos compositores. La primera que sonó tras el Himno de España fue "Asilo y protector", aunque apenas se pudo escuchar porque su interpretación coincidió con el repique de las campanas de la Giralda, que se despedía así del crucificado.
Desde la plaza de la Virgen de los Reyes, se dirigió hacia la calle Mateos Gago a los sones de "Gracia y Esperanza", seguida posteriormente por "Cristo de la Expiración", bellísima marcha de Germán Álvarez Beigbeder dedicada al Cristo de dicha advocación de Jerez, un crucificado caracterizado por una melena de pelo natural como la del Cristo de San Agustín.
Sobre esto precisamente hay que comentar un detalle, como es el hecho de que el mechón que tenía tras el hombro izquierdo fue poco a poco cayendo hasta quedar toda la melena delante, lo que dificultó apreciar el rostro del crucificado durante toda la procesión.
La Banda de la Cruz Roja interrumpió sin razón alguna la marcha "Cristo de la Expiración" al detenerse el paso, pero luego interpretó "Cristo de los Toreros" y "Procesión de Semana Santa en Sevilla".
En el recorrido de vuelta a San Roque, el Cristo de San Agustín iba a visitar tres templos, sedes de otras tantas hermandades de la misma jornada, el Martes Santo. La primera fue la propietaria del paso, que recibió al crucificado en la puerta de la Parroquia de Santa Cruz, a la que llegó a los sones de "Cristo en la Alcazaba".
El paso se volvió al templo, mirando hacia el Cristo de las Misericordias, y luego continuó su camino con la marcha "Hiniesta", encaminándose a la estrechez de la calle Fabiola.
El Cristo de San Agustín siguió su camino por la calle Madre de Dios, donde se pudo escuchar la marcha "Semana Mayor", tras la que hubo una chicotá a tambor y un relevo de costaleros. Luego, los Villanueva, capataces de la cofradía de San Roque, hicieron sonar un llamador que no tocan en Semana Santa y el paso giró a San José con la composición "La grave".
Al final de esta calle esperaba al Cristo la Hermandad de la Candelaria en la puerta de la Iglesia de San Nicolás, donde también estaba el estandarte corporativo de la Hermandad de las Nieves, cuyos cofrades se desplazaron a la sede parroquial desde Santa María La Blanca.
A San Nicolás llegó el paso con la marcha "Quinta Angustia", deteniéndose algo alejado de la puerta, aunque orientado a ella. Los Villanueva suelen acercar más los pasos de San Bernardo cuando pasan por allí el Miércoles Santo, pero aquí no ocurrió de la misma forma. Luego, tras los rezos que le dedicaron los cofrades de la Candelaria y las Nieves, el Crucifijo de San Agustín se marchó por la plaza Ramón Ybarra Llosent con la marcha "Miradlo en la cruz".
Por Muñoz y Pabón, el Crucifijo de San Agustín pasó a Candilejo, donde sonó "Cristo de la Vera-Cruz", y luego a Águilas, a la que giró mientras la Banda de la Cruz Roja interpretaba otra marcha de Beigbeder e igualmente dedicada a una imagen jerezana; en este caso, "Amargura".
A continuación, fue el turno de la marcha gaditana "Ecce Homo", tras la que se produjo un momento muy especial en la misma calle Águilas, donde en un balcón se podía ver una reproducción de la Virgen de Aguas Santas de Villaverde del Río, que en 1566 estuvo junto al Cristo de San Agustín en la Catedral durante unas rogativas por lluvias. Desde el balcón se rezó un Padre Nuestro al crucificado y un Ave María a la Virgen con tan curiosa advocación. Además, se lanzaron sendos vivas.
Después, el paso continuó su camino con la marcha "El Amor crucificado", a la que siguió luego desde la plaza de Pilatos hasta la Iglesia de San Esteban la composición "Cristo de la Sangre". Tras ella el paso se detuvo ante la puerta, aunque sin volverse. Allí estaba, bajo el arco ojival dentado y con su estandarte corporativo, la Hermandad de San Esteban.
Por la calle San Esteban continuó adelante el Cristo de San Agustín en dirección a la Puerta de Carmona con las marchas "El Mayor Dolor" y "El Refugio de María". Y a continuación, el paso de la Hermandad de Santa Cruz salió por primera vez en procesión del centro histórico a la Ronda, discurriendo por el espacio que recibe el nombre de plaza de San Agustín a los sones de la composición "Saetas", tras la que se produjo una chicotá a tambor.
El Cristo se acercaba así a lo único que se mantiene en pie del antiguo convento de San Agustín donde nació la devoción al crucificado del que la imagen de Sánchez Cid es heredera. Se trata del refectorio, que le fue cedido hace años a la Hermandad de San Esteban y que pronto se convertirá, oh sorpresa, en un hotel.
El antiguo refectorio se encuentra en la calle San Alonso de Orozco, a la que el paso giró con la marcha "Jesús de las Penas". Y es que la vuelta a San Roque no iba a ser desde la Ronda una línea recta, sino que el paso dio un pequeño rodeo precisamente para pasar por este único resto del convento agustino.
El final de esta salida extraordinaria estaba cerca. Desde San Alonso de Orozco, el Cristo pasó a la calle Úbeda con la marcha "Lágrimas de Amargura", y posteriormente siguió con "Paso de palio" para girar a Juan de Vera y alcanzar la plaza de Carmen Benítez.
El Cristo de San Agustín veía de nuevo su casa, de la que se marchó rumbo a la Catedral a primeros de noviembre. La siguiente chicotá, con "Saeta cordobesa", hizo que el paso se acercara hasta la puerta y girara ante ella para que entrara mirando hacia la plaza.
Después, se detuvo por última vez en la calle y el Cristo fue bajado en el cajillo para poder entrar sin problemas por la puerta del templo, al que luego se acercó mientras la Banda de la Cruz Roja tocaba su marcha, "Santísimo Crucifijo de San Agustín". Finalmente, sonó el Himno Nacional cuando pasaban tres minutos de las doce y cuarto de la noche.
Concluía así una jornada única en la historia cofradiera y devocional de una ciudad que, hace justo ahora 375 años, agradeció con un voto al primitivo Cristo de San Agustín su intercesión para poner fin a la gravísima epidemia de peste que en 1649 le costó la vida prácticamente a la mitad de los sevillanos de la época. Ojalá esta salida extraordinaria haya servido para devolverle algo de devoción popular a este crucificado.
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