viernes, 27 de mayo de 2016
CORPUS 2016: TRASLADO DEL SEÑOR DE LA SAGRADA CENA AL PALACIO ARZOBISPAL
El cielo empezaba a mostrar algunos tímidos matices de color azul. Eran las seis y media de la madrugada y en la calle Sol, ante la puerta de la Iglesia de los Terceros, había un pequeño grupo de cofrades esperando la salida del Señor de la Sagrada Cena.
Era jueves, día del Corpus Christi, y las puertas del templo se abrían, no sin cierta dificultad, a una calle en penumbra alfombrada de romero, al menos en el tramo situado a lo largo de la fachada de la iglesia que el Domingo de Ramos, con el sol en lo alto, está rodeada por una gran masa de gente. Pero ahora no. Eso se deja para el regreso. Ahora era demasiado temprano.
Cruz alzada y ciriales abrían el cortejo, breve, que antecedía al Señor de la Cena sobre el paso del Cristo de la Humildad y Paciencia. Los hermanos llevaban velas de color rojo eucarístico, divididos en dos tramos: uno delante del guión sacramental y otro detrás. Y finalmente, el estandarte corporativo.
Enseguida, antecedido por la Escolanía María Auxiliadora y el quinteto de metales Air Brass, cuyos componentes pertenecen a la Banda de Cornetas y Tambores de Las Cigarreras, llegó el paso con el Señor de la Cena hasta la puerta del templo y salió con ligereza a la calle Sol.
Como es habitual, adornaban el paso diversas flores blancas, así como espigas de trigo y racimos de uvas. El quinteto de metales inició el acompañamiento musical con "Cantemos al amor de los amores", y con esta pieza, y otra cantada por la escolanía, el paso giró a su izquierda para emprender el camino hacia el Palacio Arzobispal por la Plaza de los Terceros y rodeando la Iglesia de Santa Catalina por la pequeña calle que lleva su nombre y por Ponce de León.
Alfonso Morillo, capataz del Cristo de la Humildad y Paciencia, era el encargado de comandar el paso con el Señor de la Cena, que enfiló la calle Francisco Carrión Mejías, donde, aproximadamente hacia la mitad de la calle, el Señor dejó de estar iluminado por las farolas, al llegar las siete de la mañana, hora de finalización de la iluminación urbana.
"Cerca de Ti", "Pescador de hombres" y otras composiciones de este tipo eran las que sonaban delante de este paso, que alcanzó la Plaza de la Alfalfa por San Leandro, Zamudio, San Ildefonso, Boteros y Odreros, siempre avanzando a buen ritmo y con paradas breves.
Tras dejar atrás la Alfalfa y la calle Jesús de las Tres Caídas, el Señor de la Cena emprendió la bajada de la Cuesta del Rosario, desde la que se metió por Francos, calle que forma parte del recorrido de la procesión del Corpus y que, por ello, ya contaba con su tradicional alfombra de romero.
Es, por tanto, la imagen de Jesucristo en el momento de instituir la Eucaristía la primera que pasa, aunque parcialmente, por el romero colocado en honor a Jesús Sacramentado.
Para facilitar el discurrir del paso y evitar posibles resbalones de los costaleros, las ramas más abultadas del romero eran apartadas hacia los lados de la calle, donde también estaban ya dispuestas las sillas que se ponen a la venta para contemplar el largo cortejo que había de venir después.
Desde Francos, el Señor de la Cena siguió por Placentines, Argote de Molina y Conteros, para salir a Alemanes y, de nuevo en Placentines por otro de sus tramos, alcanzar el Palacio Arzobispal.
Una vez ante la puerta del Palacio Arzobispal que da a la calle Placentines, el paso del Señor de la Cena giró para entrar en el zaguán mirando al exterior, por donde después pasaría, en su tramo final, todo el cortejo de la procesión eucarística.
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