La Hermandad de la Amargura ha cerrado este fin de semana la celebración del tercer centenario de su llegada a la Iglesia de San Juan de la Palma. Si en la pasada Cuaresma, por este mismo motivo, el Señor del Silencio presidió por las calles de la feligresía un vía extraordinario (ver), ahora todo el protagonismo se ha reservado para María Santísima de la Amargura, que ha sido el centro de tres días de cultos en su honor.
Todo empezó en la tarde del viernes, cuando se celebró un vía lucis con la dolorosa llevada en andas hasta la Parroquia de San Pedro. El recorrido diseñado hizo que la Amargura pasara por el Convento del Pozo Santo, la capilla de la Divina Pastora y los conventos del Espíritu Santo y Santa Inés.
El vía lucis finalizó en el interior de San Pedro, donde la Amargura se acercó a las capillas de las distintas hermandades que tienen en este templo su sede canónica. Posteriormente, ya sin el cortejo, que abría el simpecado, la Amargura se dirigió al Convento de las Hermanas de la Cruz, donde se quedó toda la noche acompañando a las religiosas tan vinculadas con la corporación del Domingo de Ramos.
Hay que comentar que en este vía lucis la Virgen de la Amargura estrenaba los bordados de la parte trasera de un manto azul de camarín realizado hace años por el taller de Santa Bárbara. Hasta ahora tenía bordadas sólo las vistas, pero las hermanas Rama lo han completado siguiendo un diseño de Antonio Castro.
Las mismas hermanas Rama han restaurado la toca de sobremanto que también llevaba, obra de Carrasquilla de 1941. Asimismo, contaba con la saya de tisú de plata de Cayetano González, de los años 30, y con su corona de salida. Las andas estaban iluminadas con seis candeleros con cera blanca y adornadas con lilium, delphinium, biznaga, romero y hojas de roble.
El sábado, a las ocho y media de la mañana, la Amargura fue llevada de nuevo a San Pedro, donde el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, presidió una misa pontifical de acción de gracias. Hay que tener en cuenta que San Pedro es la parroquia de la que depende San Juan de la Palma, por lo que se estaban conmemorando los tres siglos que la hermandad lleva residiendo en la feligresía.
Y a las nueve de la noche se inició una procesión extraordinaria con la Amargura sobre su paso, pero sin palio, y con los candelabros del paso de misterio del Señor del Silencio en las esquinas. Evidentemente, cambió de manto, llevando el suyo de salida. En el cortejo, hubo un buen número de hermanos con cirios blancos, y las insignias utilizadas fueron la cruz de guía, el templete de Santa Ángela de la Cruz y el estandarte corporativo.
La Banda del Carmen de Salteras acompañó a la Amargura en esta salida extraordinaria, con un repertorio distinto al del Domingo de Ramos, ya que incluyó algunas composiciones de corte más alegre que no forman parte del encorsetado repertorio habitual.
Lo que no cambió fue la interpretación de "Amarguras" en el momento de la salida, girando a la derecha el paso para comenzar a recorrer la calle Imagen. La dolorosa llevaba la misma corona del día anterior, y algunas joyas como el broche de la Infanta y la cruz pectoral del Cardenal Segura.
Tras "Amarguras", la siguiente marcha interpretada por el Carmen de Salteras fue "Coronación de la Macarena", seguida luego por "El Corpus". A continuación, para girar hacia la plaza de la Encarnación sonó "Virgen de la Paz", y posteriormente, en su camino a la calle Alcázares, "Virgen de las Aguas".
Desde Alcázares, el paso, adornado con rosas, claveles, hypericum, pittosporum, esparraguera y miroclaudio, tomó la calle Santa Ángela de la Cruz para despedirse de las hermanas con las que estuvo la noche anterior.
Al convento llegó a los sones de "Amarguras" y luego se marchó con "La Estrella Sublime", tras la que siguió avanzando a tambor hasta detenerse cerca de la confluencia con Jerónimo Hernández. Un hombre le cantó una saeta a la Amargura, que luego tomó esta última calle mientras la banda interpretaba "Nuestro Padre Jesús".
Todo el recorrido de esta procesión extraordinaria contó con una gran cantidad de personas alrededor de la Virgen. Pese al intenso calor, una auténtica bulla cangrejeó delante del paso. Y no fue retirada en ningún momento. La hermandad no quiso apartarla y tampoco había guardias civiles escoltando el paso. Lo que se demostró, igual que en el regreso de la Virgen del Socorro al Salvador el pasado mes de diciembre (ver), es que no hacen falta agentes de la autoridad, en ocasiones bastante malencarados, para que una cofradía pueda caminar. Y mucho menos son necesarias las vallas...
El recorrido de la Amargura siguió por Regina y de nuevo la Encarnación, buscando después la plaza de Zurbarán y la del Pozo Santo. Luego tomó Viejos, Alberto Lista y Conde de Torrejón para salir a la calle Feria, volviéndose ante la Capilla del Rosario mientras sonaba la marcha "Madre de Monte-Sión Coronada". La cofradía del Jueves Santo había regalado por la mañana a la Amargura un pañuelo de encaje con motivo de la celebración de sus 300 años en San Juan de la Palma.
Desde la capilla, la Virgen siguió adelante por la parte más estrecha de Feria, donde se pudieron escuchar de nuevo las composiciones "Coronación de la Macarena" y "Virgen de las Aguas". Y es que el repertorio era más alegre de lo normal, pero también limitado.
Para el tramo final de Feria, la Banda del Carmen de Salteras tocó la marcha "Coronación", durante cuya interpretación cayeron dos intensas petaladas sobre el paso, que después se paró ante la antigua Casa de los Artistas, hoy residencia de ancianos, desde cuyo balcón se interpretó el Ave María de Vavilov a piano y violín.
Seguidamente, la Amargura se encaminó a la puerta de San Juan de la Palma a los sones de "Hiniesta", de Peralto, y posteriormente el paso giró ante la puerta, donde los jóvenes de la hermandad habían creado una alfombra de sal, mientras sonaba de nuevo "Amarguras". Con ella, el paso entró en el templo y se detenía en su interior pasados cinco minutos de la una y media de la madrugada.
Nada más entrar, comenzó la tarea del montaje del besamanos extraordinario que se iba a celebrar durante la jornada del domingo. Para ello, en el centro del templo se montó el palio de la Amargura con las caídas, el techo y sus doce varales. Alrededor se colocaron varias jarras con las flores que adornaron el paso en la salida procesional y algunos candelabros.
Pero lo más destacado estaba en la vestimenta de la Virgen, que 99 años después se presentó con su antiguo manto procesional de terciopelo azul bordado en oro en 1905 por Juan Manuel Rodríguez Ojeda, vendido en 1926 a la Hermandad del Desconsuelo de Jerez, que lo prestó para esta ocasión tan especial. Un manto que ya se le cedió a su antigua propietaria en 2019, en la exposición conmemorativa del centenario de "Amarguras", la marcha de Font de Anta que es todo un himno en la música procesional sevillana (ver).
Pero esta vez hemos tenido la ocasión de contemplar lo que veían los cofrades del primer cuarto del siglo XX, con la Amargura vestida con este manto, una auténtica joya que, bajo el histórico palio del mismo bordador, sigue procesionando por las calles Jerez en la jornada del Martes Santo.
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