martes, 19 de noviembre de 2024

JOSÉ LUIS GARRIDO BUSTAMANTE


Tras su celebrado libro "Días de cofradías", un simpático anecdotario sobre hermandades y sobre el paisanaje que las rodea, siempre desde un punto de vista humano, respetuoso y nada caricaturesco, vio que no eran pocas las anécdotas que se le quedaban en el tintero. De ahí que rápidamente afrontara la redacción de una segunda parte.
En un principio pensó en titularla "Días de cofradías 2". Sin embargo, José Manuel Gómez y Méndez, profesor de la Facultad de Comunicación, y capillita como él, le insistió en que no era un buen título. "Si lo llamas así, parecerá que siempre estás escribiendo de lo mismo", le dijo a quien también cultivó el género de la novela y escribió igualmente sobre la historia de la radio sevillana, sobre televisión, la Feria... 
Gómez y Méndez lo convenció con su teoría, y así es como "Días de cofradías 2" se convirtió finalmente en "Otra chicotá". Y aún hubo una tercera parte, con un nombre también diferente: "Itinerario habitual". Libros todos ellos, junto con el que dedicó a la Madrugá del año 2000 y unos cuantos más, que son parte del tesoro que cualquier cofrade que se precie conserva en su biblioteca.
José Luis Garrido García-Bustamante (nombre completo, aunque el García pasara desapercibido) falleció la noche del pasado domingo, a la misma hora en que el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Angustia regresaban al Rectorado en su salida extraordinaria por su historia centenaria. Casi compartieron edad los dos, la Hermandad de los Estudiantes y el periodista, que ha muerto con 91 años. 
Fue pregonero de la Semana Santa de 1990 y su Hermandad del Calvario recordaba ayer, como uno de sus hijos en el funeral celebrado hoy en la Magdalena, aquellos versos dedicados al crucificado de Ocampo en los que le pedía que, en el momento de su partida de este mundo, desclavara sus brazos para conducirle de la mano hacia el cielo. Y parece que así ha sido, tal y como contaba el párroco, Francisco Román, en su homilía: le fueron a acostar y con suavidad cayó dormido eternamente sobre la almohada. Como dormido para siempre está clavado en su cruz el Cristo del Calvario.
José Luis Garrido Bustamante será recordado por muchos como la voz de la Semana Santa. Y es que fue pionero en las retransmisiones televisivas, las primeras incluso a nivel nacional, mucho antes de que las televisiones locales estuvieran en la mente de nadie. Toda España pudo escuchar su característica voz narrando en TVE una entrada del Baratillo de hace décadas. Y pasado el tiempo, ahora sí, hizo lo propio en las primeras televisiones sevillanas, principalmente en aquella Giralda Televisión con una enorme G blanca en su logo, emisora que, ya desaparecida, cedió su nombre a una fugaz televisión municipal.
Pero en sus retransmisiones televisivas se hacía patente su pasado radiofónico. Garrido Bustamante lo contaba todo, incluso lo que la tele mostraba, con todo detalle. Conocía a todos y a todos mencionaba. Compartía anécdotas que hubieran dado para un "Días de cofradías 4"... y 5, y 6. Trufaba sus narraciones con poesías propias y ajenas dedicadas a las imágenes que en ese momento estaban en la pantalla.
Y solventaba con soltura y naturalidad en esas retransmisiones que uno conserva en VHS los pequeños errores del directo. Como cuando, en una entrada en Campana de Santa Marta, comentó, viendo un plano aéreo captado por una cámara situada en la azotea del edificio de los seguros Ocaso, que la diadema de la Virgen de las Penas oscilaba bastante. Cuando el plano se abrió y comprobó que la que había visto moverse era la aureola de Santa Marta y que la diadema de la dolorosa apenas se movía, lo solucionó con un "... y más aún la de Santa Marta".
La voz de la Semana Santa, algo engolada, como correspondía en tiempos pasados, se ha apagado. La voz de la sabiduría cofradiera más pura, la de quienes saben por edad y no por pedantería, se ha callado, aunque permanecerá por siempre en esos antiguos documentos sonoros y audiovisuales de los inicios de la Semana Santa radiada y televisada.
Nadie le oyó en la noche del domingo exclamar, como en el Maestranza, aquello de "he dicho" al finalizar el pregón de la vida. Hoy sabemos que no estuvo solo en ese momento. Que en la oscuridad de la Parroquia de la Magdalena, sin que nadie se diera cuenta, un crucificado desclavó sus brazos del madero y acudió a una casa en Salteras para llevarse de la mano a quien tanto habló con Él y de Él para el mundo entero.
Foto: 7TV

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