martes, 29 de octubre de 2019

LA VIRGEN DE LAS LÁGRIMAS OFRECIÓ SUS MANOS EN LA CAPILLA SACRAMENTAL


La Hermandad de la Exaltación quiso darle este fin de semana al besamanos a Nuestra Señora de las Lágrimas un escenario inmejorable, como fue la capilla sacramental de la Iglesia de Santa Catalina, donde la dolorosa recibió a sus devotos extendiendo para ellos su mano derecha.
Se trataba del primer besamanos en Santa Catalina desde 2003, ya que en junio del año siguiente el templo mudéjar se cerraría por su mal estado y no volvería a abrir hasta el pasado mes de noviembre. Por ello, y porque la propia capilla sacramental, auténtica joya del barroco, es propiedad de la hermandad, ésta no desaprovechó la oportunidad de darle a este besamanos una solemnidad más especial si cabe que la de otros cultos similares.
Flanqueada por dos candelabros de plata con altas velas blancas y por dos columnas doradas de fuste salomónico con sendas jarras del paso de palio, la Virgen de las Lágrimas se elevaba sobre una peana de madera dorada y policromada, y vestía prácticamente como cualquier Jueves Santo para su estación de penitencia.
Así, llevaba el manto procesional, de cuya ejecución por el taller de Olmo se cumple ahora un siglo, cotilla a juego, saya blanca de tisú, fajín hebraico y su corona de salida. Además, estrenaba los puños de encaje de blonda procedentes de un traje regional castellano del siglo XX. Por otro lado, en el pecherín tenía un puñal, un alfiler con su advocación, un broche con los atributos de Santa Catalina, una cruz pectoral y un nuevo juego de tres tembladeras de plata sobredorada, circonitas y aguamarinas. Finalmente, en la mano izquierda sostenía dos rosarios y un pañuelo de encaje.
En cuanto a las flores que veíamos en las jarras y en otros puntos de la capilla, eran claveles, rosas, lisiantum, crisantemos, hortensias, orquídeas y hojas de haya, todo ello de una gran variedad cromática.
Por último, hay que destacar que el altar principal de la capilla, presidido por la Inmaculada Concepción, contaba con varios candeleros con cera blanca y otras dos jarras, mientras que en los altares laterales de menor tamaño se dispusieron otras dos jarritas junto a pequeños candelabros de plata.

































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