El pasado fin de semana, la Virgen del Pilar de la Parroquia de San Pedro bajó de su camarín para presidir un montaje diferente al que podemos encontrar cualquier día del año al acudir a venerarla. Sobre el pilar de plata, en el que veíamos un fajín rojo y la medalla de la Virgen de los Reyes que la asociación de fieles le regaló en la Catedral el pasado mes de diciembre en su salida extraordinaria (ver y ver), la imagen se encontraba vestida con un manto rosa, una saya de color crudo y una mantilla blanca. Llevaba los enseres de orfebrería de sus salidas procesionales, así como un buen número de joyas. El Niño Jesús, por su parte, vestía de verde.
Flanqueando a la Virgen del Pilar se podían ver cuatro blandones de madera con velas blancas, y entre cada pareja una jarra dorada sobre un pie de base cuadrada con decoración pictórica de apariencia marmórea. Las jarras contenían diferentes flores de distintas tonalidades que también se encontraban en un gran centro ante la imagen, sobre la alfombra situada en mitad de la capilla.
Detrás, el retablo estaba presidido por un conjunto escultórico de la Santísima Trinidad, en el que la mano de Dios Padre sujetaba una corona. Se quiso representar así, en el LXXV aniversario de la proclamación del dogma de la Asunción, a la Trinidad recibiendo a la Virgen en los cielos, siendo coronada como Reina.
La hornacina del retablo contaba con un cortinaje de damasco rojo abierto en el centro y con tres filacterias blancas en las que se leía, en alusión a la Virgen: "Madre de Dios Hijo, Hija de Dios Padre, Esposa de Dios Espíritu Santo". Y en el lado derecho de la capilla se colocó el estandarte corporativo de la hermandad.
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