Fueron pasando los días y las semanas, y en esos calendarios en los que descontamos la espera, la niña que va a nacer nos llenaba de emoción sólo con imaginarla cada vez que restábamos un día más, uno menos.
Si la vida es una semana, ya hemos salido de cuentas. Y esas publicaciones que poco a poco han ido apareciendo y glosan como un heraldo a la niña que se acerca son como los regalos, el cochecito, la cuna, los pequeños zapatitos y todas las demás prendas con las que la vamos vistiendo cuando aún ni siquiera la hemos visto; de momento, sólo la estamos soñando.
Y llegan luego los programas de mano, que desempeñan el papel de guías para padres, primerizos o no, que nos van ayudando a comprender cómo tratar a esa niña, dónde llevarla, qué hacer para sentirla después, cuando la semana de la vida haya terminado y sólo nos quede el recuerdo, que siempre permanece vivo, de lo que vino, se fue y sabemos que volverá.
Si la vida es una semana y hoy es Viernes de Dolores, quiere decir que nos quedan por delante una decena de contracciones; una por cada cofradía que esta tarde y mañana nos preparan para darnos a la luz del Domingo de Ramos.
Si la vida es una semana, yo ya muero por vivirla. Y por contarla aquí después, desde la cruz de guía hasta la cola del manto. Feliz Semana Santa y feliz vida. A partir del día 1 os contaré cómo ha venido la niña este año.