Vale, sí. Uno ya ha admitido que como cofrade pertenece a esa raza que podríamos denominar de los ‘jartibles’. De ésos que si no van a los ensayos cuaresmales de costaleros es, sencillamente, porque no hay un ‘pograma’ de mano que indique horarios e itinerarios para no perderse ni una sola chicotá de parihuelas desnudas moviéndose a los sones de un transistor. Los ensayos, como las cruces de mayo, te los tienes que encontrar de repente por la calle.
Y siendo así, como uno es, días como el de la Inmaculada suponen un auténtico subidón de adrenalina cofrade en pleno mes de diciembre. Y aunque la lluvia impidió la salida de la imagen concepcionista del Convento de las Hermanas de la Cruz, elegida este año para presidir la Vigilia en la Catedral, contra lo que el mal tiempo no puede es con el maratón de besamanos que encierra año tras año ese día, que más se parece a varios domingos de Cuaresma concentrados en una sola jornada.
Pero uno no se enfrenta al día de la Inmaculada así, como si nada, saliendo a la calle a ver qué me encuentro. No. ¿Qué clase de cofrade sería si me limitara solamente a eso? Desde luego, no de los ‘jartibles’. Lo primero, antes de salir de casa, es consultar Arte Sacro o cualquier otra web de puntual información para confirmar la lista definitiva de hermandades que, coincidiendo con tan mariana festividad, ofrecen a sus imágenes en besamanos. Aunque lo cierto es que, con el pasar de los años, la lista te la sabes de memoria. Pero siempre hay sorpresas. Este año ha sido la Virgen del Rosario de los Humeros (por el CCL aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción como Patrona de España) al igual que en otras ocasiones ha sido la Virgen de Montserrat o la Soledad de San Lorenzo.
Así que, papel y boli para apuntar cada cofradía y el correspondiente horario que tendrán estos emotivos cultos en los que la Madre de Dios baja de su altar para acercarse a sus devotos. Es importante saber qué templos no cierran a mediodía, los que abren antes, los que aguantan hasta más tarde… Y todo con la idea de elaborar un estratégico recorrido para visitar todos y cada uno de los besamanos. Un auténtico plan de acción que se asemeja, por ejemplo, a decidir si vas a abrir el Lunes Santo en el Polígono o en el Tiro de Línea, y si vas a cerrarlo en San Gonzalo o en el Museo.
Otro punto importante es tener desde horas antes la cámara de fotos con batería suficiente para tan maratoniana jornada. ¿O es que no vas a captar cada detalle de los besamanos? ¿Cómo te acordarás después si la Virgen del Subterráneo vestía el manto de salida o si la Virgen de los Dolores de Santa Cruz tenía a cada lado los faroles de su paso de palio? ¿Serás capaz de recordar que la Soledad de San Buenaventura tenía un centro de rosas blancas y dos jarrones de claveles, también blancos, como exorno floral? ¿Cómo podrás saber con el tiempo si la Virgen de las Penas llevaba puesta su diadema de salida o una corona? Pues para todo eso está la cámara. Quiero insistir en este punto, aunque esté de más, en mi carácter de cofrade ‘jartible’. Seguimos.
Con la cámara a punto y la lista en un bolsillo (y este año, además, con el paraguas) te lanzas a las calles dispuesto a dejarte llevar por un casi invernal espíritu cofradiero que se funde en aparente armonía con las luces navideñas (bastante pobres, tengo que decir) y los belenes. Una fusión que llega a su máxima expresión con el besamanos de la Virgen de Guía, como en unos días ocurrirá con la Divina Enfermera, donde la banda sonora la componen los gorgoritos de los gallos que forman parte del belén de San Martín.
Pronto compruebas que no eres tú el único ‘jartible’ con lista de besamanos y bolígrafo para tachar las visitas realizadas. Pronto ves que ni siquiera eres de los peores, porque tú lo que llevas es un simple papel, el primero que encontraste, con la relación de cofradías realizada a mano, mientras que otros se han parado a elaborar la lista en el ordenador, utilizando diferentes fuentes tipográficas para el nombre de la hermandad y el horario de cada una. A quien corresponda: un ‘pograma’ de mano para los cultos internos ya…
En cualquier caso, el fin de unos y de otros, ya esté la lista más trabajada o menos, es el mismo: el encuentro cara a cara con las distintas representaciones de la Virgen María en sus variadas advocaciones. Sí, hay de todo; y habrá quien vaya con su cámara y su trípode sencillamente a fotografiar a las imágenes como si fueran inmóviles modelos. “Que no es Liza Minnelli”, oí decir a un hombre el otro día. Y habrá quien sólo vaya a criticar la labor de los priostes como si lo secundario, lo accesorio, fuera en realidad lo principal de lo que uno contempla.
Pero no. Lo principal es Ella. Uno puede entrar, sacar su cámara y usarla de la forma más discreta posible, teniendo siempre presente el culto que se celebra sin interrumpir al devoto que quiere besar las manos de su Virgen; pero no todo debe ser entrar en el templo, hacer unas fotos y salir de allí con el bolígrafo en la mano para hacer una nueva crucecita en la lista. No. Es inevitable, en un momento dado, guardar la cámara, olvidar el papel y el boli, y entregarse por completo a la contemplación de la imagen. Y a partir de ahí cada uno sabrá lo que le pasa por la cabeza.
Porque, ¿quién puede sustraerse al sentimiento de ternura que provoca la Virgen de los Ángeles? ¿Y a la dulzura del rostro de la Soledad servita? ¿Quién podría evitar detenerse un instante ante la suprema elegancia, oro sobre negro, de la Virgen de las Tristezas...? Y no hay que preocuparse. No es necesario correr. Los imprescindibles momentos de contemplación, reflexión y oración no impiden completar la lista. Lo tengo comprobado.