domingo, 8 de octubre de 2017

EL CONSEJO APRUEBA, OBLIGADO, LA CARRERA OFICIAL REVERSIBLE


Ya es oficial. Después de mucho marear la perdiz, reunión va y reunión viene, y consultas varias que le han servido para poco, por no decir para nada, el Consejo de Hermandades y Cofradías se ha visto en la obligación de aprobar el bizarro proyecto para el Martes Santo de 2018 acordado por las ocho hermandades de la jornada.
Esto significa convertir la carrera oficial en un carril reversible como el del puente del V Centenario, de forma que el Martes Santo las cofradías entren en la Catedral por la Puerta de los Palos, salgan por la de San Miguel y después cojan una detrás de otra la Avenida, la Plaza de San Francisco, Sierpes y cada una a su casa tras haber hecho estación de penitencia en la 'Santa Campana'. Dicho de otro modo: la carrera oficial al revés.
Es evidente que al Consejo no le gusta este plan. Pero por más días que han pasado retrasando el veredicto final, no han logrado encontrar un argumento para decir que no a las mismas hermandades a las que les pidió, tras algunas propuestas rechazadas, que entre ellas lograsen un acuerdo para solucionar los problemas de la jornada, que básicamente se resumen en dos: las entradas tardías en sus templos de algunas hermandades y el punto negro de la Plaza de la Alfalfa.
Probablemente el Consejo confiaba en que las cofradías iban a ser incapaces de llegar a ningún acuerdo, que es exactamente lo que han sido durante años. Y eso es precisamente lo más llamativo de todo. Quienes acogen este plan con entusiasmo coinciden en destacar de él que las ocho hermandades han sido capaces de acordar un proyecto común del que todas, sin excepción, están a favor.
Pero es que lo que este proyecto que unos llaman marciano y otros genial evidencia, es precisamente la total y absoluta incapacidad mostrada por las hermandades del Martes Santo para ponerse de acuerdo para solucionar el día ateniéndose a las reglas de un tablero de juego hasta ahora común para las sesenta cofradías que hacen estación de penitencia en la Catedral. No es que ahora haya que aplaudir el acuerdo; es que durante años ha sido sonrojante el desacuerdo.
El Martes Santo es una jornada que ha mantenido inalterable el orden de paso de sus cofradías que se ha ido configurando desde el inicio. Nació con Santa Cruz en 1905. Creció de forma importante en los años veinte y todas y cada una de las nuevas incorporaciones hasta la del Cerro en 1989 se fueron colocando sobre lo ya existente. Sólo hubo dos intentos de cambiar las cosas que fueron simples parches fallidos: en los 70 los Estudiantes y la Bofetá intercambiaron sus puestos de forma efímera, sin que ese intento de solución hiciera nada con el tema de la Alfalfa; y en 2006 se ensayó un cambio más efímero aún que dejó fuera a la Bofetá, que ha sido precisamente la cofradía más necesitada de un cambio global de la jornada.
Nada más. Ni un solo ensayo más, ni un solo acuerdo... pero sí muchos obstáculos, muchas negativas, muchos peros. Y no por falta de propuestas. Todo lo contrario.
Dicen que fue la Bofetá la ideóloga de este experimento. No es difícil de creer. Probablemente, harta de soportar negativas y de ver cómo nada avanzaba, optó por una propuesta a la desesperada a ver qué tal, consiguiendo adelantar (siempre que no haya retrasos, claro está) su entrada en una hora y veinticinco minutos respecto a los horarios oficiales de 2017. Y eso pese a ser la última en pasar por carrera oficial. De las 3,55 a las 2,30 horas.
El nuevo orden, al menos para el año que viene, será Cerro, San Esteban, Estudiantes, San Benito, Santa Cruz, Candelaria, Javieres y Bofetá, lo que generará una revolución de horarios e itinerarios para todas las cofradías.
Y ahí está la clave del "éxito", al menos sobre el papel, de este plan: en el cambio de orden que plantea. No nos engañemos; el bizarro Martes Santo de 2018 se sustenta sobre un pilar que es completamente falso... o si acaso matizable.
Se nos quiere convencer de que hacer la carrera oficial al revés soluciona los clásicos males del día, que como queda dicho son las entradas tardías y el colapso de la Alfalfa. Pero eso es mentira. Lo que soluciona esos dos problemas no es que la carrera oficial se haga al derecho o al revés; lo que los soluciona es el cambio propuesto en el orden de paso por carrera oficial de las ocho hermandades. Una carrera oficial reversible con otro orden probablemente no solucionaría nada. Quizá hasta empeoraría lo ya conocido. Así pues, cambiar el sentido (en su doble acepción) de la carrera oficial es algo circunstancial que no tiene relación directa con la solución de los males que se quieren erradicar. Ahora bien, ¿por qué se puede cambiar el orden con la carrera oficial al revés pero no al derecho?
Es habitual, por otra parte, escuchar y leer a los defensores de este plan apelar al Sábado Santo, jornada que en sus primeros años también conllevaba para sus hermandades recorrer al revés la carrera oficial. En cualquier caso, la comparación no vale, dado que en 1956, cuando el Sábado de Gloria se convirtió en Sábado Santo y, con ello, en día de cofradías en la calle, todo era nuevo, empezando por la propia jornada, y todo, no sólo esa circunstancia, se basaba en el ensayo-error. Pero es más: si tan bueno y nada extraño era el Sábado Santo del revés, ¿por qué pasó a hacerse al derecho con los años, como sigue en la actualidad?
Y otro argumento en defensa del plan es que no siempre la carrera oficial terminaba en la Catedral. Conviene leer en este sentido el reportaje publicado en el número de septiembre del Boletín de las Cofradías de Sevilla, en el que se pone de manifiesto cómo cuando la carrera oficial continuaba, tras pasar por la Catedral, por la zona de Francos hasta el Salvador, la hoy Plaza del Triunfo y el Arco del Postigo eran zonas completamente impracticables para el paso de cofradías. Dicho de otro modo: tras salir de la Catedral las cofradías tomaban Placentines y Francos porque no había otra opción. Y cuando la hubo, algunas hermandades se decantaron por la desobediencia y dejaron de pasar, pese a la presión de los comerciantes de la zona, por la carrera oficial que se les marcaba.
Por todo lo anterior, lo siento por los excesivamente triunfalistas; pero mucho me temo que el Martes Santo de 2018 no será más que la evidencia de un fracaso colectivo. Por un lado, el de las propias hermandades del día, que ahora presumen de una capacidad de acuerdo que ha brillado por su ausencia en décadas por ser incapaces de afrontar un sacrificio individual a cambio del bien común, y sólo les ha sonado la flauta cuando han patentado la carrera oficial reversible modelo Juan Palomo.
Y, por supuesto, el fracaso también se sitúa del lado del Consejo. De la actual junta superior y de las inmediatamente anteriores, caracterizadas siempre por dejar que los conflictos se "resuelvan" o se enconen solos, antes de hacer aquello para lo que el Consejo existe: estudiar, proponer e incluso, llegado el caso, imponer soluciones.
¿La consecuencia de todo lo anterior? Una novedosa carrera oficial reversible que las hermandades del día quieren vender como el triunfo del diálogo y la voluntad de acuerdo, y que para el Consejo es un sapo que no ha tenido más remedio que tragarse. Y lo peor de todo es la incertidumbre que esto crea de cara a otras jornadas necesitadas también de cambios y cuyas hermandades podrían acabar montando igualmente su propia carrera oficial tipo Ikea. Bienvenido a la república independiente de mi jornada.

1 comentario:

  1. Lo lógico es que todos los días hagan la carrera oficial al revés, ya que la gran mayoría de las hermandades tendrían más cerca sus templos tras finalizar la carrera oficial

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