Foto: Mundo Costalero
Pasados ya unos días desde la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid y, por tanto, del Vía Crucis al que se sumó la Hermandad de los Panaderos con el paso de palio de la Virgen de Regla, y tras escuchar y leer comentarios y reflexiones de unos y de otros, intentaré ofrecer mi propio punto de vista sobre lo vivido. Y es que comentarios ha habido buenos, malos y regulares; opiniones para todos los gustos. Me refiero al seno del mundo cofradiero, ya que sin salir de él uno ha visto y oído de todo.
Pero vayamos por partes. En mi opinión, al margen de cualquier otra cosa, es indudable que la unión de quince pasos de la Semana Santa de España en Madrid ha supuesto todo un acontecimiento histórico de trascendencia mundial difícilmente repetible. Y Sevilla estuvo ahí. El palio de la calle Orfila estuvo junto al Papa y fue admirado por unos cuantos millones de personas, entre los que se encontraban en la capital de España y los que siguieron el Vía Crucis a través de la televisión desde cualquier lugar del mundo (aunque hay que reconocer que la señal televisiva fue bastante tacaña en mostrar a la dolorosa sevillana en comparación con los detalles ofrecidos de los otros catorce pasos; quizás si la cruz hubiera sido llevada ante el palio como hicieron con las demás imágenes participantes...).
En este sentido, hay que destacar las críticas de algunos que indican que Benedicto XVI apenas pudo detenerse en la contemplación de las imágenes, ante las que pasó con su 'papamóvil', teniendo que repartir la dirección de su mirada entre los pasos y las miles de personas que los rodeaban. Vamos, que difícilmente pudo captar los detalles de cada uno de ellos. Pero quienes hacen hincapié en esto olvidan el objetivo mismo de las JMJ, que están dirigidas al mundo entero, a todas las personas católicas que habitan el planeta. Fueron, por tanto, millones de ojos los que observaron cada paso, y también el palio de Los Panaderos. Así, la labor evangelizadora que está en el origen mismo del arte religioso pudo cumplir de nuevo su cometido a través de los quince pasos de tan impresionante Vía Crucis.
Otras opiniones, sobre todo de hermanos de la Esperanza de Triana que intentan ratificarse en su negativa al traslado del Cristo de las Tres Caídas a Madrid, señalan que la organización no trató a las imágenes con el respeto debido, sino como meras obras de arte. Añaden que lo mismo habría dado utilizar pasos de Semana Santa que pinturas que representaran cada escena. Pues no; no lo creo. Primero, porque se rezó ante cada imagen meditando sobre cada estación; y segundo, porque el mundo entero sabe ahora, si es que no lo sabía ya, que España es un país que se vuelca en la conmemoración de la Pasión y Muerte de Jesucristo; que, pese a laicistas y anticlericales, de norte a sur y de este a oeste Jesús y María toman las calles de cualquier ciudad española entre el fervor de los millones de creyentes que aún somos y seremos, y que la rica y diversa Semana Santa de nuestro país, que ahora intentamos que consiga la declaración de Patrimonio de la Humanidad, no tiene parangón en ningún otro lugar. Razones de más para concluir que la ausencia de la, para muchos, mejor Semana Santa de España habría sido un error imperdonable.
La Hermandad de los Panaderos ha vivido probablemente el capítulo más importante de su larguísima historia. Más incluso que la coronación canónica del año pasado. Porque el triunfal recorrido de la Virgen de Regla por las calles de Madrid, entre los aplausos, los piropos y la admiración de personas provenientes de cientos de países (muchas de las cuales seguro que jamás habían visto un paso de palio) es algo que ninguna otra hermandad sevillana ha vivido antes y probablemente ninguna vivirá. Y no se trata de poner medallas a esta cofradía en detrimento de otras. Se trata únicamente de subrayar la trascendencia de lo que se ha celebrado. Ha sido algo inmenso que nadie podrá quitarle nunca a la cofradía de la pequeña Capilla de San Andrés.
Por cierto, aquellos amantes de las curiosidades cofradieras ya sabrán que la representación sevillana en el Vía Crucis no se redujo únicamente al palio de Los Panaderos. Y no me refiero al paso e imagen del Gran Poder madrileño, inspirado fielmente en el de San Lorenzo; ni tampoco a la pareja formada por el Señor y Judas en el paso del Prendimiento malagueño, realizada por el propio Castillo Lastrucci a imagen y semejanza de la Redención. Estoy hablando del antiguo paso de San Gonzalo, que cobija ahora al Nazareno de León (que, por cierto, lleva ya dos salidas extraordinarias este año); y del misterio de las Negaciones de San Pedro de Orihuela, diseñado y nunca ejecutado por Lorenzo Coullaut Valera en los años 20 para la Hermandad del Cristo de Burgos, y retomado por su hizo Federico para dicha localidad alicantina.
Foto: Benjamín García