martes, 26 de abril de 2016
EL TIEMPO Y EL BLA, BLA, BLA
De todos es sabido lo que le gusta a determinados medios de comunicación rellenar sus espacios hablando de la información meteorológica que vamos a vivir o sufrir (mucho mejor para atraer audiencia si es esto último) en Semana Santa. Suelen ser normalmente medios que tienen poco contenido que ofrecer, aunque otros también se dejan llevar por la corriente como si por no "informar" del tiempo estuvieran hurtando "información" a sus lectores, oyentes o espectadores.
Lo que ocurre es que hay cofrades a los que nos aburre soberanamente ese tipo de información. ¿Qué puedo decir? Me atraen más las cofradías que las isobaras, los anticiclones, los frentes y el Meteosat. Sin embargo, difícil es sustraerse a la paranoia meteorológica cuando algunos de esos medios dan importancia científica incluso a las cabañuelas allá por el mes de agosto, en lo que es ya la hipérbole del rellenar por rellenar.
Pues bien. Imaginemos que tenemos una nueva Semana Santa a la vuelta de la esquina y que un meteorólogo (de los de verdad o de los aficionados, que, como en el periodismo, también los hay) nos dice que va a llover el Viernes de Dolores, el Sábado de Pasión, el Domingo de Ramos, el Lunes Santo, el Martes Santo, el Sábado Santo y el Domingo de Resurrección. ¡Dios mío! ¡Qué desastre de Semana Santa! ¡Sólo se van a librar el Miércoles, el Jueves y el Viernes Santo!
Uno podría llegar a la conclusión de que salvo esos tres poquitos días, para ver cofradías nos veríamos en el obligación de enchufar el DVD o darle al YouTube. Sólo se iban a librar de la lluvia 29 hermandades, las nueve del Miércoles Santo, las siete del Jueves Santo, las seis de la Madrugá y las siete del Viernes Santo. Bastante menos de la mitad. Vamos, una pena de Semana Santa.
Sin embargo, la relación de días de lluvia de esa hipotética Semana Santa es exactamente la que se corresponde con los días de lluvia de la Semana Santa de 2016 que prácticamente acabamos de vivir.
Llovió el Viernes de Dolores, pero salieron todas, aunque tuvieron que acelerar la vuelta al final; llovió el Sábado de Pasión, aunque sólo Padre Pío se vio perjudicada, y realmente sin necesidad; llovió el Domingo de Ramos, pero salieron todas; llovió el Lunes Santo, pero salieron con normalidad cuatro cofradías; llovió el Martes Santo, pero al menos pudimos disfrutar con dos cofradías haciendo su estación de penitencia completa; llovió el Sábado Santo por la noche, pero fue algo muy débil que ni molestó; y llovió el Domingo de Resurrección, pero la cofradía de Santa Marina esperó, aguantó y ganó.
Así que no ha sido tan mala la Semana Santa como nos habría hecho pensar la lista de días con lluvia. Por lo tanto, ¿cuál es la moraleja de esta historia? Que me siguen interesando mucho más las cofradías que la meteorología; que ésta no es una ciencia exacta, y que incluso cuando acierta anunciando lluvia, no tiene por qué afectar a las cofradías porque un día tiene 24 horas y ninguna cofradía está en la calle tanto tiempo; y que habrá medios de comunicación que seguirán rellenando su espacio hablando del tiempo, como seguirá habiendo cofrades que se dejen alarmar y permitan que les estropeen la Cuaresma, la magia de la espera y de la cuenta atrás para los días grandes.
Pero no seré yo uno de ésos. ¿Qué le vamos a hacer? Yo es que del tiempo sólo hablo con el vecino cuando me lo encuentro en el ascensor. Y eso es, sencillamente, porque en realidad no tengo nada que contarle.
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