Han hecho falta años, demasiados años, hasta conseguir que la Hermandad de la Resurrección hiciera lo lógico, aquello para lo que estaba llamada: hacer suyo el Domingo de Resurrección. No es que hasta este año no lo fuera, pero sin duda, el de 2017 ha marcado ya un antes y un después en una corporación que pasó tanto tiempo obsesionada de una forma casi enfermiza con salir el Sábado Santo, que se olvidó de sí misma, de su naturaleza y hasta diría que de la propia importancia que para el cristiano tiene la Pascua de la Resurrección.
Para los profanos este tema seguro que es complicado de entender. La Resurrección ha estado durante años quejándose del horario que tenía, saliendo de su templo a las cinco menos cuarto de la madrugada, recorriendo calles vacías casi hasta el amanecer, aunque a partir de ahí el acompañamiento de cofrades iba creciendo hasta entradas masivas en Santa Marina pasado el mediodía. Y la única solución que veía la hermandad era adelantar su salida al Sábado Santo. Y pese a que desde el propio Consejo de Hermandades y Cofradías se le animaba a buscar otro horario dentro del domingo, la obsesión del sábado hacía que la hermandad se enrocase en un absurdo "o el Sábado Santo o nos quedamos como estamos".
Pero como no hay mal que cien años dure, ni juntas de gobierno eternas, de repente llegó un hermano mayor, Miguel Ángel Pérez, que vino a poner cordura y a trabajar por darle a su hermandad el grandísimo lugar que le corresponde. Hoy, cuando han pasado dos semanas de un Domingo de Resurrección histórico, se entiende todavía menos cómo lo vivido este año no se quiso vivir antes.
Y lo que se ha vivido en este 2017 es un simple retraso de unas cuatro horas en el horario de salida, abandonando por fin la inseguridad de la noche y siendo la hermandad, por todo ello, arropada por una grandísima cantidad de personas en lugares donde antes eran, éramos, pocos. Y eso que, como cofrade, prefiero sin duda los momentos de tranquilidad que la insoportable masa de las grandes bullas. Y eso que, como opiné en su momento, el ya antiguo horario de la hermandad estaba dotado de cierto simbolismo emparentado directamente con el modo en que los Evangelios nos relatan la Resurrección del Señor. Pero lo que era evidente es que la situación no podía sostenerse por más tiempo. No había excusas.
Casi no hace falta ni recordar que el horario de este año se aprobó para ésta y las dos próximas Semanas Santas, aplazando para la de 2020 una decisión definitiva. No hace falta recordarlo porque no se entenderá que nadie pida pasados estos tres años volver a la salida en plena madrugada.
Así las cosas, el entorno de Santa Marina esperaba minutos antes de las ocho y media de la mañana la salida de los blancos nazarenos que acompañan al Señor Resucitado y a la Virgen de la Aurora. Pero había ganas de salir, por lo que las puertas del templo se abrieron con cinco minutos de adelanto y la cruz de guía se asomó bajo la ojiva de este templo mudéjar que, precisamente gracias a la Hermandad de la Resurrección, permanece abierto al culto y en perfectas condiciones de mantenimiento.
La Agrupación Musical del Juncal ha vuelto a ser la encargada de abrir paso al cortejo de la cofradía, interpretando el Himno Nacional con la salida de la cruz de guía, dado que la Santa Cruz es titular de la hermandad. Y después del Himno, tocó la composición "Resucitó", girando a la izquierda y comenzando a recorrer la calle San Luis.
Cuatro tramos de nazarenos antecedieron al paso del Resucitado, que estaba acompañado desde dentro del templo por la Agrupación Musical Virgen de los Reyes. Sobre un monte de claveles rojos de una tonalidad oscura, Jesús resucitó bajo el cielo de Sevilla, perfectamente iluminado por la luz de un día que ya se antojaba radiante.
Antonio Santiago, capataz general de la cofradía, mandó en la salida del paso, como también lo haría después con el paso de palio, y tras el Himno, la agrupación acompañó el inicio de la estación de penitencia con la marcha "Aurora de Resurrección", seguida después por "Resucitó".
Antes de la salida del paso de palio de la Virgen de la Aurora, su desplazamiento desde el presbiterio del templo hasta la puerta lo llevó a cabo mientras la Banda de Música María Santísima de la Victoria, de Las Cigarreras, interpretaba desde dentro la marcha "Aurora de Santa Marina".
A continuación, se produjo la salida y la banda interpretó "Aurora, Reina de la mañana", estreno musical de gran belleza compuesto por Pablo Ojeda. Con esta composición, la Virgen que tallara Dubé de Luque, y de cuya primera salida bajo palio se acaban de cumplir veinticinco años, emprendió el camino tras su Hijo felizmente resucitado.
Siguiendo el itinerario que la hermandad modificó hace algunos años, el cortejo recorrió algunas calles situadas tras la Iglesia de San Luis, saliendo a la Plaza de Monte-Sión por Almirante Espinosa, donde el Resucitado discurrió a los sones de "Alma de Dios".
Más adelante, con la representación de la Hermandad de Monte-Sión en la puerta de su capilla, abierta de par en par, el paso se acercó hasta ella con las marchas "Himno a San Antonio" y "La saeta". Vuelto ante el pequeño templo de la calle Feria, el Señor Resucitado se detuvo, marchándose después hacia Conde de Torrejón con "El misterio de la cruz", marcha enlazada con "Y al tercer día".
La Virgen de la Aurora, por su parte, salía de Infantes a Almirante Espinosa bajo el palio del que la hermandad acaba de anunciar su venta, de cara al estreno de las nuevas caídas y el nuevo techo previsto para el año 2019.
Flores blancas, principalmente azucenas, adornaban el palio, y la propia Virgen tenía en su mano derecha dos de ellas. Desde Almirante Espinosa hasta la Plaza de Monte-Sión, el palio de la Aurora, que cuenta con una orfebrería de los Hermanos Delgado de gran calidad, llegó con la marcha "Madre Hiniesta", composición que la Banda de Las Cigarreras comenzó a interpretar por segunda vez, aunque la repetición se interrumpió al detenerse.
A continuación, Antonio Santiago mandó que el palio se acercara y se volviera ante la Capilla de Monte-Sión, lo que hizo a los sones de "Ángel de la Aurora"; y después sonó "Rosario de Monte-Sión" mientras se alejaba por la calle Feria.
Gran acierto el de dejar las sillas y las vallas de la Plaza de la Campana montadas como cualquier otro día de la Semana Santa para el discurrir de la Hermandad de la Resurrección. Desde bastante antes de la llegada de la cofradía, la mayoría de esas sillas ya estaban ocupadas, y lo que es más importante, no por abonados de la carrera oficial, sino por cualquier persona que quisiera estar ahí, dado que el acceso era libre... afortunadamente. Teniendo en cuenta lo poco que le gusta a los abonados ver las primeras y las últimas cofradías de cada día, si el Domingo de Resurrección no se hubiera permitido la entrada libre la hermandad habría ido sola y no habría ganado nada con el cambio.
El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, quiso acompañar a la junta superior del Consejo de Hermandades y Cofradías en el palquillo de la Campana, arropando así a la hermandad en su llegada a la carrera oficial, por fin con aspecto de eso mismo, de recorrido destacado, sin vallas a medio desmontar ni sillas apiladas.
La Agrupación Musical del Juncal anunció la llegada de la hermandad, que fue recibida con emocionantes aplausos de toda la Campana puesta en pie en el momento de pedir la venia en el palquillo a las once y media de la mañana, y no a las siete y veinte, como antes. Qué distinta esta venia a la de tantos y tantos años atrás.
Tras la venia, la cruz de guía comenzó a recorrer la Plaza de la Campana en dirección a la calle Sierpes, escoltada por los dos nuevos faroles de acompañamiento que han labrado este año los Hermanos Delgado.
Y más aplausos, en esta ocasión para el Señor Resucitado en cuanto apareció por la esquina de la Plaza del Duque a la Campana. No era difícil intuir la emoción de los nazarenos a través de sus ojos por el gran momento histórico que estaban viviendo. Todo acompañaba; también, por supuesto, la Agrupación Musical Virgen de los Reyes, que hasta la llegada al palquillo tocó "La saeta", y después encadenó "Aurora de Resurrección" con "Y al tercer día". Finalizando esta marcha con el paso a punto de entrar en Sierpes, un hombre gritó "¡Viva el Señor de la Resurrección!", lo que fue contestado con un sonoro "¡Viva!" y más palmas para despedir al Señor de la Campana. Sin duda, uno de los grandes momentos de la Semana Santa de 2017.
Y no iba la cosa a ser menos con la Virgen de la Aurora, que alcanzó el palquillo con la marcha "Aurora de Santa Marina". Después, entre más aplausos de una plaza llena de gente, la Banda de Las Cigarreras tocó "Pasan los campanilleros" y la marcha estrenada en la salida, "Aurora, Reina de la mañana", con la que se perdió por Sierpes, poniendo así el cierre a una grandísima entrada en Campana de la hermandad al completo. Para enmarcar.
Más tarde, tras recorrer una carrera oficial mucho más llena de gente de lo que los habituales hemos visto años atrás, en la Plaza de la Virgen de los Reyes las campanas de la Giralda anunciaron que la hermandad estaba entrando en la Catedral, una vez finalizado el Pontifical de la Pascua de la Resurrección, como también iban a sonar con la salida.
Cuando el paso del Señor salió por la Puerta de los Palos, la agrupación tocó el Himno, seguido, una vez más, por "Aurora de Resurrección". Este año, la salida del primer templo de la Archidiócesis la hizo el paso con el sol en todo lo alto, cuando lo habitual siempre ha sido que fuera iluminado por los primeros rayos que entraban en las naves catedralicias desde la calle Mateos Gago. Siendo infinitamente mejor el nuevo horario, es cierto que hay detalles que se han perdido.
Desde Virgen de los Reyes, el Señor se encaminó hacia Placentines y Alemanes antes de subir la Cuesta del Bacalao buscando Francos.
Algunos minutos después de la una de la tarde, dejaba la Catedral el último paso de la Semana Santa, el de la Virgen de la Aurora, que se alejó hacia Placentines a los sones de "El Corpus".
Por Francos, el cortejo salió a la Cuesta del Rosario y la subió, con una novedad en el itinerario, ya que hasta el año pasado giraba a la izquierda en la Plaza de la Pescadería hacia Ángel María Camacho. Este año, sin embargo, ha subido la cuesta completa y ha llegado hasta la Plaza de la Alfalfa por Jesús de las Tres Caídas, pasando después a Boteros no por San Juan, como antes, sino por Odreros.
La subida de la Cuesta del Rosario fue para el paso del Señor, como todos los años, un verdadero recital por parte de la Agrupación Virgen de los Reyes, que en la parte final tocó seguidas las composiciones "Alma de Dios", "Caridad del Guadalquivir" y "Caminando va por tientos".
Impresionante fue la petalada que a la altura de la Plaza de la Pescadería le cayó al palio de la Virgen de la Aurora. Después, terminó de subir la Cuesta del Rosario y giró a Jesús de las Tres Caídas con la marcha "Madre de costaleros", seguida después por "La Estrella Sublime".
Ya comentábamos en la crónica del Miércoles Santo el curioso fenómeno de las sillitas, que invita a mucha gente a llegar con excesiva antelación a determinados sitios por los que va a pasar una cofradía. Con la Resurrección encontramos un ejemplo, ya que varios chicos jóvenes estaban ya colocados delante de Santa Marina a las dos y media de la tarde, unas dos horas antes de que apareciera la cruz de guía de la hermandad. Y mira que el sabio refranero español dice que el que espera desespera...
Efectivamente, la dorada cruz de guía de la Resurrección llegó a las cuatro y media de la tarde de vuelta a Santa Marina, cuya torre estaba adornada con dos lienzos con los colores que identifican a la hermandad: el blanco y el azul. La Agrupación del Juncal le hizo un hueco a la cruz de guía para tocarle el Himno de España en el momento de la entrada.
A lo lejos, el paso del Resucitado llegaba hasta el Colegio de la Salle en el que se fundó la hermandad, junto al templo de San Luis, con las marchas "Caridad del Guadalquivir" y "Reina de Reyes". Finalmente, llegó hasta Santa Marina con "Y al tercer día", durante cuya interpretación el paso giró en la esquina con la calle Divina Pastora, para avanzar luego de espaldas hacia la puerta.
Antes de entrar, el paso se detuvo y un costalero cantó una saeta con verdadero sentimiento desde un balcón ubicado en el edificio que alberga el bar Santa Marina. Luego, el paso se acercó definitivamente a la puerta en silencio, hasta que la Agrupación Virgen de los Reyes tocó el Himno y por último "Resucitó", entrando los músicos tras el Señor en el templo.
Ahora sí, la Semana Santa de 2017 estaba ya llegando a su fin. Sólo quedaba un paso, que iba a recibir dos importantes petaladas en los últimos metros de su itinerario. Una en el colegio, y la otra al pasar junto al edificio del bar, antes de llegar a la pequeña placita que se abre ante la iglesia.
Después, sonó la marcha "Coronación" y, desde el mismo balcón desde el que antes había cantado un costalero, fue el turno ahora de Álex Ortiz, que emocionó con una saeta de auténtico pellizco en la que hizo alusión a los veinticinco años transcurridos desde la primera salida de la Virgen de la Aurora. Sigue llamando la atención, eso sí, la 'aplauditis' que parece sufrir la gente en Semana Santa, y que en este caso hace que jamás sea posible escuchar hasta el final las saetas de Álex Ortiz, dado que las sonoras palmas siempre estallan antes de que haya acabado.
A continuación, la Banda de las Cigarreras interpretó "Coronación de la Macarena" y, como hace un cuarto de siglo, hubo una suelta de palomas blancas junto al paso de palio, una de las cuales se encaramó a lo alto del quiosco situado delante del templo como si no quisiera perderse la entrada del palio, que entró, como es tradicional, con la marcha "Amarguras". Sólo cuando el palio alcanzó el presbiterio, la banda tocó el Himno Nacional.
Las puertas de Santa Marina se cerraron a las cinco y media de la tarde. A esa hora, sólo una semana antes la Borriquita y Jesús Despojado estaban en carrera oficial, la Paz entraba en la Campana, la Cena se extendía entre Javier Lasso de la Vega y la Encarnación, la Hiniesta entre la Alameda y Relator, y San Roque y la Estrella estaban saliendo.
La Semana Santa estaba empezando, con permiso de las vísperas, que este año han sido un poco más largas con la escapada a Jerez el Jueves de Pasión (ver). Pero ahora todo terminaba. La expectación y la ilusión de los días previos daba paso a un cansancio verdaderamente feliz, tras haber tenido la inmensa dicha de seguir a Jesús y a la Virgen a lo largo de setenta cofradías (setenta y una si contamos la jerezana).
Porque no se olvide nunca que los protagonistas son ellos. Y que somos lo que somos por ellos. Y que lo que hacemos, pese al cansancio, el esfuerzo, las bullas, los empujones, el ir y venir por las calles, a veces con muchas prisas para llegar al punto deseado, lo hacemos por ellos.
Y ellos son los que nos han regalado una Semana Santa que, en lo estrictamente cofradiero, dejando de lado los incidentes de la Madrugá, ha sido de ensueño. Setenta hermandades han dado testimonio de fe y devoción por las calles de Sevilla. Cada uno, de manera particular, se quedará con algo distinto de esta Semana Santa. Una escena, un rincón, un sentimiento... Pero la gran noticia de esta Semana Santa de 2017 que tiene ya su sitio especial guardado en el corazón es ésa: el testimonio de fe que da sentido a todo esto. Lo demás es accesorio.