Poco después de la entrada de la Trinidad llovió en el centro de Sevilla. Parecía como si el cielo quisiera decirnos que había decidido tener la gentileza de respetar hasta el último momento el Sábado Santo, pero que la medida de gracia había terminado. Todo apuntaba a que la Hermandad de la Resurrección no iba a poder realizar su estación de penitencia, pero había que esperar... y sin programas radiofónicos que nos adelantaran lo que estaba ocurriendo.
A la misma hora en que la cofradía debía ponerse en la calle, la grúa municipal retiraba algunos vehículos aparcados en la calle San Luis, justo delante de la escuela lasaliana. Fue inútil, en cualquier caso, hacerle hueco a un cortejo que finalmente, como sospechábamos, no iba a salir a la calle para recorrer ese nuevo itinerario de ida, que incluía callejuelas del entorno de San Luis, como Inocentes o San Blas, para salir a la Plaza de Monte-Sión. Ni Bustos Tavera, Doña María Coronel e Imagen, ni la Plaza del Pumarejo, Relator y Feria. El recorrido de este año de camino a la Campana era completamente diferente a los de los últimos años.
Nadie salió a informar a la gente que esperaba a las puertas de Santa Marina. La clave fue escuchar la interpretación, a puerta cerrada en el interior del templo, de diversas marchas por parte de las bandas que acompañan a los dos pasos de la cofradía. Así, la Agrupación Virgen de los Reyes tocó "Y al tercer día", mientras que la Banda de Música de María Santísima de la Victoria interpretó "Salve, Virgen de la Aurora" y a continuación "Amarguras", el himno cofradiero con el que debería haber terminado la Semana Santa a eso de las dos y media de la tarde del domingo. Pero sólo pasaban unos minutos de las cinco de la madrugada y la marcha alcanzaba ya sus últimos compases.
De entre las hermandades que hacen estación de penitencia a la Catedral, la Resurrección es la que más tiempo llevaba sin verse perjudicada por la lluvia. En concreto, una década. En 2003, tras una noche de Sábado Santo en la que las cuatro cofradías de la jornada (entonces no salía el Sol) tuvieron que acelerar en sus itinerarios de regreso a sus templos, la Hermandad de la Resurrección suspendía su salida. Y eso pese a que, ya de día, la lluvia dejó paso a una radiantísima mañana de domingo.
Este año al menos quedó el consuelo de ver cómo tanto la madrugada como la mañana estuvieron, como se suele decir, metidas en agua. No habría habido opción alguna.
Dentro de Santa Marina se quedaron, por tanto, los dos pasos perfectamente exornados ante el altar de la iglesia, presidido por la imagen de la santa mártir que le da nombre.
Se notó mucho la altura que ha ganado el paso del Resucitado, que ahora permite contemplar en su totalidad el sepulcro sobre el que se eleva. También está más alto el ángel que lo acompaña. Para el año que viene quedará el estreno de las nuevas esquinas y maniguetas que ha tallado Francisco Verdugo para cubrir la ampliación del paso, que ha ganado una trabajadera.
El paso lucía una combinación de flores, fundamentalmente rosas rojas, además de un lazo amarillo y blanco, los colores del Vaticano, dado que la estación de penitencia se había dedicado al Papa Francisco.
En cuanto al paso de palio de la Virgen de la Aurora, bellísima imagen de Dubé de Luque para la que los Hermanos Delgado realizaron una grandísima labor de orfebrería, estaba exornado con una combinación de flores de tonalidad rosa y blanca. Poco a poco nos vamos acostumbrando al azul del manto, el techo y los faldones que sustituyó al color rojo en 2010.
Junto al altar de insignias de la cofradía, tras las dalmáticas de los acólitos, podía verse el estandarte corporativo de la Hermandad de Torreblanca, que iba a acompañar a la de Santa Marina en su estación de penitencia debido a los lazos de unión que generó entre ambas el vía crucis del Año de la Fe. También una representación de la Resurrección debía haber acompañado a Torreblanca el Sábado de Pasión. Curiosamente, ninguna de las dos cofradías pudieron salir este año a la calle.
En esta mañana sin cofradía, la lluvia no pudo arrebatarnos todas las citas con sabor cofradiero. Nuestro camino se dirige a Triana, a la Basílica del Cachorro, donde una cola rodeaba al templo hasta salir a la carretera de Huelva, a la altura de la Plaza de los Hermanos Cruz Solís.
El Santísimo de la Expiración estaba en besapié. El crucificado había sido bajado de su paso por segunda vez este año y colocado ante el retablo, donde la cruz de guía ocupaba el camarín. Seis candeleros de cera blanca y varios ramos de claveles rojos, lirios morados y otras flores flanqueaban al Cachorro.
La Virgen del Patrocinio estaba aún en su paso de palio a los pies del templo, pero ante su camarín se exponía el cuadro de Miguel Ángel González Romero que ha servido de portada de El Llamador de Papel 2013, y que representa al Cachorro a punto de alcanzar su templo en la noche del Viernes Santo.
Siguiendo el camino que no hace el Cachorro desde 2010, por la calle Castilla llegamos a la Parroquia de Nuestra Señora de la O, donde Nuestro Padre Jesús Nazareno estaba en besamanos en el presbiterio. Vestía la túnica burdeos con la que habría salido este año a hacer estación de penitencia, ante la cruz de guía de la hermandad y los cuatro faroles dorados de su paso, y entre dos ángeles ceriferarios. Sobre su peana, había una gran cantidad de claveles rojos de tonalidad oscura.
Por su parte, la Virgen de la O seguía en su paso de palio, al que le faltaban algunas de las rosas y jacintos que lo adornaban y perfumaban el Viernes Santo, dado que eran repartidos junto a los lirios morados del paso del Nazareno entre las personas que acudían al besamanos. La dolorosa ya no llevaba la corona de oro que Orfebrería Triana realizara para la Coronación Canónica de 2007, sino una de las dos coronas de plata sobredorada que solía alternar en sus estaciones de penitencia.
No deja de resultar curioso, e incluso simbólico, que el Domingo de Resurrección, acabada la Semana Santa y las salidas procesionales de las hermandades de penitencia, sea visita obligada la Parroquia de San Bartolomé, ese antiguo templo donde la quietud, la calma y la oración al Santísimo son protagonistas cada día y casi a cada hora; ese templo que figura en algunos capítulos de la historia de cofradías como Santa Marta, Jesús Despojado o las Aguas, pero en el que hoy la Pasión de Cristo se refleja únicamente en el Cristo de las Ánimas y en la dolorosa situada a sus pies, que tanto parecido guarda con la Estrella de Triana.
Allí, en su magnífica capilla de la cabecera de la nave del Evangelio, Sevilla enlaza el tiempo penitencial con el de las Glorias. Porque allí cada Domingo de Resurrección Jesús resucita y vuelve a ser niño en los brazos de la Virgen de la Alegría, que ofrece su mano derecha para que los fieles la puedan besar.
Cristo ha resucitado y su madre vuelve a sonreír. Y con Ella, los cofrades sevillanos, que aspiran ya el aroma de las Glorias en la ciudad mariana más hermosa del mundo.